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En ruta por la costa mediterránea de Israel: de Tel Aviv a Nahariya con parada en Haifa

Los edificios de estilo Bauhaus y el barrio de Jaffa de la animada y cosmopolita ciudad, los restos de la ciudad romana de Cesarea a orillas del mar, Haifa y sus jardines colgantes o la Ciudad Vieja de Acre, declarada patrimonio mundial de la Unesco, trazan un viaje por el país que no se olvida de sus playas

Israel
Vista aérea de la antigua ciudad romana de Cesarea (Israel), a orillas del Mediterráneo.Samir Smier (Getty Images/iStockphoto)

Israel es un país con dos caras: la milenaria, que se asoma en Jerusalén y en otros muchísimos lugares históricos y arqueológicos, y otra mucho más moderna, que se deja ver en su costa mediterránea, con todo un despliegue de cultura playera, surf, copas al atardecer y partidos de matkot o frescobol (un juego de palas típicamente playero).

Todo el litoral israelí, el llamado Levante, desde Tel Aviv, al sur, hasta Acre, hacia el norte del país, se asoma a un Mediterráneo con muchos ecos del Levante español. Una zona perfecta para pasar unos días de playa a la sombra de lugares llenos de historia.

Encantos de Tel Aviv

Tel Aviv es la capital del Levante israelí y no puede ser más diferente a Jerusalén. Animada y cosmopolita, en este moderno “Manhattan del Mediterráneo” se practica como religión principal el hedonismo. En hebreo, Tel Aviv significa “colina de primavera”, y el nombre le viene que ni pintado a una ciudad que parece que siempre está inaugurando algo: nuevos restaurantes, hoteles, fiestas… Su mayor reclamo son sus playas, pero también hay otras citas interesantes para el viajero curioso, como la llamada Ciudad Blanca, el conjunto arquitectónico de estilo Bauhaus que es patrimonio mundial de la Unesco desde 2003. O como el histórico barrio de Jaffa (Yafo), con su patrimonio árabe; el tranquilo vecindario de Neve Tzedek, el más antiguo de la ciudad; o la moderna zona de Florentin, refugio de hípsters. Por toda la ciudad hay galerías de arte, museos militares o de historia sionista, restaurantes sofisticados, parques tranquilos o bares que ponen música a todo volumen… La ciudad no para, y en un país que presume de enclaves milenarios y de mirar al pasado, Tel Aviv presume de mirar al futuro.

La mejor manera de explorarla es a pie o en bicicleta, y es fácil pasearse por los barrios del centro, acercarse a las playas o dejarse caer por alguno de los muy buenos restaurantes. Y todo ello, comenzando por el centro, por lo que se conoce como Merkaz ha-Ir o Lev Ha-Ir, la zona que incluye los distritos más culturales y el paseo principal, el Rothschild Bulevar. También es esta la zona del mercado de Carmel o de las tiendas populares y cafés en Dizengoff St, Allenby St y King George St.

Pero si hay un sitio principal ese es la plaza Rabin, la plaza pública más grande de la ciudad. No le falta un estanque ecológico, en este caso lleno de flores de loto, una fuente que se ilumina por la noche y algunos cafés a su alrededor. Aquí es donde se celebran casi todos los grandes eventos, desde los festejos del Día de la Independencia en mayo hasta las manifestaciones y acampadas por la paz. Al norte, el Ayuntamiento podría parecer un viejo bloque comunista de la década de los sesenta (menos cuando está iluminado con láseres). En Ibn Gabirol St, al lado del Ayuntamiento, un pequeño monumento conmemorativo señala el lugar donde fue tiroteado en 1995 el primer ministro Isaac Rabin, quien da nombre a la plaza.

Ciudad Blanca: historias de la Bauhaus

A Tel Aviv se la llama también la Ciudad Blanca, aunque este nombre corresponde solo a unas calles muy concretas del centro, donde se concentran muchos edificios los años treinta de estilo Bauhaus. Esta zona es fácil de localizar por el estilo de sus edificios: líneas horizontales, tejados planos, muros blancos y la casi total ausencia de ornamentación.

La Bauhaus (fundada por el arquitecto Walter Gropius y más tarde liderada por Ludwig Mies van der Rohe) fue una escuela de arte y diseño que ejerció una gran influencia y estuvo en activo en las ciudades alemanas de Weimar, Dessau y Berlín de 1919 a 1933. Los nazis, que tachaban a este estilo de cosmopolita y degenerado, obligaron a la escuela a cerrar, pero sus ideales modernos llegaron a Palestina de manos de arquitectos judíos alemanes que huían de la persecución nazi. En los años treina, según Tel Aviv se estaba urbanizando (de acuerdo a un plan de finales de la década de 1920 del urbanista escocés sir Patrick Geddes), se construyeron unos 4.000 edificios de estilo Bauhaus de color blanco (la quintaesencia de la arquitectura moderna de mediados del siglo XX). De ellos, un millar figuran en el listado de la Unesco como un patrimonio a proteger.

Un edificio de estilo Bauhaus en el Rothschild Blvd, la la llamada Ciudad Blanca de Tel Aviv.
Un edificio de estilo Bauhaus en el Rothschild Blvd, la la llamada Ciudad Blanca de Tel Aviv.Alamy Stock Photo

En la actualidad, muchos de estos edificios se hallan en un estado lamentable (el calor y los vientos del desierto son poco compasivos con el hormigón), pero varios centenares ya han sido restaurados, cifra que va en aumento. Ejemplos magníficos pueden encontrarse en Rothschild Blvd y las calles que lo cruzan (como Mazeh St y Nahmani St) y en Bialik St (cerca del parque Gan Meir). Para los más curiosos, hay en la ciudad un Bauhaus Center y también se organizan circuitos Bauhaus, guiados y gratis (en inglés) para no perderse nada.

Un paseo por los barrios del sur

Si alguien llega a Israel pensando en encontrarse exclusivamente con referencias milenarias y arqueológicas se le van a romper los esquemas con solo unos días en los barrios de Tel Aviv, algunos de ellos de lo más moderno y vanguardista. Es el caso, por ejemplo, de los que quedan al sur del centro histórico, donde están algunos de los mejores mercados y muchos museos.

El mercado de Carmel (Shuk HaCarmel) es el más animado, y se podría decir que es el corazón de la ciudad y el polo opuesto de los anodinos centros comerciales y supermercados. Está junto al desaliñado barrio yemení, y conserva ese ambiente bullicioso y concurrido de los buenos mercados, donde los vecinos compran aceitunas, encurtidos, fruta, verdura o queso y los visitantes pueden también comprar accesorios de imitación o ropa de playa. Otro mercado interesante es el de las especias de Levinsky; es como un minibarrio de alacenas y tiendas, que se creó en la década de los veinte por inmigrantes de los Balcanes. Aquí es donde los chefs compran especias frescas, hierbas aromáticas, aceite de oliva y otras muchas exquisiteces.

Puesto de especias en el mercado de Carmel, en Tel Aviv.
Puesto de especias en el mercado de Carmel, en Tel Aviv.Alamy Stock Photo

En esta misma zona están algunos de los muchos museos de los que presume la ciudad, como el dedicado a Ben Gurion, en la que fue su casa, o el Museo de Arte de Tel Aviv, en un moderno y envolvente edificio y con una soberbia colección de arte impresionista y posimpresionista. En línea similar están el Museo Bialik, una bonita villa de los años veinte, o el Museo Rubin, dedicado al artista Reuven Rubin. Pero hay muchos más, como el Museo de la Hagana, que narra la formación y las actividades de esta organización paramilitar, o la Chelouche Gallery, una galería de arte contemporáneo instalada en la Twin House, un edificio neoclásico de los años veinte.

De lo antiguo a lo moderno

Hay otras dos zonas de necesaria visita. Una es Neve Tzedek, el primer barrio de Tel Aviv (se fundó en 1887), que tiene alma propia. Apartado del caos del resto de la ciudad, es un enclave bohemio donde el tiempo discurre con calma y una evocadora maraña de calles flanqueadas por bares, cafés y boutiques de artesanías, con viejas paredes de piedra. Uno de sus hitos es el centro de danza Suzanne Dellal, que fue la primera escuela que se abrió extramuros de Jaffa, y hoy es un espacio para festivales y eventos culturales. También aquí, en una calle tranquila y bucólica, se encuentra el Museo de Arte Nahum Gutman, que muestra la obra de un artista israelí del siglo XX que se convirtió en uno de los pintores e ilustradores de libros infantiles más famosos del país.

Otro de los barrios de moda en Tel Aviv es Florentin, llamado así en honor de David Florentin, un judío griego que compró esta zona en los años veinte. Hoy se ha convertido en el barrio artístico y chic de la ciudad, hogar de diseñadores, músicos, fotógrafos y grafiteros talentosos.

Días de playa

En verano, las playas de Tel Aviv se convierten en un verdadero lugar de encuentro. Son 14 kilómetros de arena dorada, divididos en diferentes secciones, cada una con su personalidad. Son playas de aguas limpias y bien preparadas, con el mismo ambiente de cualquier litoral mediterráneo.

El paseo marítimo y los rascacielos bordeando una de las playas urbanas de Tel Aviv.
El paseo marítimo y los rascacielos bordeando una de las playas urbanas de Tel Aviv.Rostislav Glinsky (Getty Images)

Playa Gordon es la principal, con tumbonas, heladerías, restaurantes y un gimnasio al aire libre; Playa Metzitzim es una bahía para familias, con una pequeña zona para que jueguen los niños; y la Playa Hilton incluye la zona (no oficial) para la comunidad LGTBI. También hay otra parte donde se pueden pasear perros (la única que admite canes de la ciudad) y un último sector que es el dominio de los surfistas. Y quedan otros arenales por ver y disfrutar, como Frishman, el más ancho de la ciudad; Bograshov, de los más populares, y la Playa Alma, probablemente la más moderna, con espectaculares vistas de Jaffa al otro lado del agua. En su popular restaurante Manta Ray se disfruta de cervezas Goldstar durante el Sabbat.

Para finalizar, se puede pasear por el puerto viejo, donde los fines de semana se concentran miles de personas. El paseo es amplio, de madera, con zonas de juegos y un mercado cubierto de productos agrícolas ecológicos.

Jaffa, independiente y árabe

Tel Aviv tiene muchas caras y una prueba está en Jaffa, un enclave independiente, con su propia historia antigua. Sus tres grandes atractivos son el mercadillo cercano a la emblemática Torre del Reloj (de 1903), su casco antiguo en lo alto de una colina y el centro comercial en el puerto viejo. Y al sur del centro histórico se puede añadir el barrio de Ajami, donde aún se pueden distinguir casas otomanas junto a destartaladas chabolas de pescadores.

Una de las calles del barrio de Jaffa, en la ciudad de Tel Aviv.
Una de las calles del barrio de Jaffa, en la ciudad de Tel Aviv.Alamy Stock Photo

En los últimos años se han dedicado muchos esfuerzos a reformar el casco antiguo de Jaffa de cara al turismo, aunque la auténtica baza de esta parte de la ciudad, el mercadillo, sigue bastante destartalada. Diseminado por un entramado de calles al sur de la Torre del Teloj, el muy querido pish-peshuk o shuk ha-pishpeshim está repleto de cafés tranquilos y variopintos puestos callejeros de ropa, objetos y muebles vintage. En las noches de verano, su zona principal es a veces escenario de actividades al aire libre y los jueves el mercado abre hasta tarde.

Pero el edificio más destacado de esta parte de la ciudad es sin duda el Monasterio de San Pedro, una preciosa iglesia franciscana de color crema de finales del siglo XIX sobre las ruinas de una ciudadela cruzada y aún lugar de culto activo.

El puerto, uno de los más antiguos del mundo, se mencionaba ya en la Biblia y en su tiempo fue el punto de llegada de peregrinos a Tierra Santa. Hasta hace pocas décadas, aquí era donde se almacenaban las famosas naranjas de Jaffa para exportarlas a todo el mundo, pero ahora es más un centro de recreo, con un paseo marítimo, restaurantes de pescado y tiendas.

Una escapada hacia el norte: Netanya y Cesarea

La autodenominada “Riviera israelí” está en Netanya, unos 30 kilómetros al norte de Tel Aviv. Es una ciudad con cierto aire a viejo pueblo vacacional, un frente marítimo y las playas más amplias y limpias de Israel. Antes era frecuentada por visitantes de la tercera edad (sobre todo franceses, británicos y rusos), pero ya empieza a llamar la atención también de los jóvenes que ven cierto encanto en su amplio paseo marítimo y sus conciertos al aire libre. Este es también uno de los reclamos playeros para los israelíes, por ejemplo por el larga arenal de 12 kilómetros que se va vaciando de gente conforme se aleja del centro urbano.

Vista de la ciudad costera de Netanya (Israel).
Vista de la ciudad costera de Netanya (Israel).Alexey Firsov (Getty Images/iStockphoto)

Otra playa espectacular es Mikhmoret, al norte de Netanya: kilómetros de dunas que orillan la costa mediterránea a la que acuden muchos israelís a volar cometas. Está cerca del parque nacional Alexander River, que se despliega con unas extensas dunas bancas y en sus someros riachuelos se cobija la mayor población de tortugas de caparazón blando del país, que aún se pueden contemplar desde el puente de la Tortuga.

En la costa norte de Israel la historia antigua asoma entre palmeras y las aguas azul intenso del Mediterráneo. En Cesarea, más al norte aún, las ruinas bien conservadas del ambicioso puerto de Herodes se alzan imponentes frente al mar. En la Antigüedad fue una importante ciudad portuaria que competía con Alejandría y Cartago. Su momento de gloria fue durante el reinado de Herodes el Grande, en tiempos de Augusto. Aquí vivió por ejemplo Poncio Pilato, y así lo dice la Biblia. Cesarea está hoy dividida entre la parte nueva y la antigua, y esta última forman el parque nacional de Cesarea.

El yacimiento arqueológico de la ciudad romana de Cesarea.
El yacimiento arqueológico de la ciudad romana de Cesarea.George Muresan (Cluj-Romania) (Getty Images/iStockphoto)

A pesar de los esfuerzos de varios conquistadores por mantener el puerto operativo, el tiempo y las guerras acabaron por imponerse. En el siglo XIV la mayor parte del lugar había desaparecido bajo las dunas cambiantes. Las excavaciones arqueológicas han dejado al descubierto impresionantes restos romanos, por lo que su recorrido es toda una inmersión en otros siglos: el Cardo (calle bizantina excavada), el yacimiento de una ciudad de los cruzados, la plataforma del templo de tiempos de Herodes, un antiteatro Herodiano, un hipódromo de 10.000 localidades donde se celebraban luchas de esclavos y prisioneros contra animales salvajes y carreras de cuadrigas en una pista en forma de U, además de palacios de época romana e incluso un teatro, el más antiguo de Israel.

Haifa y sus jardines colgantes

La ciudad más grande de esta zona de Levante es Haifa, un animado puerto que se extiende a lo largo del monte Carmelo, poblada por judíos y árabes, con unos jardines colgantes y una animada vida cultural y nocturna. También vale la pena reservar tiempo para las grutas marinas de Rosh HaNikra o una dorada playa de Akhziv.

En Haifa, la elegante Colonia Alemana, el abigarrado barrio árabe-cristiano y la bohemia Masada St le añaden su propio carácter a esta caleidoscópica ciudad portuaria. Por encima del intenso tráfico y el ajetreo del puerto destaca su atracción más famosa: el santuario y los jardines colgantes tropicales de Haifa. Los jardines colgantes de Haifa o Bahaíes son especialmente llamativos: se extienden por 19 empinadas terrazas hasta un santuario con cúpula donde descansan los restos del profeta-mensajero de la fe bahaí (con unos seis millones de seguidores en todo el mundo). Son la principal atracción de la ciudad, cuyo ambiente puede pasar de relajado a trepidante en un santiamén, y fueron diseñados en las laderas del monte Carmelo entre 1989 y 2001. Increíblemente simétricas y bien cuidadas, las terrazas tienen un porte noble, con fuentes, parterres de flores, águilas de piedra, setos recortados con forma de estrella de ocho puntas e inmaculadas zonas de césped. Los jardines se iluminan por la noche para ofrecer consuelo espiritual al Bab por los años que pasó a oscuras en la cárcel. Desde la Colonia Alemana hay excelentes vistas.

Las vistas de Haifa de los jardines colgantes tropicales de la ciudad israelí.
Las vistas de Haifa de los jardines colgantes tropicales de la ciudad israelí.kolderal (Getty Images)

Bajo los Jardines Bahaíes, la avenida Ben Gurion está flanqueada por hermosas casas del siglo XIX de inclinados tejados rojizos y citas en alemán de la Biblia sobre las puertas. Esto es la Colonia Alemana, establecida en 1868 por los templarios (no hay que confundirlos con los caballeros de las Cruzadas), secta protestante pietista del suroeste de Alemania que buscaba acelerar el segundo advenimiento de Jesús en Tierra Santa. En las últimas décadas del siglo XIX, los templarios fundaron varias colonias en Palestina, y a ellos se les atribuye la mejoría de los métodos de transporte, tecnología y agricultura locales. El lugar impresionó a Baha’ullah, fundador de la fe bahaí, y hasta recibió la visita del káiser alemán Guillermo II en 1898. Los templarios vivieron aquí hasta 1939, cuando los británicos los detuvieron por ser extranjeros enemigos (muchos se habían unido al partido nazi en la década de 1930); más tarde, la mayoría serían deportados a Australia.

Para encontrar la atmósfera del antiguo Oriente Próximo que todos los viajeros buscan hay que ir a Wadi Nisnas, un barrio de callejuelas y mercados con aspecto de aldea, habitado principalmente por árabes cristianos y situado en un pequeño valle entre Hadar y la Colonia Alemana. El contrapunto lo pone precisamente un barrio como Hadar, en la falta del monte Carmelo: es la ciudad jardín construida en los años veinte y treinta del pasado siglo con edificios estilo Bauhaus. Y para ver todo desde arriba, solo hay que subir a la Torre Eshkol, diseñada por Oscar Niemeyer en 1978. Un ascensor lleva hasta el mirador en la planta número 30 de este rascacielos, que corona la Universidad de Haifa, con unas vistas excepcionales.

La Ciudad Vieja de Acre

Visitada por Marco Polo de cami­no a China, Acre rebosa de historia medieval y otomana. En una península que se adentra en el Mediterráneo, siglos de historia se apilan en las murallas de los cruzados y esbeltos minaretes y pintadas cúpulas y de las iglesias que se elevan por encima de las murallas alisadas por los vientos marinos. Estos baluartes de piedra y profundos fosos son los mismos que dieron la bienvenida a Marco Polo hace 750 años.

La Ciudad Vieja de Acre fue declarada patrimonio mundial por la Unesco en el 2001. El olor a café, especias y pescado frito inunda los laberínticos mercados, y sus zigzagueantes callejones hacen que los visitantes se pierdan. Se aconseja guardar el mapa y rendirse a su enmarañado encanto. Desde el fuerte de Burj Al Commander se tienen unas fantásticas vistas de la ciudad. Desde allí, el paseo por la muralla terrestre se erige el Burj Al Karim, también conocido como fuerte Británico. Pero además de sus fuertes y sus murallas, su mayor atractivo son las Salas de los Caballeros, con sus impresionantes bóvedas de piedra. Al pasear por estas reverberantes estancias es fácil imaginar a aquellos caballeros medievales y evocar los sonidos y olores de la vida en la ciudadela, construida hace 800 años por la orden monástica de los caballeros hospitalarios.

Vista del puerto de Acre y, al fondo, la silueta de la mezquita de Al-Jazzar.
Vista del puerto de Acre y, al fondo, la silueta de la mezquita de Al-Jazzar.Didier Marti (Getty Images)

Y hay también presencia árabe: la elegante silueta de la mezquita de Al-Jazzar, con su cúpula verde y esbelto minarete con 124 escalones, domina el extremo norte de la Ciudad Vieja. Y dando un salto en el tiempo, las historias de resistencia continúan en el Museo de los Prisioneros de los Movimientos, dedicado a la resistencia de la armada judía durante el mandato británico. Este curioso museo ocupa una enorme estructura que los turcos construyeron a finales del siglo XVIII sobre unos cimientos de los cruzados del siglo XIII, y que tanto otomanos como británicos usaron como cárcel. Los otomanos también encerraron aquí a Baha’ullah, fundador de la fe bahaí, a finales del siglo XIX. Su celda, lugar sagrado para los bahaíes, solo está abierta a peregrinos de esa fe.

Nahariya y el país utópico de Akhzivland

Hermanada con Miami Beach, en Florida (EE UU), puede que Nahariya no brille tanto como su homóloga estadounidense, pero es muy popular entre los amantes del sol. Fundada por refugiados alemanes judíos en 1935, esta localidad israelí recuerda a un complejo turístico costero centroeuropeo de entreguerras. Pero aquí la historia no está muy lejos. Al norte, las bonitas ruinas del castillo de Montfort explican la historia de una familia noble, los De Milly, de tiempos medievales. Se puede llegar hasta él en una agradable excursión a pie.

Eli Avivi, retratado en 2006 frente al museo de Akhzivland.
Eli Avivi, retratado en 2006 frente al museo de Akhzivland.Alamy Stock Photo

Y siguiendo hacia el norte atravesaremos Akhziv, que es como se conoce a la franja costera entre Nahariya y Rosh Hanikra, un parque nacional con grandes prados y también con vestigios de un puerto fenicio y una pequeña playa poco profunda ideal para las familias. Esta costa tiene un enorme encanto, tan irresistible que en 1971 el activista Eli Avivi lo declaró el Estado independiente de Akhzivland, y con ideario utópico-hippy que llegó a atraer a visitantes famosos, como Sofia Loren en la década de los sesenta. Cuando el Gobierno decidió crear el parque nacional de Akhziv, Avivi se negó a abandonar sus tierras, que fueron cercadas cortándole el paso hasta su amada playa. Como respuesta, él renunció a la ciudadanía israelí y así nació Akhzivland, que cuenta con sellos de pasaporte y su propia bandera con una sirena. Hay que llamar con antelación para alojarse en una de las habitaciones o acampar en el patio.

Avivi, actualmente un octogenario, todavía da la bienvenida a los visitantes en su frondoso complejo. La atracción principal es un extravagante museo con antigüedades, maniquís disfrazados, esqueletos de animales y recortes de periódicos y vídeos (solo en hebreo) sobre este territorio.

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