Corfú desde el sofá
Subir, entre ruinas arqueológicas, hasta un museo con vistas al mar, saborear un gran plato mediterráneo o viajar a la isla griega a través de una serie dedicada a la genial familia Durrell. Maravillosas esencias corfiotas
1. Una visita virtual
El retiro de la realeza
¿Qué tienen en común el duque de Edimburgo, consorte de Isabel II de Inglaterra, y la reina Sofía? De niños jugaron en el frondoso jardín de Mon Repos, la residencia de verano de la antigua casa real griega. Fue el rey Jorge I quien se la regaló en 1864, 34 años después de que el alto comisionado británico sir Frederick Adam la hiciera construir sobre los restos de la antigua Paleópolis para sorprender a su mujer, Nina Palatianou, originaria de Corfú. Adam lo bautizó como Mi Descanso porque, ubicado en la cima de la colina de Analipsis, en Kanoni, el palacio neoclásico tiene vistas al mar.
Convertido hoy en Museo Arqueológico, los senderos que suben hasta él son seguramente el mayor lujo del lugar: un recorrido refrescante incluso en verano, que también se puede seguir con una visita virtual. Durante la construcción del jardín, sembrado con especies que los británicos hallaron en sus colonias mediterráneas, se descubrieron restos arqueológicos en pleno ascenso, como los del templo dórico de Kardaki, levantado en honor de Apolo en el año 510 a. C., o el dedicado a Hera, ya en la cima. El palacete pertenece a la municipalidad de Corfú desde que se estableció la República griega en 1974. Tras una denuncia, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos estableció en 2002 que Constantino II fuera compensado con un 1% de su valor. En la serie Los Durrell, Leslie Caron, convertida en la condesa Mavrodaki, lo habita. Y Spiros, el gran amigo de la familia, roba del “estanque del rey” un pez de colores para el zoológico que está construyendo el pequeño Gerry.
2. Una serie
Los Durrell
Con esta serie (en Filmin), uno consigue irse de vacaciones a la casa de esta familia intrépida en la isla más amable del mundo. Nacidos en la India del Imperio Británico, los Durrell encontraron su sitio en Corfú cuando Louisa llegó con sus cuatro hijos —según la serie, en realidad lo hizo con los tres pequeños— en 1935. Se quedaron hasta 1939, al estallar la II Guerra Mundial. La escueta pensión de viudedad, los olivos, el sol y el mar les permitieron vivir con lujos austeros en una casona que se caía a pedazos. Bajo una parra, Lawrence, el mayor, escribió su primer libro; Margo descubrió el feminismo, Leslie dejó embarazada a la sirvienta y Gerry, entonces de 10 años, se autoeducó estudiando bichos y observando a sus mayores. Con el tiempo escribiría la Trilogía de Corfú, que retrata una infancia feliz “flotando fuera del tiempo” con su familia y otros animales.
3. Un plato
Pastitsada
No es un pastel, sino un plato salado con mucha canela. Mediterráneo y sabroso, consigue trasladar por vía olfativa al interior de la isla. Gracias a la omnipresente huella veneciana, es el único guiso en el que los griegos no comen la pasta pasada. Es una receta estrella de la cocina corfiota, sencilla y contundente, que incluye clásicos de la dieta mediterránea. Para seis personas se necesitan:
- Seis contramuslos de pollo salpimentado, deshuesados y con piel.
- Dos cebollas y dos dientes de ajo.
- Pimienta de cayena, comino molido, canela, clavo y nuez moscada.
- Doramos el pollo en cinco cucharadas de aceite de oliva virgen y después la cebolla y el ajo. Añadimos una cucharadita de pimienta de cayena, media de comino y dos de canela, mezcladas con un poco de clavo y nuez moscada. Al sofrito se incorporan dos cucharadas de puré de tomate, 800 gramos de tomate triturado, una copa de vino tinto, un tercio de vinagre de vino y se deja consumir. Se sirve con 450 gramos de bucatini (espagueti con un agujero a través de él), que, una vez hervidos al dente, se acaban de cocer en la salsa que hemos preparado. Se sirve con el pollo, espolvoreando queso Kefalotyri (de oveja seco) que puede sustituirse por parmesano rallado al instante sobre el plato.
4. Viviendas típicas
De balcones y patios
Entre las islas Jónicas, Corfú es la segunda en tamaño. Sin turistas, sus poco más de 100.000 habitantes viven mirando al mar o con balcones abiertos a calles estrechas y empedradas. Una costumbre que, junto a los patios en el interior insular, ha aliviado el confinamiento. En la capital, y en pueblos como Danilia —recreado en la década de 1970 para evocar los años treinta—, la mezcla de colores rosados y amarillos habla de la huella que venecianos, franceses e ingleses dejaron aquí. Entre ese desorden ordenado, Danilia resulta cercana y creíble porque la escala entre lo construido, el paisaje y los habitantes ralentiza el ritmo de la vida cotidiana. En esta isla las paredes descascarilladas y las contraventanas desvencijadas, lejos de amenazar derrumbe, construyen la historia.
5. Una canción
Kerkira, Kerkira
La Sociedad Filarmónica de Corfú es la organización musical más antigua de Grecia. Se creó en 1840 para evitar que la educación musical fuera un asunto elitista. El resultado es que hoy las bandas de cuerda y viento forman parte de la vida cotidiana en las calles de esta isla: la melodía de un buzuki puede llegar desde un balcón o el desfile de una banda formada por estudiantes puede salir a recibir a un grupo de turistas. Esa cotidianidad marcó a la desaparecida actriz y cantante Rena Vlahopoulou. Su padre le enseñó a tocar el piano, comenzó a cantar en una panadería cuando tenía 10 años y terminó protagonizando la película La chica de Corfú (1956), donde nació en 1917. Una de sus canciones más famosas, Kerkira, Kerkira, no puede ser más apropiada para viajar, también con el oído, hasta la isla de, me permitirán otra vez, los Durrell. Kerkira es Corfú en griego. Dicho esto, si les invade la nostalgia tras terminar la serie británica, escuchar la alegre y familiar banda sonora compuesta por Ruth Barrett y Jon Wygens es casi como volver a ver al añorado Gerry cazando mariposas.
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