Planes muy curiosos en el desierto del Néguev
Recorrer el Makhtesh Ramon, probar vinos locales, dormir bajo las estrellas y más pistas en esta árida zona de Israel
Al sur de Israel se expande el desierto del Néguev, que ocupa el 62% del país y resulta un desafío para los residentes a la hora de construir comunidades. En los últimos años han surgido aquí varias iniciativas de la mano de pioneros que han elegido vivir en el desierto, emprender nuevos negocios y potenciar zonas despobladas. Su objetivo es ofrecer otra alternativa al típico turismo que se hace en Jerusalén.
Por un gran cráter en jeep
Lo llaman el Gran Cañón israelí. En el corazón del Néguev, en la reserva natural Makhtesh Ramon se encuentra el mayor cráter del mundo resultado de la erosión. Con 40 kilómetros de largo y 9 de ancho, y con forma de corazón, es una ventana a nuestro pasado geológico. Desde arriba, en el centro de visitantes las espectaculares vistas son apabullantes. Un lugar mágico en el que se crean fantásticas formas en sus acantilados, aún más sobrecogedor cuando se recorre en un coche todoterreno (negevland.co.il/en). Alen, el conductor del jeep, nos muestra los diferentes niveles de erosión, paisajes de roca volcánica y arenisca multicolor, gigantes uadi (o cauces secos) y zonas en las que uno cree estar en Marte. Otra opción más aventurera es la que ofrece Desert Ride (arava-atv.co.il): adentrarse por la zona en tomcar, un coche con amortiguadores capaz de subir y bajar todo tipo de pendientes. Comprobado: risas y tensión a partes iguales. En este enclave también merece la pena hacer una parada en Khan Be’erot, un camping beduino entre palmeras.
Guía
El Gobierno de Israel empieza a abrir sus fronteras el 23 de mayo. Los turistas que estén vacunados y viajen en grupo podrán entrar en el país. En esta primera fase, los visitantes deberán realizarse una PCR antes de tomar el vuelo y someterse a un test serológico al llegar al aeropuerto de Tel Aviv (gov.il/en/departments/ministry_of_tourism).
Huertos sostenibles
Un buen punto de partida para el turista en el Néguev es el centro de visitantes de la región del Aravá (vidor-center.co.il), una ventana a la agricultura más característica de la zona. Tras el visionado de una película en 3-D, Yonatan explica los métodos avanzados de cultivo y los desafíos climáticos a los que se enfrentan en el desierto. De padres argentinos, él decidió empezar de cero en una zona en la que viven 4.000 personas. Cuenta que exportan un 60% de esos vegetales que crecen en la arena a Europa en menos de 48 horas. Su objetivo es educar a las nuevas generaciones y promover el contacto con la naturaleza. También lo cree Michal, integrante del colectivo Ben HaShitin Farm desde el que se organizan tours en los que el visitante es parte activa del proceso. Del campo a la mesa: el turista recoge las verduras del huerto y las cocina en el exterior. Nos guía Dan, un soldado israelí que confiesa su entusiasmo por aprender sobre energías renovables y colaborar en la conservación del medio ambiente. Resulta reconfortante ver cómo el desierto florece ante nuestros ojos.
Una viticultura muy especial
Los amantes de los buenos vinos pueden llevarse una sorpresa en el Néguev. Eran, con 51 años, decidió plantar en 2014 viñedos en medio del desierto, a 800 metros sobre el nivel del mar. El vino de Nana Estate Winery proviene únicamente de uvas cultivadas en este árido entorno. Tardó tres años en conseguir un permiso, pues estas tierras son del Gobierno. De hecho, se escuchan a veces los disparos de un campo de tiro militar. Cuando llegó, dice, no había nada y todo parecía tenerlo en contra: el sol fuerte (32 grados de día, que bajan a 16 de noche), el agua subterránea salada y los burros salvajes arrasando los cultivos. La mitad de la uva, que recoge a mano, se la queda y la otra mitad la vende a bodegas. Su marca no se distribuye en supermercados y controla el proceso desde la recogida hasta el embotellamiento. Descubrió que el Néguev es un lugar único para cultivar uvas, manzanas, aceitunas… Eran creó un nuevo paisaje: en verano, el verde de las vides rompe el monocolor parduzco del desierto.
Una granja en la que alojarse
Presumen de ser pioneros del agroturismo en la zona. Gadi y Lea Nahimov, un matrimonio argentino con seis hijos, siempre quiso vivir en una granja. En 2003 comenzaron a construir su sueño y con el tiempo llegaron a criar hasta 250 cabras para fabricar su propio queso. Así que una visita a Naot Farm implica una variada degustación y también alojarse en alguna de sus casitas, con capacidad de hasta 15 personas y espectaculares vistas a un valle. Las viviendas cuentan con todo tipo de comodidades, además de una terraza exterior con hamacas, barbacoa y piscina natural. Otra opción más económica en el mismo terreno son unas cabinas circulares, fabricadas con cemento, que se alinean en medio de la finca y que incluyen unas duchas a compartir realizadas con el mismo material. Ya sea en un chalé o en uno de estos habitáculos, el silencio en la noche está asegurado.
Artesanía local
Además de pasear en dromedario o ver la puesta de sol desde Camel Mountain —donde la forma geológica de la roca parece un camello—, varias esculturas de estos animales nos saludan a la entrada del parque nacional Avdat. Situados en la cima de una colina se encuentran los restos de una ciudad nabatea, y el visitante puede pasear a través de las ruinas de un monasterio, una cueva romana y la fortaleza. Este enclave se hizo popular porque Norman Jewison rodó aquí en 1973 parte de la película Jesucristo Superstar. Otro paseo para dejar volar la imaginación es el que propone el barrio de los artistas en el asentamiento de Zuqim. La diseñadora de joyas Lola Kedem nos sirve de cicerone en la visita a algunos de los 24 talleres en los que diferentes artistas crean y venden sus productos. Después de vivir siete años en Ibiza, decidió instalarse aquí hace una década. Compró el terreno y se construyó su estudio. Otros edificaron sus viviendas. Ahora forman una comunidad de 150 artistas en la que prima el colorido y la creatividad.
Glamping y otros lujos nocturnos
Sobrecoge el silencio absoluto del Néguev y más bajo el cielo estrellado. Los astros titilantes resultan hipnotizantes. La compañía Bateva emplaza a los aventureros en una zona inhóspita en medio de la nada, sentados en sillas. De noche hace frío, así que mejor abrigarse. Rompen el silencio las anécdotas y preguntas sobre astronomía del guía, y se culmina el tranquilo y reconfortante encuentro echando un vistazo al firmamento con un telescopio. Se puede continuar la experiencia en una tienda de campaña en la que dormir con la bóveda celeste como techo, sin renunciar a la comodidad. El llamado glamping (camping de lujo) de Deep Desert Israel es de lo más desert-chic que se puede encontrar; con ducha abierta para ver el cielo, hamacas alrededor de la hoguera y jacuzzi. Si se prefiere un hotel, el de mejor calidad-precio es el Ibex, cuyos dueños agasajan con una contundente cocina casera, verduras a la plancha, crema de lentejas o berenjena, arroz con garbanzos o tortilla vegetal con humus. Y para quien quiera darse un capricho, dos opciones: Mashabim, con 78 habitaciones rústicas con césped, instalaciones deportivas y piscina cubierta, y Beresheet, sobre un acantilado con vistas a Makhtesh Ramon, spa y piscina al aire libre.
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