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Nueve razones para enamorarse de Dubrovnik

Laberínticas callejuelas de mármol, imponentes murallas lamidas por las olas del Adriático, fastuosos palacios y los placeres de la costa de Dalmacia. Claves para disfrutar de esta mágica ciudad croata

Vista del casco antiguo de Dubrovnik, en Croacia, con la isla de Lokrum y el mar Adriático de fondo.
Vista del casco antiguo de Dubrovnik, en Croacia, con la isla de Lokrum y el mar Adriático de fondo.Cheryl Ramalho (getty)

Probablemente, todo viajero sueñe con asomarse, algún día, a la costa dálmata desde las murallas de Dubrovnik, una auténtica fantasía medieval que los seguidores de Juego de tronos ubican, seguramente, entre los mejores escenarios de la serie para visitar. La localidad croata es una auténtica ciudad monumento, rodeada de impresionantes murallas defensivas cuya base se sumerge en el transparente mar Adriático.

Más información
en la nueva guía 'Dubrovnick y la Costa Dálmata de cerca', de Lonely Planet, y en lonelyplanet.es

Pequeña, encerrada en sí misma, el turismo ha sido su salvación y quizá también puede ser su condena —no hay crucero por el Mediterráneo oriental que no haga escala aquí—, pues miles de visitantes recorren cada día sus calles de mármol, sus laberínticos callejones y Placa, la fabulosa calle principal. Muchos alternan el paseo con alguno de sus muchos museos, especialmente el Palacio del Rector, mientras otros suben (en teleférico) hasta la cima del monte Srd o curiosean por los barrios glamurosos de Ploce y Viktorija. Son menos los que rematan la visita con un baño en la playa Sveti Jakov. Eso sí, no hay nadie que no salga impresionado por la ciudad croata. 

Panorámica de las murallas y el centro histórico de Dubrovnik, en la costa de Dalmacia (Croacia).
Panorámica de las murallas y el centro histórico de Dubrovnik, en la costa de Dalmacia (Croacia).Sasipa Muennuch (getty)

1 A pie por las murallas

El gran atractivo de Dubrovnik es pasear por sus murallas. Puede ser arduo en verano, debido al calor y a que tienen pocos lugares donde refugiarse del sol. Además, suele haber colas, pero merece la pena. Son el elemento arquitectónico que mejor define a la ciudad; muros imponentes al pie (literalmente) del mar que envuelven el centro histórico. Desde el agua, el color gris rosáceo de esta masa de piedra contrasta con el intenso azul del Adriático, pero desde lo alto, desde el adarve, sorprende el laberinto de calles de mármol que se extiende tras ellas, jalonado por las torres de las iglesias y los tejados de terracota.

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Las murallas son la razón de ser de esta ciudad, que se apoyó en sus orígenes en la protección natural de los acantilados rocosos que permitió a los refugiados de la ciudad romana de Epidauro (la actual Caytat) asentarse aquí en el siglo VII. Estos muros resistieron asedios en diversos momentos de la historia, reforzados continuamente con fortificaciones hasta completar una barrera de piedra de dos kilómetros de largo y 25 metros de alto. El fuerte de Minceta protege el extremo que da a tierra, mientras que los de Bokar y San Lorenzo, al oeste, defendían el extremos que da al mar. Los baluartes de Revelin y San Juan custodiaban el lado oriental y el puerto viejo. Los dos accesos históricos a la ciudadela son las puertas de Pile, al oeste, y Ploce, al este, ambas con puentes levadizos que se izaban al atardecer, cuando se cerraban las puertas y se entregaban las llaves al rector, hasta su apertura a la mañana siguiente. En 1907 se abrió un tercer acceso, la puerta de Buza, en la muralla norte.

Recorrer las murallas no es gratis. Hay que sacar una entrada (unos 27 euros) y recorrerlas (obligatoriamente) en sentido contrario a las agujas del reloj. La panorámica del casco antiguo y el resplandeciente Adriático merece la pena, pero también detenerse en los patios y jardines ocultos que no se ven paseando por sus calles. El punto culminante del paseo es el fuerte de San Juan, enorme fortaleza del siglo XVI, anclada sobre otra fortaleza más antigua. Es uno de los varios fuertes que jalonan la fortificación: en el otro extremo de la ciudad, está el fuerte de San Lorenzo, con unas vistas fabulosas del casco antiguo y un gran patio que acoge obras de teatro y conciertos en verano, y el más grande es el fuerte Revelin, fuera de las murallas, una elaborada estructura defensiva, que además es el que defiende el puente viejo.

La calle Stradun, en el casco antiguo de Dubrovnik.
La calle Stradun, en el casco antiguo de Dubrovnik.ROSA LAZIC (getty)

2 Paseo entre calles de mármol

Al bajar de la muralla se descubre un casco histórico compacto y bien conservado. Entre 1991 y 1992, Dubrovnik fue bombardeada con más de 2.000 proyectiles que causaron muertes y numerosos daños —el 68% de los edificios del centro histórico resultaron afectados—, aunque actualmente la ciudad ya restaurada luce con casi todo su esplendor original. El eje de todo es la calle Stradun (también conocida como Placa), en torno a la que se distribuyen las mejores tiendas, los restaurantes y también los turistas y artistas callejeros. La calle, de más de 300 metros de largo, divide el casco antiguo en dos, aunque originalmente fue un canal, desecado en el siglo XIII. Después de un devastador terremoto en 1667, Dubrovnick comenzó a reconstruirse alrededor de esta calle y debido a eso actualmente encontramos edificaciones del siglo XVII a lo largo de toda la vía.

La visita imprescindible aquí es el palacio del Rector, del siglo XV, donde se alojaba el gobernante de la ciudad. Este palacio gótico-renacentista albergaba los aposentos privados del rector, las oficinas administrativas y también una mazmorra. Actualmente es la sede del Museo de Historia Natural. Entre los edificios palaciegos que conserva la ciudad —la mayoría quedaron destruidos en el seísmo del siglo XVII—, se encuentra el palacio de Sponza, que fue aduana, casa de la moneda, erario, arsenal y banco, y que hoy presenta una mezcla de estilos bastante curiosa. También se mantienen en pie varias iglesias y monasterios, como la catedral de la Asunción, barroca pero levantada sobre una antigua basílica del siglo VII, o la iglesia de San Blas, también barroca.

Entre los museos de Dubrovnik destaca el curioso Love Stories Museum, alegre contrapunto al popular museo de las Relaciones Rotas de Zagreb. Aquí se intenta llegar a la fibra sensible del visitante con historias románticas, leyendas locales, escenas sentimentales de películas y canciones de amor, aunque lo mejor es su colección de objetos con valor sentimental donados por gente corriente y las historias que hay detrás. La otra visita que casi nadie se suele perder es la galería War Photo Limited, con exposiciones sobre la guerra de los Balcanes. 

Teleférico a la cima del Srd, en Dubrovnik (Croacia).
Teleférico a la cima del Srd, en Dubrovnik (Croacia).getty images

3 Duvrovnik desde el aire

El teleférico al monte Srd traslada a los viajeros desde el norte de las murallas hasta la cima en menos de cuatro minutos. Es toda una experiencia: desde 412 metros de altura el casco antiguo de Dubrovnik se muestra más surrealista de lo habitual y parece una maqueta a escala o la ilustración de un libro. Las vistas abarcan toda Dubrovnik y Lokrum, con las islas Elafiti en el horizonte. Su estratégica posición hizo que fuera un objetivo bélico clave durante la guerra de la década de 1990.

Cuando se construyó el teleférico, en 1969, fue el primero de su clase en el Adriático. La gran cruz contigua al edificio de la estación superior, esculpida con la famosa piedra blanca de la isla de Brac, se erigió en 1935 pero el teleférico y la cruz actuales son réplicas de los originales, destruidos en 1991 durante el asedio de Dubrovnik. El edificio de la estación superior alberga un restaurante, una tienda de recuerdos, aseos y una plataforma de observación con telescopios. Para obtener las mejores vistas, lo mejor es colocarse en el extremo del teleférico que da a la ciudad. Las vistas desde el Restaurante Panorama, en la estación superior del teleférico, son insuperables, aunque el restaurante no es barato.

Hay una alternativa gratuita al teleférico: seguir el viacrucis, que empieza en la carretera por encima del casco antiguo. Lleva cerca de una hora recorrer el camino de subida, bordeado de relieves de latón que ilustran las 14 estaciones del viacrucis. Una vez arriba, hay que visitar la exposición Dubrovnik en la Guerra de la Patria (así se conoce en Croacia a la guerra de los Balcanes de la década de 1990), instalada en el ruinoso Fuerte Imperial napoleónico (completado en 1812), cerca de la estación, y dedicada al asedio de la ciudad; al conservar el control de este baluarte, las tropas locales ayudaron a que la ciudad no fuera tomada. Las exposiciones ofrecen un punto de vista parcial, pero también una exhaustiva cobertura de los acontecimientos.

Playa de Sveti Jakov, a las afueras de Dubrovnik.
Playa de Sveti Jakov, a las afueras de Dubrovnik.Falco Ermert (flickr)

4 Ploce y Viktorija, la otra cara de Dubrovnik

Estos dos barrios al este de la ciudad amurallada acogieron lujosos hoteles y villas en las décadas de 1920 y 1930, explotando las espectaculares vistas del casco antiguo y algunas bonitas playas. Al pasear por la carretera que bordea la costa se otea esta lujosa zona de Dubrovnik. Aquí encontraremos restaurantes y pizzerías con terraza, y también modernas tiendas de diseño croata, como Kawa, galerías y centros de arte; por ejemplo, el Centro Lazareti, instalado en un complejo de edificios y patios históricos levantados entre 1590 y 1642 como centro de cuarentena para proteger a la ciudad de la peste. Ahora alberga exposiciones de arte, cine, noches de discoteca, música en directo y danza tradicional. Como colofón se puede visitar el Museo de Arte Moderno, una galería interesante por su arquitectura y las vistas desde su terraza de esculturas, pero sobre todo por su excelente colección de arte croata. Construida en la década de 1930 como residencia para un naviero de Dubrovnik, incluye elementos modernistas a la vez que hace un guiño a la arquitectura gótica y renacentista del casco antiguo. El paseo puede terminar —pasando ante las casas más lujosas de la ciudad— en la playa Sveti Jakov, desde donde contemplar cómo se pone el sol por encima del casco antiguo de Dubrovnik.

La isla de Lokrum, frente a la ciudad croata de Dubrovnik, en la costa de Dalmacia.
La isla de Lokrum, frente a la ciudad croata de Dubrovnik, en la costa de Dalmacia.Chris Winsor (getty)

5 Escapada a Lokrum

Dejar atrás las aglomeraciones del casco antiguo de Dubrovnik es sencillo: basta con subir a bordo del ferri que, en unos 10 minutos, lleva hasta la isla de Lokrum, habitada por pavos reales y otras 150 especies de aves. Se trata de una reserva natural protegida cubierta de bosques de encinas, fresnos negros, pinos y olivos, y muy popular para darse un baño, aunque las playas son de roca.

Un pavo real en la isla de Lokrum, en Dubrovnik.
Un pavo real en la isla de Lokrum, en Dubrovnik.Anastasia Zadorozhna (getty)

Además, hay visitas interesantes, como el monasterio medieval benedictino ubicado en el centro de la isla. Se cree que los primeros monjes se instalaron aquí a principios del siglo X, y los últimos fueron expulsados en 1799, cuando la República de Ragusa (desaparecida en el siglo XIX) decidió vender el islote. Finalmente, Lokrum fue a parar a manos del archiduque austriaco Fernando Maximiliano, futuro emperador de México, que se hizo construir una villa de verano dentro del complejo monástico en la década de 1860. Maximiliano fue el responsable de recuperar el fabuloso jardín del claustro y de crear un bonito jardín botánico con grandes agaves y exóticas palmeras. Uno de los edificios del monasterio acoge una exposición sobre la historia de la isla, que incluye referencias a Juego de tronos, incluida una réplica del Trono de Hierro donde el viajero puede sentarse para hacerse una foto. Los seguidores de la serie podrán reconocer en el jardín del claustro el escenario de la recepción de Daenerys en Qarth. En el punto más elevado de la isla (97 metros) se ubica una fortificación circular levantada por las tropas de Napoleón poco después de apoderarse de Dubrovnik, en 1806, y desde cuya azotea se disfrutan vistas hacia el casco antiguo de la ciudad adriática.

Lokrum está rodeada de salientes rocosos planos y los visitantes suelen conformarse con encontrar uno tranquilo en el que tumbarse. Otra popular zona de baño es el pequeño lago de agua salada conocido como mar Muerto, al sur del monasterio.

Terraza del restaurante Proto, en Dubrovnik.
Terraza del restaurante Proto, en Dubrovnik.

6 Comer bien en Dubrovnik

Como cualquier ciudad superturística, Dubrovnik está repleta de locales anodinos, pensados para turistas que, probablemente, no vuelvan más. Pero la ciudad tiene restaurantes que sí merecen la pena. El Restaurant 360º, uno de los más lujosos, propone alta gastronomía croata: cocina creativa y bien presentada, gran carta de vinos y buen servicio. Pero lo mejor es la ubicación de sus mesas, en lo alto de las murallas, para contemplar el puerto a través de las almenas. Otro buen restaurante es el Nautika, también en una situación increíble, con vistas al mar y a las murallas. La comida es sofisticada, pero clásica, con buenos productos locales, como sus magníficos pescados a la sal. Otra opción interesante es el Proto, famoso por su pescado fresco y su ambiente evocador, en el casco antiguo. Lleva abierto desde 1886 y por aquí han pasado muchos personajes ilustres. Y por último, el Restaurant Dubrovnik, uno de los más sofisticados de la ciudad, con toques franceses en sus fogones, está instalado en una azotea cubierta entre los antiguos edificios de piedra del centro histórico de la ciudad.

Playa de Banje, cerca del centro histórico de Dubrovnik.
Playa de Banje, cerca del centro histórico de Dubrovnik.Jason Wells (getty)

7 Dónde darse un baño

No hay que irse muy lejos para darse un chapuzón en el Adriático. Aunque de guijarros, la playa más deslumbrante, y concurrida, de Dubrovnik es Banje, al este del casco antiguo. Muchos acuden también a tomar algo en un lujoso bar de playa, que por la noche muta en beach club. Cuando los locales quieren refrescarse van a Porporela, el muelle contiguo al fuerte de San Juan, en el puerto viejo. La base rocosa de las murallas puede que no sea el lugar más amable para darse un baño, pero es bastante popular. Unos escalones descienden desde los bares Buza y Bard Mala Buza —cuya terraza a la sombra invita a pasar el día entero contemplando el Adriático—, ambos ubicados sobre el acantilado, hasta los espacios cementados entre las rocas. A la sombra del fuerte de San Lorenzo y los acantilados circundantes, la pequeña bahía de Sulic es otro de los lugares populares para tomar el sol. Y por debajo de un viejo monasterio a los pies del parque Gradac, unos 600 metros al oeste de la puerta Pile, la playa de Dance ofrece aguas turquesas y un sistema de terrazas para tomar el sol. Más al oeste, la playa Bellevue (Montovjerna), de guijarros, está resguardada por altos acantilados.

Monasterio franciscano de la isla de Lopud, en el archipiélago de las Elafiti, al noroeste de Dubrovnik (Croacia).
Monasterio franciscano de la isla de Lopud, en el archipiélago de las Elafiti, al noroeste de Dubrovnik (Croacia).gollykim (getty)

8 Excursión a las islas Elafiti

Este archipiélago al noroeste de Dubrovnik está integrado por 14 islas, pero solo las tres más grandes están habitadas y pueden visitarse en un circuito organizado de un día desde el puerto viejo, o tomando uno de los ferris regulares desde el puerto Gruz. La más cercana es la pequeña y encantadora isla de Kolocep; solo acoge a 163 vecinos y está cubierta de pinares centenarios, olivares y huertas de naranjos y limoneros. Una playa de arena se extiende desde el pueblo principal —frente a un hotel resort— y más allá, al doblar la esquina, hay una bonita pero rocosa zona nudista.

Lopud es una isla sin automóviles y con un atractivo pueblo de casas de piedra rodeado de jardines exóticos, que se contempla desde las alturas de varias fortalezas en ruinas. La primera visión al llegar a su puerto es la muralla y el campanario (de 30 metros de altura) del monasterio franciscano del siglo XV. La única parte que está regularmente abierta al público es la iglesia de Santa María de la Cueva, construida en 1483, interesante por las sillas del coro, intrincadamente talladas, y su retablo del siglo XVI. Más allá, en el paseo marítimo, está el frondoso parque Dordic-Mayneri, de finales del XIX, creado por la bisnieta del último rector de Dubrovnik, con especies botánicas de todo el mundo. El pueblo tiene una pequeña playa, pero es mejor atravesar la isla hasta el arenal de Sunj.

Con 16 kilómetros cuadrados, Sipan es la más grande de las Elafiti y fue frecuentada por la aristocracia de Dubrovnik, que construyó casas en ella. Casi todos los ferris atracan en Sudurad, pequeño puerto bordeado por casas de piedra y por la gran torre de Skocibuha, villa fortificada del siglo XVI. Al otro lado de la isla, el pueblo de Sipanska Luka alberga los restos de una villa romana y un palacio ducal gótico del siglo XV. Ambas localidades están conectadas por autobuses, programados para coincidir con los ferris.

Las murallas de Dubrovnik y, al fondo, torre del fuerte de Minceta, escenario de rodaje de la serie 'Juego de tronos'.
Las murallas de Dubrovnik y, al fondo, torre del fuerte de Minceta, escenario de rodaje de la serie 'Juego de tronos'.getty images

9. Los escenarios de Juego de tronos

Los seguidores de Juego de tronos tienen muchos motivos para dar alas a su fantasía en Dubrovnik, ya que parte de la popular serie de televisión se rodó en la ciudad. Aunque Split y Sibenik también se usaron como localizaciones, Dubrovnik es la que más aparece, ya que sirvió para recrear las ficticias ciudades de Desembarco del Rey y Qarth. Si al viajero le apetece hacer su propio paseo por algunas de las calles de Poniente, repasamos aquí algunos puntos clave:

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