Graça Machel: “El colonialismo no murió de muerte natural. Lo matamos”
A sus 76 años, esta política y activista mozambiqueña, viuda del líder sudafricano Nelson Mandela, aún se considera una idealista. Luchó por la independencia de su país, fue ministra de Educación y desde hace décadas trabaja al frente del Graça Machel Trust por las mujeres y la infancia.
Mujer rotunda en su carrera, en sus causas y en una vida plena de batallas y de coherencia, Graça Machel transmite en vivo la fortaleza que se vislumbra en su historial: luchadora por la independencia de Mozambique, donde nació hace 76 años; ministra de Educación en los inicios de este país; esposa de Samora Machel, primer dirigente de Mozambique independiente, y después de...
Mujer rotunda en su carrera, en sus causas y en una vida plena de batallas y de coherencia, Graça Machel transmite en vivo la fortaleza que se vislumbra en su historial: luchadora por la independencia de Mozambique, donde nació hace 76 años; ministra de Educación en los inicios de este país; esposa de Samora Machel, primer dirigente de Mozambique independiente, y después de Nelson Mandela, el gran líder antiapartheid sudafricano e icono mundial de la lucha por la libertad. De ambos enviudó y de ambos podría hablar largamente, pero ella tiene prioridades que mantienen a plena máquina su activismo por la infancia, por las mujeres y por los derechos de unas poblaciones africanas azotadas por la globalización, el calentamiento y, más recientemente, la pandemia. Lo hace desde el Graça Machel Trust, una organización dedicada a formar mujeres para que sus empresas logren una gestión más exitosa y sostenible. Y a promover una mejor nutrición para los niños.
La entrevista tiene sus complicaciones. Machel ha llegado a España para participar en un encuentro de la organización Mujeres por África y desde su equipo han dejado claro que solo responderá a cuestiones sobre niños, mujeres, covid y cambio climático. Es bien sabido que la viuda de Mandela ni quiere ni suele hablar nunca públicamente de su esposo, fallecido en 2013 y cuyo legado es territorio de disputa de sus herederos. Y sus asistentes han aclarado que tampoco quiere abordar la guerra de Ucrania ni la cuestión colonial. Los límites están claros. Pero cuando ella aparece al fin en una sala reservada en un hotel de Madrid y toma asiento en la cabecera de la mesa con su porte sereno, su alegría y una elegancia nacida de la convicción, empiezan a caer los corsés. Y acaba hablando de todo: del peligro que se cierne sobre el legado de Nelson Mandela, de lo lejos que hoy está el prometido despegue de África frente a lo que ella misma llegó a creer, y de la necesidad de que colonizadores y colonizados hagan las paces.
¿La pandemia ha cambiado su lucha?
Mi lucha no ha cambiado, pero después de la covid se ha hecho más compleja y aún más profundamente arraigada que antes. En el lugar del que vengo, la pobreza ha sido siempre el paisaje y, a pesar de todos los esfuerzos, África sigue siendo el continente más pobre del globo. Lo era antes de la covid, pero después todo ha ido incluso a peor. Hemos perdido avances sociales equivalentes a 10 años en mortalidad infantil, mortalidad materna, en economía, en esperanza de vida. En todo hemos ido 10 años atrás. El gran desafío ahora es cómo reposicionamos todo para recuperar lo perdido y avanzar más. Por eso digo que no ha cambiado, pero se ha hecho más difícil.
¿Ha fracasado la globalización?
La globalización tal vez no ha fallado a todos, pero sí ha fallado a los pobres. El foco está puesto en los negocios y los beneficios en cualquier lugar del mundo. Desde España, por ejemplo, se pueden hacer negocios en Mozambique, y los que estén en esa posición, sí, están encantados. Para los demás, la desigualdad ha crecido en las últimas décadas. Hay millones, qué digo, miles de millones de personas que han quedado al margen, que luchan por poner algo sobre la mesa para comer, por enviar a sus hijos al colegio, por pagar un médico o encontrar refugio, porque viven en chozas, ni siquiera tienen una casa decente. Como familia humana deberíamos preguntarnos si la globalización es un éxito cuando el 10% de la población vive a pleno lujo, otro 40% que compone la clase media ha visto menguar sus capacidades y luego están los del fondo, los que tienen que luchar para vivir. ¿Un éxito? Para una minoría, vale, sí, pueden acumular tantas cosas y recursos que les servirán para tres o cuatro generaciones que seguramente ni lo necesitarán ni lo usarán en su totalidad. Pero para la familia humana, no.
¿Hay culpables?
Los que toman decisiones deben responder, porque son aquellos a los que la mayoría ha confiado el mando. Y cuando estás al mando tienes que tomar iniciativas que sirvan a la mayoría, y si solo una minoría resulta beneficiada, estás fallando. También el sector privado tiene parte de la responsabilidad, porque deberían dirigir sus negocios de una manera justa. Los trabajadores que están fortaleciendo una compañía no solo deberían tener un salario, que hoy es cada vez más magro, sino beneficios que les permitan mantener a sus familias con dignidad. Pero en las grandes empresas hay una brecha enorme entre los accionistas, que se llevan beneficios ingentes, o los altos cargos, con salarios enormes, respecto a los trabajadores. Por ello la responsabilidad de lo que ocurre es compartida. Es imperativo repensar nuestro orden global, que debe tener en cuenta a todos los miembros de la familia humana para que todos puedan vivir con dignidad. Hay que hacerlo. Porque al final todo sigue consistiendo en cómo los que están arriba tratan a los que están en el fondo.
Podemos encontrar decenas de intervenciones suyas en múltiples foros clamando contra el hambre, por la educación, por la mujer. Durante décadas. ¿No está cansada de luchar, de repetir y repetir lo mismo y ver que el hambre y la desigualdad siguen aumentando?
No. No estoy cansada. Frustrada, sí. Pero no cansada. No puedo permitirme el lujo de cansarme, tal vez porque yo vivo en esas situaciones y me pongo en el lugar de esas personas, de esas mujeres. Me veo en ellas y después miro a mis propios hijos y nietos y me digo: “Si yo puedo, ¿por qué ellas, que están trabajando duramente, no pueden vivir en las mismas condiciones?”. Y porque las veo cada día y trabajo con estas personas no me puedo permitir estar cansada. Solo puedo continuar. Es mi realidad. A veces logramos progresos con algunas pocas, y eso me da energía para creer que, si lo podemos conseguir con 500 mujeres, podemos lograrlo con 1.000. ¡O con 200.000! Así que se trata de continuar y expandir el número de beneficiarias de nuestros programas, en mi caso. Las empresas de las mujeres que han pasado por mi organización han mantenido bien sus negocios durante la pandemia. ¡Incluso han crecido! Y de eso no me canso. Además, no estoy sola, no es solo mi organización, hay cientos, miles más, y juntos nos animamos los unos a los otros. Por tanto, no puedo rendirme. Siento la frustración de no haber conseguido más y mejor, pero también puedo ver lo que hemos conseguido, y eso me anima y me inspira para continuar.
África sufrió primero el colonialismo, después se convirtió en el terreno de confrontación de la Guerra Fría y luego la covid. ¿África es siempre víctima?
No somos solo víctimas. En la colonización sí, no hubo otra opción. Se nos impuso y aun así resistimos. Siempre resistimos. Pero no estábamos en condiciones de ganar, y por eso nos llevó varios siglos construir la capacidad para derribarlo, siglos de lucha hasta que las potencias se rindieron y tuvieron que irse de África, de Asia, de América Latina. El colonialismo no murió de muerte natural. Lo matamos. Y después de la independencia vimos que aquellos que tuvieron que abandonar el poder político realmente no se han ido. Económicamente tenemos una presencia aún pesada de los antiguos colonizadores y de otros que, sin serlo, llegan de los países desarrollados y nos imponen sus condiciones desde la desigualdad. Pero no puedo decir que seamos víctimas. África es libre desde hace más de 50 años y debemos aprender lecciones, aprender a hacer respetar nuestros intereses. Pondré el ejemplo de Mozambique, mi país: no tenemos dinero para invertir ni tecnología, pero tenemos gas, un gas que pertenece al pueblo de Mozambique y al pueblo africano. Debemos negociar con justicia y en términos de igualdad, sin regalar nada. Y esto ahora es responsabilidad de los africanos. Hablemos como iguales. Y esto aún no está ocurriendo. Es responsabilidad de las generaciones más jóvenes de África conseguirlo.
“Con la covid hemos perdido avances sociales equivalentes a 10 años en mortalidad infantil y materna y en economía”
Usted fue ministra. ¿No volvería a la política?
Lo dejé hace mucho tiempo. Estuve en política lo suficiente y participé en el diseño y adopción de políticas, y sé que es importante, pero no, no volvería. Llegado un punto sentí que mi inclinación es trabajar con la gente real, tocar sus problemas, y eso significa hacer el trabajo social que hago. Fue mi opción hace mucho, no lo lamento y no lo cambio. No.
Hoy se derriban estatuas de colonizadores en Europa y en EE UU. ¿Cómo está viviendo este debate? ¿Cree que es necesario?
El debate es necesario. Necesitamos construir relaciones de igualdad. Y el debate identifica lo que nos divide para que podamos construir relaciones saludables y de mutuo beneficio. Revisar la historia del colonialismo es bueno. Pero, en lugar de simplemente señalar con el dedo, es más importante decir lo que hemos hecho mal y cómo podemos corregirlo para reconstruirlo bien. Si somos capaces de construir relaciones entre iguales con respeto mutuo, estupendo. ¿Hemos llegado a ese nivel? Todavía no. Hay resistencia y miedo a enfrentar lo feo que fue el colonialismo. Fue feo. Y debemos aceptar que no, no dignifica a ninguna de las partes. No dignifica a los que fueron colonizadores ni dignifica a los colonizados. Tenemos un destino común como humanos, como familia, y necesitamos abordarlo. Reconocer que estuvo mal. Aún estamos muy lejos de ese punto, pero lo necesitamos.
¿Y pedir perdón? ¿Cree que debemos pedir perdón?
Eso es importante, sí, siempre que el reconocimiento de lo malo sea genuino. Todo eso ocurrió en el pasado y tampoco estuvo bien entonces. Las antiguas colonias tienen que perdonar porque es la única manera de que podamos trabajar de la mano. Hemos visto el ejemplo de Sudáfrica, donde las heridas profundas del apartheid se tuvieron que abrir como quien abre una lata de gusanos. Es importante decir: perdonamos. Y el otro lado tiene que aceptar que lo hizo mal. Y, aun así, incluso en Sudáfrica hay problemas. El último presidente del Partido Nacional, Frederik de Klerk, dejó claro que no creía que el apartheid fuera un crimen contra la humanidad. Eso es pedir perdón pero sin autenticidad, porque es políticamente correcto y no lo sientes, y eso no nos lleva a ningún lado. Lo importante es pedir perdón con autenticidad y entonces podremos ir de la mano. Tenemos que avanzar hacia esto. Muchos creen que soy idealista, pero creo que debe ser así. Tal vez no ocurra en lo que me queda de vida, pero tiene que ocurrir en el futuro. Si no, seguiremos en este mundo de desiguales en los que unos tendrán todo y otros vivirán como animales.
Mandela hizo posible vencer al apartheid y luchar por ese proceso de verdad y perdón en Sudáfrica. ¿Cree que su legado está garantizado?
Sí y no. Déjeme corregir antes una cosa. No fue solo Nelson Mandela, porque, como él siempre decía, él expresaba el deseo y aspiraciones de millones de sudafricanos. En toda sociedad, alguien tiene que liderar, y él fue el líder, pero no lo hizo solo. Eso, lo primero. Lo segundo, si me pregunta si su legado está garantizado, le diré que sí lo está en términos legales porque, afortunadamente, el marco legal de Sudáfrica, su Constitución y las instituciones democráticas son muy sólidos. Si la sociedad sudafricana opera con respeto a ese sistema legal y judicial, estará garantizado. Pero en la práctica aún afronta desafíos porque es una de las sociedades más desiguales del mundo. Así que su legado solo estará garantizado cuando se cierre esa brecha de desigualdad, cuando estemos seguros de que cada ciudadano puede ejercer sus derechos plenamente. Hay un largo viaje hasta asegurarnos de que esos estupendos marcos institucionales se materialicen en la vida del día a día.
Hace años, usted decía que la primera parte de este siglo iba a ser asiática, y la segunda, africana. ¿Lo cree aún?
Se ha retrasado todo. Cuando lo dije había una oleada de democracia recorriendo el continente y signos palpables de cambio en la buena dirección. Algunas economías de África estaban entre las que más crecían en el mundo. Pero hoy no diría lo mismo, estamos viendo cómo vuelven los conflictos y hasta los golpes de Estado, que ya se habían desterrado del continente. Por desgracia, la realidad ha cambiado.
¿Y qué ha pasado? ¿Esta vez son sus propios errores?
La ola democrática ha dado marcha atrás y esto es resultado de una falta de un diálogo que incluya a los más agraviados. También nos hemos enfrentado a la infiltración del terrorismo, no todos los conflictos son necesariamente internos. Hay influencias externas en Nigeria, en Malí, en Burkina Faso… Incluso en el norte de Mozambique. Todo ello ha hecho más difícil continuar con el camino de prosperidad iniciado.
“El legado de Nelson Mandela en Sudáfrica está garantizado en términos legales, pero en la práctica aún afronta desafíos”
También había más mujeres en el poder en ese momento.
En África hoy la presencia de la mujer en los parlamentos está entre los niveles más altos del mundo, eso no va mal. Lo que va mal es el tema de los jóvenes. No tenemos suficiente sangre joven en los parlamentos o los gobiernos. Pero las mujeres lo han logrado y no por casualidad, sino porque las mujeres nos organizamos mucho mejor.
¿Qué espera del cambio climático? ¿Cree que es la gran causa de la migración hacia Europa?
También había migraciones masivas antes del impacto del cambio climático, sobre todo por la pobreza, pero está aumentando. Ha exacerbado la necesidad de muchísima gente de emigrar porque han perdido completamente su medio de vida. Y eso no es culpa de los gobiernos. Es la naturaleza, que está muy enfadada.
Es naturaleza, pero es obra de los dirigentes.
El mundo desarrollado ha levantado industrias que han interferido severamente con la naturaleza y ahora la naturaleza está enfadada. Y los que pagan el precio son los países más pobres de entre los pobres, en África y Asia. Aunque el cambio climático también afecta al mundo desarrollado, vosotros estáis mucho más protegidos y nosotros no lo estamos. Por eso el impacto es devastador. En Mozambique sufrimos en 2019 el peor evento debido al cambio climático jamás registrado en el hemisferio sur. No solo en África. ¡En todo el hemisferio sur!
Es hora de terminar y lo cierto es que la conversación ha ido añadiendo más problemas externos a los que África ha sumado a lo largo de la historia: al colonialismo, la esclavitud y la Guerra Fría se han sumado la pandemia, el calentamiento y el terrorismo islamista que llega de fuera. Un desafío titánico ante el que, sin embargo, ella no se rinde. Por el contrario, cuando le pregunto si le ha alcanzado el “afropesimismo” que ella siempre ha combatido, es clara: “Siempre soy optimista porque siempre veo lo bueno de las personas y de nuestra sociedad. Y aunque aún hay un largo trecho por delante, está ocurriendo algo muy positivo entre las mujeres y los jóvenes. El futuro de África está en estos dos grupos: mujeres y jóvenes. Necesitamos que estén en el poder y entonces todo será mejor”. Palabra de Graça Machel.