Tres razones para enamorarse de Croacia: Dubrovnik, Split y Trogir
Ciudades amuralladas, coquetos cascos históricos, ruinas romanas, palacios medievales y playas de aguas cristalinas representan el alma de tres de los enclaves más emblemáticos del país de las mil islas. Te contamos qué ver en cada uno y cómo recorrerlos
El país de las mil islas sorprende desde que se cruzan sus serpenteantes carreteras flanqueadas por paisajes marítimos. Croacia, dividida en tres regiones —la costa adriática, la zona montañosa del interior y la llanura de Panonia—, destaca por su diversidad geográfica. Pero su riqueza no se limita a la naturaleza. Su patrimonio también es reconocido por la herencia histórica que dejaron a su paso los imperios romano, veneciano y austro-húngaro.
Mi recorrido por las joyas del Adriático se enfocó en tres ciudades clave del país europeo: Dubrovnik, Split y Trogir, destinos que, como fanática de Juego de tronos, me transportaron a los escenarios icónicos de esta exitosa serie de HBO que las eligió como locaciones.
Dubrovnik: la ciudad amurallada que domina el Adriático
Si hay un lugar que simboliza la grandeza de la costa croata ese es Dubrovnik. Conocida como “la perla del Adriático”, esta joya fortificada es merecidamente uno de los destinos más visitados del país. Al entrar por la Puerta de Pile es fácil maravillarse con lo bien preservado que está su casco antiguo —patrimonio mundial de la Unesco desde 1979—, abrazado por murallas que transportan a siglos pasados. La antigua República de Ragusa asombra con su primera carta de presentación: la calle Placa (Stradun), su avenida más bonita y que comunica las dos puertas de la ciudad.
Mi visita comenzó con un tradicional guiso marinero llamado gregada, un platillo croata que se prepara en toda la costa del Adriático. Esta delicia consta de pescado, langostinos, vieras, cigalas y mejillones cocidos en vino blanco y aceite de oliva. Lo degusté en Pupo Tavern, un restaurante ubicado en un encantador callejón del casco histórico. Después de satisfacer el paladar, caminé entre callejones de piedra que me condujeron a la plaza de Luža, en donde se encuentra el Palacio Sponza, un ejemplo destacado del estilo gótico renacentista que sirvió como casa de moneda y armería. A unos pasos se encuentra la iglesia de San Blas, diseñada en el siglo XVIII por el arquitecto Marino Gropelli, y al final de la calle Stradun espera la Gran Fuente de Onofrio, una obra arquitectónica de piedra encargada de abastecer la ciudad de agua potable.
La mayor sorpresa llegó al subir sus murallas y contemplar las impresionantes vistas panorámicas del Adriático. Un lugar imprescindible es el fuerte de San Lorenzo (Lovrjenac, en croata), una fortaleza de piedra situada en lo alto de una colina, a casi 40 metros sobre el nivel del mar, que en su momento sirvió como bastión defensivo. Otras excelentes opciones para disfrutar de buenas vistas es explorar la fortaleza Revelin, una construcción militar del siglo XVI, o bien subir en el teleférico para admirar la puesta de sol desde lo alto de la colina.
Para aprovechar al máximo la ciudad, es recomendable adquirir la Dubrovnik Card. Esta tarjeta, creada por la Oficina de Turismo de Dubrovnik, ofrece transporte gratuito y acceso con descuento a los monumentos, murallas, galerías y museos más importantes. La versión de un día cuesta 22 euros y puede comprarse directamente en la Oficina de Turismo ubicada en el casco histórico o también se puede comprar online. Si la estancia es de más de un día, es una gran idea contratar alguna excursión, como un recorrido por los escenarios de Juegos de tronos o un tour en kayak al atardecer; esta última actividad te permitirán admirar la ciudad desde la costa y explorar la isla de Lokrum. Empresas como Civitatis organizan este par de experiencias.
Split: la vitalidad urbana junto al legado romano
Si Dubrovnik es la reina medieval de Croacia, Split es el corazón vibrante de la costa del mar Adriático. Situada en la región de Dalmacia Central, esta ciudad es un lugar donde el pasado susurra en cada rincón. Durante el día aprecié su arte y construcciones romanas, y al caer la noche disfruté del ambiente festivo de sus terrazas. En la entrada de la ciudad destaca la estatua de bronce de Grgur Ninski (Gregorio de Nin), un obispo que defendió la lengua croata ante la Iglesia católica y que es considerado un héroe local.
Cruzar la Puerta Dorada (también llamada la Puerta Aurea) es el primer paso para explorar las callejuelas entramadas de su casco antiguo —también patrimonio de la Unesco—, que te conducen al Palacio de Diocleciano. Este complejo, de la época romana, marcó la fundación de la ciudad entre los siglos III y IV y fue construido por mandato del emperador Diocleciano, quien lo habitó después de su retiro de la vida política. El peristilo, la plaza central de este palacio, impacta por sus columnas, escalones y restos de antiguos templos romanos. Este lugar es el preludio de una residencia adornada con mármoles italianos y esfinges egipcias. Otra visita obligada son los Sótanos del Palacio de Diocleciano, que conectan el peristilo con la Puerta de Bronce, una galería excelentemente conservada.
Vale la pena visitar también la catedral de San Domnius, famosa por su altar ornamentado, y subir al campanario de estilo románico-gótico para disfrutar de la panorámica de Split. La entrada al recinto cuesta 15 euros y los boletos se pueden adquirir en las oficinas de la plaza principal. A pocos pasos de la plaza central se encuentra el Templo de Júpiter, dedicado al antiguo rey de los dioses romanos, y al lado, la famosa calle Let Me Pass, una de las más estrechas del mundo. Al cruzar este angosto pasillo, se llega a la plaza del Pueblo, rodeada por palacios de familias nobles y adornada por el Ayuntamiento de estilo gótico.
Deambular por las calles del casco histórico es una experiencia gratificante. Y, mientras caminas, no pasa por alto el museo de Juego de tronos, que alberga la cabeza del dragón Drogon y cinco salas temáticas con objetos utilizados en la grabación de la serie.
El mar de esta ciudad es otro de sus encantos. Vale la pena dedicar una tarde a disfrutar de playas como Bacvice o Firule. Además, frente a su costa se encuentran islas idílicas como Korčula, Brač y Hvar, accesibles en velero o catamarán. Además de arenales cristalinos, estas islas se distinguen por sus castillos y ciudades medievales. Empresas como Krilo ofrecen salidas regulares en catamarán.
Trogir: el secreto mejor guardado de la costa dálmata
Algunas fotografías en redes sociales logran cautivarte y despertar sueños. Eso me sucedió al ver una imagen de la majestuosa plaza Juan Pablo II, en el corazón de Trogir. Sus fachadas de piedra blanca, la imponente catedral de San Lorenzo y las terrazas que la rodean forman un cuadro medieval que roza la perfección. La impresionante portada de su catedral es una obra maestra del maestro Radovan y su Torre del Reloj, de 47 metros de altura, es un mirador excepcional.
Trogir es una de las ciudades más hermosas de la región dálmata, cómo no también declarada patrimonio mundial de la Unesco en 1997. Fundada en el siglo III antes de Cristo, destaca por su arquitectura románica y renacentista, perfectamente conservada. La Puerta Norte, principal acceso desde la época medieval, fue mi punto de partida para explorar los adoquinados callejones de su casco antiguo. Justo al cruzar esta puerta se encuentra el antiguo Palacio Garagnin-Fanfogna, que alberga el Museo de Trogir, una excelente oportunidad para conocer la historia de este lugar desde la prehistoria hasta la actualidad.
Antes de seguir disfrutando mi recorrido hice una parada en Kamerlengo, un restaurante especializado en productos del mar. Aquí disfruté un platillo con pescado, calamares y pulpo. Con las fuerzas recargadas, mi camino continuó al castillo de Camarlengo, una fortaleza construida durante la dominación veneciana que funcionaba como cuartel militar y refinería de aceite de oliva. No podía faltar la Torre de San Marcos, que conectaba las murallas de la ciudad y que hoy regala impresionantes vistas panorámicas. Para finalizar el día, recorrí el paseo marítimo, lleno de bares y restaurantes, perfectos para disfrutar de una copa de vino y despedir el sol. Para hacer una visita más intencional, sugiero hacer un tour guiado de un día.
Esta tríada de ciudades resultó ser la combinación perfecta para descubrir lo mejor de Croacia. Un viaje en el que la historia, la arquitectura y los impresionantes paisajes costeros me dejaron completamente cautivada.
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