Por el Barrio Titanic de Belfast, la memoria como flotador
Gran parte del patrimonio de la industria naval de la capital de Irlanda del Norte se conserva en esta zona de la ciudad. El lugar en el que se construyó el transatlántico que se hundió en su primera travesía hoy también da nombre a un museo, un hotel y una destilería de whisky
Belfast es una ciudad herida con el sentido del humor propio de un velatorio local y con una conciencia obrera añeja. A finales del siglo XIX, muchos hombres y mujeres migraron hasta aquí procedentes de toda Irlanda y el Reino Unido. Era muy grande la demanda de mano de obra debido al crecimiento que experimentaron las industrias del lino, del tabaco, de la ingeniería y la naval. En la isla de la Reina, en la desembocadura del río Lagan, unos astilleros inmensos construidos por la compañía Harland & Wolff impulsaron durante un siglo la economía del lugar. En aquel gigantesco complejo se construyó, entre otros muchos barcos, el Titanic. Transatlántico que se hundió en su primera travesía la madrugada del 15 de abril de 1912 al chocar con un iceberg mientras navegaba al sur de Newfoundland, en Canadá. Su pecio se encontró el 1 de septiembre de 1985, a 3.843 metros de profundidad, gracias al gran campo de residuos que se generó en torno al mismo.
La del Titanic es una historia que pasó muy rápido de triunfal a trágica. La construcción naval en general, y la de aquella catedral flotante y leviatán de pasajeros en particular, puso en el mapa a Belfast y la convirtió en una ciudad próspera y con esperanza. Todo aquel desarrollo industrial fue posible porque en Belfast había trabajadores cualificados y especializados técnicamente, visión empresarial, autoridades interesadas en poner en marcha un proyecto de gran envergadura y las instalaciones necesarias para construir los buques que se convertirían en un referente de excelencia en la arquitectura naval. Aquel gigantesco crucero que fue el Titanic se concibió, diseñó y construyó en lo que antes se conocía como la Isla de Dargan, en honor al ingeniero que la ideó y dragó, William Dargan. En 1849 la isla pasó a denominarse de la Reina, después de una visita de la reina Victoria a Belfast. Hoy a esa isla se le conoce como Titanic Quarter (Barrio Titanic). Un barrio que se localiza desde cualquier punto de la ciudad gracias a las gigantes grúas pórtico amarillas bautizadas como Goliath y Samson, ambas selladas con las iniciales H&W. La primera se construyó en 1969 y mide 96 metros de altura, la segunda se puso en pie en 1974 y mide 106 metros de alto. No muy lejos se encuentran los Titanic Studios, donde se han rodado, por ejemplo, capítulos de la serie Juego de tronos.
El Barrio Titanic ha sido testigo del crecimiento y del declive de la industria naval. Un sitio que hace memoria por medio de su nombre y por la conservación de alguna de las infraestructuras que hicieron posible la construcción y reparación de los barcos más grandes del mundo. Además del Titanic, la naviera White Star Line construyó sus gemelos: el RMS Olympic y el HMHS Britannic. Trillizos que se construyeron en el dique seco Thompson. Una bañera enorme que al contemplarla hoy vacía uno puede hacerse idea de las dimensiones del Titanic: 269 metros de largo, 28 de ancho y algo más de 53 de altura, más alto que muchos edificios de la época, y con capacidad para unas 3.300 personas, entre pasajeros y tripulación. Pequeño en comparación con el Icon of the Seas de Royal Caribbean —hoy el crucero más grande del mundo—, que mide 365 metros de largo, más que la Torre Eiffel tumbada, y con una capacidad para 9.000 personas.
Dicho dique se llenaba y vaciaba de agua gracias a la estación de bombeo anexa. La estación en cuestión, un edificio victoriano de ladrillo rojo, fachada color crema, grandes ventanas en arco y rematada con una torre del reloj, en la actualidad alberga la Destilería Titanic. Belfast es una ciudad ligada a la construcción naval y a la elaboración y consumo de whisky. Construir barcos era un trabajo duro y peligroso. La recompensa que les esperaba al final de cada ardua y ruidosa jornada laboral a los trabajadores de manos callosas era un trago. Aquellos trabajadores (carpinteros, metalúrgicos, artesanos, pintores...) fueron los que hicieron que la ciudad alcanzara unas cotas de desarrollo y prosperidad que no se han vuelto a experimentar. A mediados del siglo XVIII estos trabajadores y sus familias se instalaron en el barrio de Ballymacarrett, en el este de Belfast, en casas de ladrillo unifamiliares y adosadas. En su momento álgido, Harland & Wolff llegó a tener contratados a 30.000 empleados. Trabajadores a los que se les honra con una escultura en el Dr Pitt Memorial Park.
El dique seco Thompson no es el único, hay otros dos. Al lado de la estación de bombeo se encuentra el dique seco Alexandra. Dique que aloja el HMS Caroline, un buque que participó en la Primera Guerra Mundial reconvertido un museo. En la entrada al Barrio Titanic se encuentra el dique seco Hamilton. Entre 1867 y 1990 en esta bañera se hicieron labores de reparación, mantenimiento y equipamiento de barcos. Una vez dejó de usarse se deterioró y cayó en el olvido. Hasta que en 2009 llegó para su reparación el SS Nomadic. Una manera de revivir a la vez a dos viejas instituciones del mundo naval de Belfast. El SS Nomadic fue un barco auxiliar que transportó a los pasajeros de primera y segunda clase desde el puerto de Cherbourg a bordo del Titanic. Aquella ciudad francesa era una de las paradas de la ruta prevista, las otras eran Southampton, Queenstown (Irlanda) y Nueva York, donde nunca llegó.
El enorme y novedoso transatlántico se ideó en la antigua oficina de ingenieros, diseñadores y dibujantes; hoy el Titanic Hotel. Una especie de museo en el que se muestra una colección de 500 fotografías y objetos varios relacionados con la construcción y diseño de barcos. No hace falta alojarse ni sacar entrada para contemplar esta colección. En cambio, sí que es necesario reservar previamente una entrada para visitar el principal hito turístico del barrio y de la ciudad: Titanic Belfast En un edificio que simula la forma de una proa lidiando contra el hielo y las olas y con una altura de 27 metros (la que tenía el Titanic de la quilla al puente), este museo se localiza en uno de los emplazamientos en los que se construyó y en el que se botó el buque 401, que es como se denominaba al Titanic en los astilleros. Sus salas aportan a quien las visita el contexto y la historia sobre el transatlántico que se sigue recordando más por hundirse en su primera y única travesía que por lo que supuso su construcción.
En el museo hay dos salas que explican cómo fue aquella fatídica colisión y el consiguiente hundimiento. Además, se puede escuchar la simulación del sonido de los mensajes en morse que se enviaron desde el Titanic para pedir ayuda, así como las voces de supervivientes relatando su experiencia. El Carpathia fue el primer barco en ir en su ayuda. Rescató a 713 personas. El Titanic fue un barco pensado para el lujo y la elegancia, no para la velocidad. El lujo era inherente al barco, estaba pensado para el disfrute de todo el pasaje. Un pasaje compuesto por aristócratas que viajaban por diversión, hombres de negocios que viajaban por trabajo, familias pudientes de toda Europa que deseaban ir a América en busca de una nueva vida. Había camarotes de primera, segunda y tercera clase. Camarotes que se han recreado y que se exponen en el museo. Los de tercera clase sustituyeron al entrepuente de los otros barcos. Eran espacios novedosos por ser secos y cálidos, mucho más que el interior de la mayoría de las casas de la época, y por contar con agua corriente o inodoros con cisterna.
Por dentro, el Titanic estaba decorado como un palacio y tenía las instalaciones propias de un polideportivo: piscina, gimnasio y pista de squash. Los pasajeros de primera, pagando un extra, podían disfrutar de un restaurante a bordo, los de segunda se podían entretener subiendo y bajando en los ascensores eléctricos. Había salones con sofás de terciopelo, se podía jugar a las cartas en el salón de fumar e, incluso, ir al barbero. El mismo vendía productos de recuerdo. A todo esto hay que sumar el telégrafo inalámbrico de Marconi que había a bordo, una revolución de las telecomunicaciones de la época. Aunque no evitó la tragedia.
Una tragedia a la que se sumó otra que se fue fraguando tiempo atrás, el conflicto norirlandés entre leales a la Corona Británica e independentistas y republicanos irlandeses. Para saber más acerca de este episodio de la historia de Irlanda del Norte, así como de otros, se puede visitar el Archivo Oficial de Registros Públicos de Irlanda del Norte, ubicado entre el Odyssey, complejo donde se juegan competiciones deportivas y se celebran conciertos, y las grúas Samson y Goliath. Las dos referencias visibles desde la distancia del barrio, la otra está hundida en las coordenadas 41°43′32″ N y 49°56′ 49″ S.
Guía práctica
Cómo ir. Desde algunas ciudades españolas y desde Canarias y Baleares EasyJet vuela a Belfast. También es posible volar a Dublín con Ryanair, Vueling, Iberia Express y Aer Lingus, y desde ahí ir en autobús hasta Belfast. Otra opción es llegar en coche particular o de alquiler a bordo de un ferri de Brittany Ferries, que sale de Bilbao y llega a Rosslare, al sur de Irlanda, y desde ahí iniciar un viaje en coche de 307 kilómetros hasta el destino.
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