Por las joyas del Camp de Túria: paisajes, arqueología y música
Una pausada ruta en coche por esta comarca de Valencia. De Bétera a Llíria, con paradas en el monasterio de Porta Coeli, el monte Garbí o el castillo de Benissanó
A veinte minutos en coche de Valencia, el Camp de Túria es una comarca que conjuga un rico patrimonio arqueológico con su carácter de acceso natural a la Sierra Calderona, una cordillera boscosa pero también agrícola. El nombre de la zona viene dado por el río Túria, que nace en Teruel y desembocaba en la ciudad de Valencia, hasta que la gran riada de 1957 aconsejó su desvío. Cultura, paisaje y patrimonio se unen en este enclave bien comunicado y que viene siendo favorecido por un creciente interés de los visitantes en los últimos años.
La visita bien puede comenzar por Bétera, en la vertiente sur de la Calderona y la segunda población más grande de la comarca (25.000 habitantes). Los múltiples estratos de su pasado se concentran en monumentos singulares, como la torre Bofilla, que es el centro prácticamente intacto de una alquería musulmana del siglo XI. Desde el punto de vista celebrativo, tienen gran interés sus fiestas patronales, que se celebran del 12 al 22 de agosto. El día 15 se dedica a la virgen de la Asunción la denominada Ofrena de les alfàbegues. Se trata de unas albahacas gigantes que propician un alborozo generalizado con gran sabor etnológico, y que ahora esperan un reconocimiento nacional.
Saliendo de Bétera, nos dirigiremos ahora a Serra, un pequeño remanso de reposo para los urbanitas estresados. Cerca de aquí está el monte Garbí, de 600 metros de altura, desde donde se puede contemplar el valle del Palancia. En Serra no hay que dejar de visitar el Museu de l’Oli (Museo del Aceite), una antigua almazara del siglo XIX perfectamente restaurada —abierta hace justo un año— que explica los orígenes del excelente aceite de oliva local.
Siguiendo la ruta enseguida encontraremos Náquera y, a nueve kilómetros del pueblo, el monasterio de Porta Coeli. La visita a este lugar de oración y retiro, aunque muy restringida, merece la pena. La fundación de Porta Coeli fue propiciada en 1272 desde Scala Dei, en el comarca tarraconense del Priorat, la primera cartuja de España. El cenobio vivió su máximo esplendor a partir del año 1400, coincidiendo con el Siglo de Oro valenciano. La presencia de fray Bonifaci Ferrer (general de la Orden, compromisario en Caspe y consejero del Papa Luna) certifica su relevancia política. En tres siglos, el monasterio reuniría obras de los mejores maestros pintores valencianos: Gonçal Peris, Jacomart, Reixach, Sarinyena, Ribalta… La desamortización de Mendizábal de 1835 vació Porta Coeli hasta 1943, cuando volvieron los monjes. A estas alturas es la única habitada de todas las cartujas medievales.
Ahora ya podemos seguir camino hacia Llíria, la capital de la comarca. Estamos ya en la ribera del Túria. El río, que nace en tierras aragonesas, tiene un caudal escaso e irregular, pero propicia algunas alegrías agropecuarias. En la localidad valenciana de Ademuz se lo denomina Río Blanco y riega los campos de manzanas. En Benagéber se remansa en el embalse del mismo nombre y a partir de Chulilla da vida a 12.000 hectáreas de cultivos del Camp de Túria y de la huerta de Valencia.
Conforme seguimos su cauce, iremos descubriendo pueblos con castillo: Riba-roja, La Pobla de Vallbona, Benaguasil, Vilamarxant, Pedralba, Benissanó. De entre todas estas fortalezas, la de Benissanó es probablemente la mejor conservada. Por su aire recio y elegante merece una visita.
Termas y música en Llíria
Llíria, en fin. Aquí el pasado exuda por cada rincón y constituye un motivo de orgullo municipal. Los iberos denominaron la plaza Edeta y los romanos Laurona. La importancia de la antigua Edeta fue primordial durante los dos primeros siglos de nuestra era. Como ciudad romana pudo rivalizar con Saguntum y Valentia. Jugó un papel clave en las guerras civiles romanas por su relevancia política y económica y por su posición estratégica. Hoy alberga uno de los centros religiosos más importantes de la Hispania tarraconense: el Santuario Oracular de Mura, uno de los monumentos más interesantes de su tipo en la Península. El santuario recibía el agua desde un templo dedicado a las ninfas situado en el actual manantial de San Vicent. El elemento líquido era imprescindible porque en otra área de este recinto se practicaba la hidroterapia. El templo, de estilo griego, está rodeado por un recinto cerrado de planta ligeramente trapezoidal e incluye una aedicula (pequeño santuario).
El conjunto termal se encuadra dentro del estilo pompeyano y consiste en dos grandes edificios, el mayor masculino y el menor femenino, separados entre sí y articulados alrededor de una palestra. El acceso se hacía mediante una basilica thermarum, puesto que a la palestra solo podían entrar los hombres. Las dos termas se componen de apodyterium (vestuario), frigidarium (sala fría), tepidarium (sala tibia) y caldarium (sala caliente) y cuentan con su propio praefurnium (horno). La parte masculina contaba con una piscina fría en una esquina de la palestra y la femenina, con una piscina cubierta.
Cambiando de tema, es conocida la tradición musical de la Llíria contemporánea. Es legendaria la pujanza de dos bandas de música locales: la Primitiva y la Unió Musical. Sístole y diástole de la identidad del pueblo, inscribirse en una de las dos (lo que, a veces, tiene lugar en el momento del nacimiento) marcará a cada individuo de por vida. En el primer caso pertenecerán a la cofradía de la Puríssima y a la parroquia de Sant Francesc; en el segundo, formarán parte de la cofradía de la Mare de Déu del Remei y de la parroquia del mismo nombre. Los resultados de esta rivalidad secular están a la vista: la Primitiva y la Unió han convertido la música en el principal emblema exportador del municipio. Coherentemente con lo explicado, Llíria fue nombrada por la Unesco en 2019 ciudad creativa en la categoría de música. Era el segundo municipio de España, tras Sevilla, que recibía este galardón internacional. Un patrimonio inmaterial que llena de honor a todos los lirianos.
Joan Garí es autor de ‘València. Els habitants del riu’.
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