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Jerusalén, la ciudad extramuros

El pulso de la vida diaria se toma en barrios como Montefiore o Nachlaot. El zoco de Mahane Yehuda, la cinemateca y el centro de ocio de la vieja estación son otros puntos de interés

Terraza del hotel Notre Dame, en Jerusalén.
Terraza del hotel Notre Dame, en Jerusalén.

Gran parte de los viajeros que llegan a Jerusalén acuden en enjambres a la Ciudad Vieja (1), recinto sagrado para las tres religiones monoteístas. Sin duda hay mucho para ver y aprender tanto entre sus murallas como en el monte de los Olivos (2), pero también merece la pena dedicarle un día entero a la Jerusalén extramuros. Aquí van algunas propuestas.

9.00 Desayuno con ‘shakshuka’

Pocas experiencias proporcionan más satisfacción a un viajero que encontrar un lugar acogedor escondido entre callejuelas. Por eso es tan agradable entrar en la librería-café Tmol Shilshom (3) a desayunar en serio. En un edificio de más de 150 años se encuentra esta librería internacional que debe su nombre a una de las novelas del premio Nobel israelí S. Y. Agnón, Ayer y anteayer. En el menú sorprende ver una sección entera dedicada al delicioso plato llamado shakshuka, primo israelí del pisto o la ratatouille.

javier belloso

10.00 Macetas en las fachadas

Jerusalén es muy pateable, tanto por su arquitectura como por su paisaje humano pintoresco y variado. Para obtener el codiciado sabor local, empecemos por el barrio de Nachlaot, tomando la peatonal Ben Yehuda desde la librería hasta llegar a la calle Betsal’el (4). En el barrio, construido alrededor de 1870 para descongestionar la Ciudad Vieja, entenderemos el color arenoso de la piedra típica jerosolimitana —así de complicado es el gentilicio de la ciudad— y su religiosidad, pues hay más de 100 sinagogas en este amasijo de callecitas estrechas, cuestas empinadas y macetas en las fachadas.

11.00 Batido de higo y nuez

Jerusalén, como tantas ciudades de Oriente, cuenta con un zoco bullicioso. Su shuk, como se conoce en hebreo, es Mahane Yehuda (5) y responde perfectamente a la idea de mercado oriental que tenemos en mente. Aquí están representadas culinariamente todas las comunidades residentes en la ciudad, de ahí que no nos sorprenda ver productos etíopes, pescados ahumados de tradición europea y la halva, el turrón de sésamo con mil sabores (dátiles, café, chocolate…). En cuanto a zumos y batidos, hay que visitar el concurrido puesto de Uzi-Eli y atreverse con su batido de higo, plátano, nuez, coco y un toque de tahini.

Además del Hospicio Austriaco, la terraza del hotel Notre-Dame es un lugar con fabulosas vistas de la ciudad
12.30 La iglesia Etíope

Por más que estemos fuera de la Ciudad Vieja, es imposible eludir la presencia de lo espiritual en Jerusalén. Hacerlo sería traicionar su esencia, así que toca visitar un templo singular: la iglesia Etíope (6). Al subir por Ha-Nevi’im nos toparemos con Ethiopia Street, una calle diminuta en cuyo número 10 se levanta esta iglesia de rito cristiano construida en 1893. Frente a ella encontramos la casa natal de Eliezer Ben Yehuda (7), el lingüista que resucitó la lengua hebrea para su uso diario en Israel y que da nombre a avenidas y plazas de todo el país.

13.30 Hojas de parra y arroz

En Jerusalén también existen las fondas de comida casera. Para llegar a una de las más tradicionales hay que volver hacia el shuk. Allí cerca, en el 68 de la calle Agripas, se encuentra Hashlosha (8), un restaurante familiar cuyos dueños elaboran hojas de parra rellenas de arroz a la vista de los comensales. La sopa kubba, con sus bolas de carne picada y su color rojizo debido a la remolacha, nos recuerda que Jerusalén siempre fue una ciudad de inmigrantes; buscarle el origen a los platos del menú puede ser un juego de mesa entretenido.

Vista de la Ciudad Vieja de Jerusalén, con la cúpula de la Roca, monumento islámico del siglo VII.
Vista de la Ciudad Vieja de Jerusalén, con la cúpula de la Roca, monumento islámico del siglo VII.THOMAS COEX

14.30 Manuscritos del Mar Muerto

Si hay que elegir un único museo que visitar, no hay lugar a dudas: el Museo de Israel (9) es el candidato idóneo. Al ala arqueológica y de las exposiciones temporales se suma un terreno anexo con una escultura emblemática de Anish Kapoor y otro edificio que conserva los manuscritos del Mar Muerto: el Santuario del Libro (10). Célebre obra de los arquitectos Armand P. Bartos y Frederick J. Kiesler, su aspecto puede hacernos pensar en un platillo volante, pero en realidad emula la forma de las vasijas donde se hallaron estos textos sagrados.

16.00 Donde nació san Juan

Seguimos en la colina de Givat Ram, en cuyo entorno también se halla el Knesset (11), la sede del Parlamento de Israel, que ofrece visitas guiadas. Si queremos desplazarnos, es recomendable tomar un taxi para, por ejemplo, acercarnos a Ein Karem, uno de los barrios del extrarradio de Jerusalén. La tradición cristiana también tiene aquí algunos de sus puntos neurálgicos: uno de ellos es el lugar de nacimiento de Juan el Bautista (St. John BaHarim), pero una vez recorrido lo que parece una iglesita rural franciscana podemos seguir por este encantador barrio con aspecto de aldea, donde abundan los granados y los cafés con terraza donde sentarse a gozar de una calma poco frecuente en esta ciudad.

Dos integrantes del grupo de artista urbanos Prizma Ensemble durante una 'performance' en un tranvía de Jerusalén.
Dos integrantes del grupo de artista urbanos Prizma Ensemble durante una 'performance' en un tranvía de Jerusalén.AMIR COHEN

18.00 Desde las azoteas

Seguramente alguien nos habrá recomendado acudir al Hospicio Austriaco (12) para admirar desde su azotea las legendarias vistas de la Ciudad Vieja y de Jerusalén Este, pero para evitar las aglomeraciones también tenemos la terraza del hotel Notre Dame (13) (Paratroopers Road, 3). En lo alto de este edificio se halla un restaurante con fabulosas vistas.

20.00 Un edificio inesperado

El valle situado entre la Ciudad Vieja y el barrio de Montefiore nos depara la sorpresa de un edificio inesperado: la Cinemateca (14) (Hebron Road, 11), con una programación que es un imán para los visitantes. Para terminar bien el día visitamos la vieja estación de tren de Jerusalén —First Station (15)— (David Remez Street, 4), restaurada como centro de ocio.

Mercedes Cebrián es autora del libro de poemas Malgastar (La Bella Varsovia).

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