Split, en la ciudad de Croacia que esconde el gran palacio de Diocleciano
La fortaleza del emperador romano, hoy centro histórico de la ciudad croata, más la panorámica desde el monte Marjan, un museo de 'Juego de tronos', diversión playera y cena en una taberna típica
Diocleciano fue emperador romano y concejal de Urbanismo. No se puso traba alguna a la hora de construir el palacio en el que disfrutó de su jubilación a orillas del mar. Esa majestuosa residencia es hoy el centro histórico de Split (visitsplit.com). Adriática, soleada y disfrutona, la ciudad croata ocupa una península, al sur de la predecesora ciudad romana de Salona, en la que el monte Marjan hace las veces de centinela y está protegida por la isla de Čiovo. En este enclave arquitectónico erigido por Diocleciano, en el que el arte gótico, barroco, dálmata y veneciano se superpuso a las antiguas ruinas romanas, los localizadores de Juego de tronos ubicaron uno de los escenarios de la cuarta temporada de la premiada serie de HBO.
10.00 Subidos a la fortaleza
Salona (1) se encuentra a unos siete kilómetros al norte de Split. Lo que hoy son ruinas llegó a ser una ciudad iliria con una población de 60.000 habitantes en el siglo IV antes de Cristo. Al ser invadida por los pueblos bárbaros, muchos de sus habitantes huyeron a la costa y ocuparon el palacio de Diocleciano. De este conjunto arqueológico destaca su anfiteatro. Sobre el mismo se levanta la fortaleza de Klis, construcción defensiva ubicada en un peñasco de rocas entre las montañas. En Klis han ondeado muchas banderas ajenas: la turca, la de Venecia, la austriaca, la francesa, la austrohúngara, hasta que en 1991 se izó la de la República de Croacia, después de un pasado turbulento y violento que se prolongó hasta 1995, cuando acabó la guerra contra yugoslavos y serbocroatas, contrarios a la independencia croata. La última vez que se usó esta fortaleza con fines militares fue durante la II Guerra Mundial por parte de las fuerzas invasoras italianas y alemanas.
12.00 Una casa patrimonio mundial
Diocleciano se retiró a pocos kilómetros de distancia de Salona, desde donde había ejercido como emperador. En aquel lugar en el que las olas del Adriático llegaban a salpicarle mandó construir, sin escatimar en lujos —piedra de Brac, mármol griego, madera de cedros libaneses, grandes esfinges egipcias—, entre los años 293 y 305, la residencia en la que pasó sus últimos años de vida y que hoy es patrimonio mundial. Un palacio con dimensiones de ciudad que ha conservado intacta su estructura principal. De planta rectangular y rodeado por sólidos muros, el complejo medía 180 metros de largo en sus lados norte y sur, y 215 metros en los flancos este y oeste. En algunos tramos la muralla exterior alcanzaba hasta 28 metros de altura y 2 de grosor. Al interior de este recinto, hoy una parte más de la ciudad, se accede a través de cuatro puertas comunicadas entre sí por dos vías: Decumano, que une las puertas de Hierro (2) y de Plata (3), y Cardo, que hace lo propio con la puerta de Oro (4) y de Bronce (5), el punto de acceso principal al palacio de Diocleciano (6) que se encuentra en el animado paseo marítimo (Riva) y que una vez cruzado su umbral precede a dos de los iconos del complejo, el peristilo y la catedral. El primero es un espacio tipo corredor que antecede a las dependencias privadas, un lugar abierto y flanqueado por arcos y 12 columnas con capiteles corintios y terrazas. Antes del mismo, unas escaleras desembocan en un vestíbulo circular copado por tiendas de recuerdos. La catedral fue el mausoleo de Diocleciano y se consagró una vez se exhumaron los restos mortales del emperador para guardar los de Domingo, santo que da nombre a este templo cristiano y que no es el único intramuros: la iglesia barroca de San Felipe Neri (de 1712) y la iglesia renacentista de San Roque lo acompañan.
Dentro de este gran espacio comunal en el que primero residieron los emperadores y sus acólitos también se refugió la población de Salona amenazada por las invasiones de los pueblos bárbaros. Lo mejor para entender el sitio y Split es visitar el Museo de la Ciudad, ubicado dentro de un palacio medieval gótico cerca de la puerta de Oro.
14.00 Plaza muy veneciana
Entre el monte Marjan (7) y la puerta de Hierro se sucede parte de la ciudad nueva, construida durante dominio veneciano y fuera de los muros del palacio de Diocleciano. Tan cerca que casi le hace sombra la Torre del Reloj de la puerta de Hierro se encuentra la plaza Municipal (Pjaca) (8). En este lugar, de estética veneciana y cafés decimonónicos, destaca el ayuntamiento. Un palacio de triple arcada apuntada que alberga el Museo Etnográfico. Muy cerca de aquí se encuentra el Museo de Juego de Tronos (9) (Bosanska, 9). En las callejuelas colindantes se suceden antiguos palacios aristocráticos de fachadas góticas y renacentistas. El paseo puede encaminarse hacia la plaza de la República (10), rodeada de fachadas neorrenacentistas, que comunica por una escalinata con el paseo marítimo. Al oeste del mismo espera Veli Varoš (11), el viejo barrio de pescadores.
17.00 Partida de picigin
El monte Marjan es una zona verde y recreativa en el extremo occidental de la ciudad. Una península boscosa de 3,5 kilómetros de largo y 1,5 de ancho que cuenta con varios senderos señalizados para recorrerla andando o en bicicleta. Uno de los lugares de acceso al mismo puede ser la escalinata de Senjska, en el barrio de Veli Varoš. En la colina hay tres miradores desde los que se puede contemplar Split, la vecina y encantadora localidad de Trogir y también los restos de la antigua Salona. Además del paseo y las vistas, en Marjan también se puede disfrutar de la playa en la que unos se dan un baño y otros juegan al picigin, un pasatiempo habitual en los arenales de la zona desde hace décadas en el que los participantes, metidos en el mar, se pasan (golpeándola con la mano) una pequeña pelota muy rápido y —ahí está el reto— sin que caiga al agua.
A los pies de este monte verde se encuentran un museo, un instituto y una galería de arte. Son el Museo Arqueológico (12), que atesora piezas romanas, paleocristianas e ilirias; el Instituto Oceanográfico (13) —el Museo Marítimo, en el que se exponen piezas y documentos relacionados con la historia naval, se encuentra en la ciudad nueva— y la galería Ivan Meštrović (14), dedicada al mejor y más prestigioso escultor croata (1883-1962).
19.00 A la mesa de una konoba
No hay mejor epílogo para una visita a Split que darse una vuelta por el paseo marítimo y cenar en un restaurante o taberna tradicional, aquí llamadas konoba. La de Varoš (15), cerca de la plaza de la República, es una buena opción. Los camareros lucen el traje regional y se sirve comida típica; cevapcici (chorizo de carne picada con salsa croata, patatas y ensalada), carnes, huevos con jamón, sardinas y pastas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.