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Qué hacer 24 horas en Berna, una capital atípica

Refugio de la música clásica, el post punk, Albert Einstein y Paul Klee, un recorrido por el esplendor geométrico medieval de la ciudad suiza que mejor conserva su pasado

Berna Suiza
Ambiente en Kramgasse, con la Torre del Reloj al fondo, en el centro de la ciudad suiza de Berna.FotoCorn / Alamy
David Granda

Capital de Suiza, Berna. Pero eso, en realidad, no está aprobado en ninguna ley. Berna es el epicentro político del país, sede del Gobierno y el Parlamento federales y de las embajadas extranjeras desde 1848 (fecha del nacimiento del Estado moderno suizo), pero oficialmente solo es una “ciudad federal”. No tiene aeropuerto internacional, su número de habitantes es discreto (apenas cuenta con 140.000), y no puede competir con Zúrich, centro financiero global, donde está el dinero. Tampoco con la mundanidad de Ginebra y Basilea. Y, sin embargo, Berna reúne los méritos suficientes para ser considerada por todos la capital de Suiza.

Por lo pronto, cuenta con el único casco histórico urbano del país cuya desaparición, para la Unesco —que lo designó patrimonio mundial ya en 1983—, supondría una pérdida irreparable para el mundo.

9.00 Paseo entre el bien y el mal

Aunque el viajero europeo está familiarizado con los centros históricos, aquí sorprende semejante paisaje de piedra con edificios macizos, calles adoquinadas y seis kilómetros de arcadas y soportales del siglo XV. Uno es testigo de la ambiciosa escala del desarrollo urbano en la Europa medieval, con un trazado de una geometría perfecta adaptado a una geografía rota: la ciudad se fundó enfrentada a los Alpes dentro de un meandro del río Aar, que parece abrazar el casco medieval. Se levantó en una lengua de tierra en el siglo XII para contar con una defensa natural en época de invasiones, y creció a lo largo de los siglos persiguiendo la coherencia.

En una de esas callejuelas de piedra está el Ayuntamiento (1). En su escalinata de doble rampa se halla la representación de un mundo dividido entre el bien y el mal: a la izquierda, la virtud y, a la derecha, el vicio. Sucede algo parecido en el templo gótico que domina la ciudad vieja, la catedral de St. Vinzenz (2), de los siglos XV y XVI, con un campanario decimonónico de cien metros que sigue siendo el más alto de Suiza. El pórtico principal exhibe un conjunto iconográfico brillante, superviviente incluso a la destrucción iconoclasta de la Reforma Protestante, que retrata el Juicio Final con una miríada de personajes que simbolizan el cielo y el infierno: a la izquierda, los bienaventurados; a la derecha, los condenados.

El pórtico principal de la catedral de St. Vinzenz, en la ciudad de Berna (Suiza).
El pórtico principal de la catedral de St. Vinzenz, en la ciudad de Berna (Suiza).eFesenko / Alamy

11.00 En busca de la genialidad

En este universo de certezas bipolares, Albert Einstein formuló la teoría de la relatividad. Imaginó ondas gravitacionales y fenómenos cósmicos sentado en una mesa redonda con un mantel bordado con vainicas en su casa en el número 49 de Kramgasse, paralela al Ayuntamiento, donde escribió por primera vez en el verano de 1905 la ecuación E= mc2. Era un veinteañero con bigote que había llegado a Berna para trabajar y aburrirse en la oficina de patentes; un secundario en la comunidad científica que iba a revolucionar los cimientos de la física. Esa casa, a la que se sube por una pronunciada escalera de caracol de madera y que conserva mobiliario, porcelanas y fotos de época, es hoy el museo Einsteinhaus Bern (3).

A esa casa se llega en busca de la genialidad. En Montevideo (2022), la última novela de Enrique Vila-Matas, el narrador sitúa allí al inquietante Kurt Kobel, un escritor vencido por el espíritu de los tiempos que la visita para intentar contagiarse del genio de Einstein.

12.00 El origen del rumor

En Kramgasse arrancan las famosas Lauben (4), kilómetros de arcadas de piedra que se extienden desde Spitalgasse y configuran uno de los paseos protegidos de la intemperie más largos de Europa. Hay relojerías, anticuarios, librerías, restaurantes, bodegas. Incluso en el subsuelo. Los arquitectos medievales idearon sótanos para las despensas que hoy cobijan más tiendas.

En un cruce de caminos aparece la imponente Zytglogge o Torre del Reloj (5), construida entre 1218 y 1220, que sirvió originalmente como cárcel de mujeres. Como estamos en Suiza, en el monumento-icono de la ciudad hay un reloj. A su sombra, casi como un milagro, se mantiene activa desde 1936 la vieja librería Buchhandlung zum Zytglogge (6). Desde aquí a la Bundesplatz (7) hay un paseo de apenas cinco minutos. Merece la pena conocer el origen del rumor de la capitalidad bernesa, el memorable edificio cubierto con grandes cúpulas de cobre del Bundeshaus, sede del Gobierno y el Parlamento federales.

Detalle del reloj astronómico del la imponente Zytglogge o Torre del Reloj, en Berna.
Detalle del reloj astronómico del la imponente Zytglogge o Torre del Reloj, en Berna.Athanasios Gioumpasis (GETTY IMA

13.00 El almuerzo, temprano

Frente a la habitual demora mediterránea, en Suiza se come pronto, lo habitual es hacerlo antes de las 13.00 El restaurante Harmonie (8) ofrece recetas de la abuela helvética en un ambiente tradicional desde 1915. Altes Tramdepot (9) es una cervecería local con recursos para elaborar 3.000 hectolitros al año de su propia cerveza. A la hora de la cena (de nuevo, pronto, a partir de las 18.00), el restaurante Wein & Sein (10) sirve un sofisticado menú de temporada de seis platos.

14.30 Homenaje a Paul Klee

En su exilio en plena Guerra Civil española, en noviembre de 1937, Pablo Picasso decidió visitar a Paul Klee en Berna cuando su colega acababa de ser marcado por los nazis como “artista degenerado”. Compartían marchante y se admiraban mutuamente. Hoy se puede visitar la obra de Paul Klee en un edificio del arquitecto Renzo Piano, que lo concibió como una escultura de tres olas de acero y cristal integrada en el paisaje. El Zentrum Paul Klee (11) se encuentra a las afueras de Berna, a solo 10 minutos en tranvía de la Torre del Reloj, y exhibe de forma rotatoria una selección de sus obras. El museo conserva en depósito más de 4.000 piezas, la colección más importante del mundo de pinturas, acuarelas y dibujos del artista.

16.30 Nadar entre osos y nudistas en el río Aar

La tradición de tener osos en cautividad en pleno casco urbano se remonta a batallas medievales. En una de ellas, la de Novara en 1513, regresaron con un oso vivo como botín de guerra y decidieron exhibirlo como triunfo. El antiguo Bärengraben o foso de los osos (12) ahora es un parque de 6.000 metros cuadrados que se extiende hasta la orilla del Aar, con una piscina acotada en el río y vistas a la ciudad más fotogénica de Suiza. Resulta inevitable acordarse del proyecto delirante de albergar osos polares en la península de la Magdalena de Santander, si bien aquí el Bärengraben está incluido en el Inventario Federal de Bienes Culturales y goza de protección cantonal.

Dos bañistas en el río Aar, a su paso por la ciudad de Berna.
Dos bañistas en el río Aar, a su paso por la ciudad de Berna.Moritz Wolf (imageBROKER / GETTY

El Aar es uno de los mejores ríos europeos para nadar a cielo abierto. Se organizan excursiones guiadas en canoa desde Thun a Berna, pero lo mejor es lanzarse al agua y dejarse llevar por la corriente. Los supermercados venden bolsas impermeables para guardar la ropa y en la ribera, donde no faltan los nudistas, hay escaleras repartidas para salir del agua.

19.30 La celebración de la música

Berna tiene hechuras de pieza musical clásica, pero ¿cuál sería? “Cualquier salmo de la colección Salterio Ginebrino escrito bajo supervisión de Calvino”, responde, sin dudar, Cristina Urchueguía Schölzel, catedrática de Musicología de la Universidad de Berna y autora del libro Un 23-F musical, donde reúne a Franco, Marx y Bach en torno al escenario del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. “Expresan la atmósfera de Berna a la perfección: bellísimos en su sencillez, algo aburridos, sin duda, perfectamente ordenados y portadores de mensajes piadosos lapidarios: invitan a la participación de toda la feligresía. Son la manifestación sonora de disciplina, austeridad y consenso, las tres virtudes cardinales de Berna”.

El Grand Casino de Berna (13), un edificio monumental del barroco tardío a orillas del Aar, es el lugar habitual desde 1909 para asistir a un concierto, con un historial que abarca de Louis Armstrong a Chilly Gonzales, e incluye a las grandes orquestas sinfónicas. El Musikfestival Bern, consagrado a la música experimental en diferentes localizaciones, se celebra anualmente en septiembre.

22.00 La noche canalla helvética

Atardecer en la plaza frente al Parlamentdo (Bundeshaus), en Berna.
Atardecer en la plaza frente al Parlamentdo (Bundeshaus), en Berna.RnDmS / Alamy

Berna es una ciudad manejable. “Exige poco al viajero”, dice Urchueguía Schölzel. En la Waisenhausplatz, una de las plazas más animadas del casco viejo, se levanta un quiosco para que los vecinos bailen swing y tango en las noches plácidas de verano. Muy cerca se encuentra un pedazo de la Berna de los años ochenta, el Leos Pub (14), un bar auténtico de los que ya escasean en el centro de las ciudades, con futbolines, televisores de tubo, camareros desabridos y ambiente primitivo. El contrapunto perfecto de la Berna amable y disciplinada. Ya se extinguieron locales como el mítico Club Spex, donde dieron sus primeros conciertos bandas post punk como Grauzone, que con un puñado de canciones agitaron la escena oscura suiza. Su canción más popular, Eisbär (oso polar), podría oficiar como himno alternativo de una capital tan atípica como Berna.

Guía práctica

  • Suiza no es Estado miembro de la Unión Europea, pero sí del espacio Schengen. Las envidiables líneas de ferrocarril suizo conectan Berna con Basilea y Zúrich, ambas con aeropuerto internacional, en aproximadamente una hora.
  • La reserva de hotel incluye transporte público gratuito durante toda la estancia. Facilitan un código que hay que confirmar en la aplicación Bern Welcome en el teléfono móvil.
  • Más información: Turismo de Suiza y de Berna.

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Sobre la firma

David Granda
David Granda es periodista y escritor, colabora con EL PAÍS desde 2018. Estudió Periodismo en las universidades Carlos III y Complutense de Madrid, e Historia en las universidades Autónoma de Madrid y Karlova de Praga. Es autor del libro 'Planes para conquistar Berlín' (editorial Libros del K.O.).

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