Maguncia, la ciudad de Gutenberg
Tras visitar el museo dedicado al inventor de la imprenta moderna, un paseo entre templos y las pintorescas casas de Kirschgarten con paradas para probar cerveza y gastronomía alemanas
A unos 50 minutos en coche de Fráncfort y asomada al río Rin se encuentra Maguncia (en alemán, Mainz), el lugar que vio nacer la imprenta en Occidente y una ciudad alemana de 209.000 habitantes que merece al menos una excursión diurna para descubrir sus numerosos secretos.
9.30 Tesoros bibliográficos
Maguncia es muy caminable, así que se puede comenzar el día en POMP (1) (Grosse Bleiche, 29), un café de toda la vida que sirve desayunos generosos, y después andar 10 minutos hasta el Museo Gutenberg (2), que le otorga su renombre a la ciudad. Allí nos esperan, en una sala blindada, las dos primeras biblias impresas por Johannes Gutenberg y otros tesoros bibliográficos de mediados del siglo XV. Ofrece una recreación del taller de imprenta de Gutenberg con demostraciones en directo, y un montón de enormes máquinas que nos pasean por la historia de la impresión en Occidente. Las técnicas de Oriente también caben en el museo, que dedica un ala entera a exponer grabados y xilografías de Japón, China y Corea. Frente a él hay una imprenta tradicional en funcionamiento en la que la mayoría de visitantes acaba entrando para ver los tipos móviles de plomo y madera y el trabajo de los impresores. A menudo, allí mismo, se organizan talleres.
12.00 Las vidrieras de Chagall
A Maguncia no le faltan templos visitables. La principal atracción de la iglesia gótica de San Esteban (3) (Kleine Weissgasse, 12) son las vidrieras de Marc Chagall, admiradas por unos 200.000 visitantes al año. Se las encargaron en la década de 1970, cuando el pintor de origen bielorruso ya era nonagenario, para la restauración de la iglesia tras la Segunda Guerra Mundial. Gracias a él, el color azul y el misticismo se adueñan hoy del interior del templo.
13.00 Una ‘bratwurst’ en el mercado
En Alemania se come temprano, así que antes de las 14.00 la mejor opción es picotear en el mercado al aire libre Markt (4), en la plaza junto a la catedral. Allí está una de las primeras fuentes renacentistas que se construyeron, la llamada Marktbrunnen, hecha a mano por el escultor local Hans Backoffen. En el mercado, que se instala los martes, viernes y sábados, además de verduras y de un gallo vivo en un puesto de huevos frescos y cocidos pintados de colores se pueden comer ricas salchichas bratwurst entre panecillos y platos de pescado rebozado con arroz, muy exitosos a juzgar por las colas en las camionetas donde los sirven.
Tras el almuerzo, toca visitar la imponente catedral de Mainz (5). Destaca por el color rosado de la piedra arenisca con la que se construyó (siglo XI), tono presente en bastantes edificios de la ciudad. Es una de las tres únicas catedrales románicas del Imperio Romano Germánico que se conservan en Europa, junto a las de Worms y Espira. Su claustro, donde se encuentra la entrada al museo diocesano, invita al reposo, pero también tiene algo encantadoramente siniestro, con sus lápidas erosionadas, entre las que se encuentra la del famoso trovador Frauenlob, fallecido en 1318.
15.00 Lo más fotografiado
Más templos, pero esta vez de estilo rococó: la iglesia de San Agustín (6) (Augustinerkirche), de interior blanco y dorado, está decorada con frescos de Johann Baptist Enderle que relatan la vida de este santo. Su órgano barroco sigue sonando en los conciertos que allí se celebran. Muy cerca están las casas tradicionales de la esquina de Kirschgarten (traducible como “el jardín de los cerezos”) (7). Por pintorescos y antiguos, estos edificios blancos con su entramado de madera pintado en rojo son el orgullo de Mainz, y allí recalan todos los visitantes para hacerse su correspondiente selfie.
Si queremos revivir la herencia romana de Mainz, hemos de acudir a un cercano y moderno centro comercial, por extraño que parezca: el Römerpassage (8). Bajo el conglomerado de tiendas hay un pequeño museo con los restos de un templo romano descubierto en el año 2000 y dedicado a las divinidades Isis y Mater Magna.
16.00 Tarde para el arte
El Landesmuseum (9) (Museo Regional), con sus colecciones de pintura, escultura, muebles, porcelana y vidrio art nouveau, da para una visita vespertina. A unos metros se halla el Palacio Electoral, un edificio tardorrenacentista de tono rosado. Es una de las sedes del Museo Romano-Germánico (RGZM) (10), que, si bien se encuentra en reformas, instala los meses de buen tiempo su terraza de cervezas artesanales de la fábrica Eulchen, fundada por dos jóvenes emprendedores de la región en 2013. Para picar sirven unas pizzas de masa hiperfina estilo alemán —Flammkuchen— que entran estupendamente. Y si queremos ver arquitectura contemporánea, a 10 minutos a pie, en Synagogenplatz, está la nueva sinagoga (11), inaugurada en 2012 y diseñada por el arquitecto alemán Manuel Herz. Recubierta de azulejos verdes, sus formas sorprendentes están basadas en las cinco letras hebreas de la palabra “bendición”.
18.30 Merienda a orillas del Rin
Acercarse al Rin es ineludible, y tomarse un vino blanco a sus orillas es casi obligatorio. Al cruzar el pequeño puente giratorio de acero, que data de 1887, llegamos a una islita donde se encuentra la terraza Mole (12) (Victor-Hugo-Ufer, 55116). Allí tienen todo lo que deseamos: excelentes vistas del río y de los barcos que lo surcan, vinos locales y tapas típicas alemanas que funcionan como merienda perfecta mientras contemplamos a los aventureros que acaban de alquilar una tabla de surf con remos para surcar el río intentando mantener el equilibrio.
20.30 De pintas en un bar de 1844
Cae la tarde y no hay mejor plan que aposentarse para cervecear. La ciudad es tranquila, así que si buscamos bullicio el sitio más adecuado es Zur Andau (13), cerca de Schillerplatz, donde luce la fuente de bronce de nueve metros de altura en honor al célebre Carnaval de Mainz o Fasching. Aquí se reúnen los lugareños a beber pintas desde 1844, y ni la Segunda Guerra Mundial logró acabar con este local, que no es espectacular pero sí tiene buen ambiente, así como sabor tienen sus descomunales salchichas al curri con salsa de tomate (currywurst). Mayor refinamiento se vive en Ladendorfs (14), donde sirven los vinos blancos más selectos, y para una atmósfera más alternativa tenemos el simpático Hintz und Kuntz (15), un local diáfano cuyo nombre es la versión alemana de Fulano y Mengano.
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