Le habría gustado ser egiptólogo, pero pertenece a una dinastía riojana de expertos en vino. Por eso en el Museo Vivanco de la Cultura del Vino que dirige, en Briones (La Rioja), se encuentran piezas únicas egipcias, además de toda la historia del vino custodiada en su imponente edificio. El bodeguero Santi Vivanco nos cuenta sus andanzas por Egipto.
¿Cuántas veces ha ido?
Una a los 12 años, con mis padres, y después ya de adulto. La próxima será con mis hijos.
De niño, ¿visitó lo más turístico?
Sí, el circuito en el que te llevan de El Cairo a Giza, visitas las pirámides y después llegas a Luxor, y de ahí a Asuán en barco. Desde Asuán fuimos a Abu Simbel, donde están los templos maravillosos que rescató Naciones Unidas cuando se construyó la presa.
¿En el segundo repitió destinos?
Fue muy distinto, fui con un grupo de coleccionistas de antigüedades egipcias. A un amigo y a mí nos dieron permiso para visitar la excavación arqueológica de Oxirrinco, a unos 300 kilómetros al sur de El Cairo. Era una excavación española que buscaba sacar a la luz un templo tardío dedicado a Osiris y varias tumbas.
¿Y pudo emular a Indiana Jones?
Íbamos de invitados, así que solo nos dejaban sacar carretillas de arena. Justo esos días, al excavar una tumba salieron varios sarcófagos de piedra.
¿Y dónde dormían?
En casas superhumildes, siempre con mosquitera. Y durante el viaje comíamos en las comisarías, porque era el único sitio donde nos garantizaban seguridad.
¿Alguna aventura más?
Nos llevaron a Tell el Amarna, la ciudad que construyó el emperador Akenatón con Nefertiti, en una zona de mucho extremismo islámico. Durante el camino nos escoltaron vehículos militares.
¿Qué les esperaba allí?
Visitamos la tumba de Akenatón, en un antiguo valle. Estábamos mi amigo y yo, solos con el vigilante encargado de encender la luz. Nos sentimos muy privilegiados.
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