Alto Mijares, un río muy emocionante
Esta comarca del interior castellonense, de paisajes abruptos y profundos, propone una ruta que mezcla historia, baños termales y deportes de aventura, como la escalada o descensos en rafting
El Alto Mijares es una abrupta comarca en el interior montañoso de Castellón. Algo menos de 4.000 habitantes se reparten en 647 kilómetros cuadrados, un ejemplo paradigmático de la España vacía en tierras valencianas. La profundidad y belleza de su paisaje invitan a una visita morosa y amable, en un escenario de progresiva elevación que va modificando el espíritu del viajero. El nombre del lugar se debe al río Mijares, que nace en Teruel, en la sierra de Gúdar —en pleno sistema Ibérico—, y viene a desembocar entre Almassora y Borriana, en la comarca de La Plana, donde ya se le conoce como Millars. El aprovechamiento de sus aguas para el riego es aquí proverbial y su energía se canaliza en varias centrales hidroeléctricas.
La comarca ha vivido de la agricultura hasta bien entrada la Modernidad. El regadío fue implantado por los árabes, quienes en materia defensiva dispusieron también un rosario de castillos en la zona, sobre todo junto al río. Los cultivos tradicionales han sido la vid —hasta el desastre de la filoxera a principios del siglo XX—, la almendra y los cereales. También destacaba en la producción de seda, gracias a la perfecta aclimatación de las moreras. De hecho, la localidad de Cortes de Arenoso fue uno de los centros de producción textil más importantes del País Valenciano, aunque actualmente es conocido exclusivamente por su agua mineral: desde 1991 se comercializa desde aquí la marca Agua de Cortes, de gran calidad debido a su mineralización débil.
Precisamente, el factor textil era importante no solo por la presencia de grandes cabañas de ganado ovino, sino por ser una zona de gran tradición trashumante. En esa labor fabril destaca el nombre de Bernando Gómez, un potentado cortesano que fundó, con sus ganancias lanares, los almacenes El Siglo en Valencia capital, proyecto precursor de la modernidad comercial que contó con el primer ascensor de la ciudad. Actualmente el antiguo local de El Siglo, en la calle de San Fernando, es la sede del Octubre Centre de Cultura Contemporània.
La joya de la corona comarcal es el pueblo de Montanejos, situado estratégicamente a 92 kilómetros de Valencia y a 90 de Teruel. Gracias a sus valores paisajísticos esta localidad atrae cada año a miles de visitantes, que bien recaen en una estancia interior de su balneario o bien prefieren la alegre intemperie de la Fuente de los Baños, un extenso manantial donde el agua brota a una temperatura constante de 25 grados centígrados. La calidad de la surgencia —con efectos hipotermales y propiedades hidrogeoquímicas— provocó que ya en 1863 la fuente fuera declarada de utilidad pública. El río Mijares forma en esta zona una serie de piscinas naturales que son aprovechadas para el regocijo de los bañistas. Esos mismos visitantes, si lo prefieren, pueden consumir la misma agua —considerada beneficiosa para la piel y el aparato digestivo— en el citado balneario, que precisamente reabrió sus puertas, tras el parón pandémico, el pasado mes de septiembre. Este establecimiento termal es de los años noventa, pero la tradición de las aguas de Montanejos se remonta a finales del siglo XIX y principios del XX, precisamente cuando obras literarias como La montaña mágica, de Thomas Mann, supusieron una sublimación de la cultura balnearia y extendieron los valores saludables de la alta montaña entre la burguesía de las grandes ciudades.
Emociones fuertes
Cercano a los Baños está uno de los lugares más sugestivos de la comarca, el Estrecho de Chillapájaros, que nos llevará hasta Puebla de Arenoso. Es el final del tramo más abrupto del Mijares, preferido por los amantes del kayak y el rafting. No lejos de aquí, el descenso del barranco de la Maimona propicia más emociones fuertes gracias a actividades como el barranquismo, la escalada y el senderismo.
Carretera arriba, llegamos al embalse de Arenoso, construido entre 1970 y 1977. Este pantano, cuyo perfil evoca extrañamente una escollera marítima, alberga el alma hundida del pueblo de Campos de Arenoso, anegado por las lógicas aunque inhumanas necesidades hidráulicas. Muy cerca, presidiendo la altura de las circunstancias, el Morrón de Campos se erige como uno de los mejores miradores de la comarca.
Si la visión del agua embalsada nos ha relajado, la ruta pide seguir hacia arriba hasta la localidad de Villahermosa, a 755 metros sobre el nivel del mar. No es el techo de la comarca (Cortes de Arenoso está a 985 metros), pero sí tiene la particularidad de situarse sobre la vertiente oeste del macizo del Penyagolosa, cima emblemática del interior valenciano.
Se trata de un núcleo del sistema Ibérico situado a 1.813 metros de altitud que hace de frontera natural entre las comarcas del Alto Mijares y L’Alcalatén. Declarado parque natural por la Generalitat Valenciana en el año 2006, es un paraje con una destacable riqueza de fauna y flora. Aquí anidan el águila real o el águila perdicera y abundan la cabra montés, el corzo, la jineta y el tejón, y sobre todo es un pequeño paraíso para la proliferación de diferentes especies de pinos y encinas, sabinas, tejos, acebos, tilos y rebollos (robles valencianos). El ermitorio de Sant Joan de Penyagolosa, antiguo convento de cenobitas y ahora en proceso de reconstrucción, se ofrece como lugar de reposo para el visitante. Hasta aquí llega, cada mes de abril, la romería de los peregrinos de Les Useres, costumbre inmemorial de gran valor etnológico.
Desde Villahermosa, las posibilidades para el senderismo son notorias. Se puede descender hasta el nacimiento del río Carbo, cuyas aguas gélidas son un remanso de paz en un estío tórrido. Luego, desde aquí, podemos ascender hasta el santuario de Sant Joan, en medio de un paisaje de ruda hermosura que en su momento propició refugio a los maquis que plantaron cara al régimen franquista. La historia y la geología nos contemplan.
Joan Garí es autor de ‘València. Els habitants del riu’.
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