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A la isla de Tavira en trenecito

Excursión hasta la playa de Barril, un arenal inmenso con las aguas más cálidas de Portugal en el parque natural de Ría Formosa

El trenecito de la isla portuguesa de Tavira.
El trenecito de la isla portuguesa de Tavira.getty images
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En el sur de Portugal, ya tocando a Huelva, la ría Formosa se desborda creando islas de arena que crecen o menguan en función de las mareas. Entre ellas destaca la de Tavira, a donde se llega cruzando un puente de madera o andando, si acompaña la bajamar. Cruzar el puente desde Pedras del Rei forma parte de la aventura —nada arriesgada— para ir acercándose hasta la playa del Barril, objetivo final. Faltan aún 1.000 metros hasta disfrutar de un arenal inmenso y las aguas más cálidas del país. El sendero discurre entre pinos que nos resguardan del sol. La otra opción es subirse a un trenecito de juguete que salva la distancia, sin prisa pero con asientos, al mismo ritmo que el de los paseantes.

Y así se llega a otro mundo, como si el trenecito fuera tan mágico como el de Harry Potter, donde no hay coches ni aparcamientos. Sí se encuentra un chiringuito a pie de playa, un espacio de sombrillas y hamacas y 11 kilómetros de arena en el que acampan a su aire nudistas, jugadores de palas, nadadores, pescadores y demás activistas de un día al sol.

Los incansables pueden recurrir a una excursión de dos horas en kayak (15 euros) por la misma ría que envuelve a esta y a otras islas próximas. En el recorrido por la marisma se descubren, con la ayuda del guía, una flora y una fauna más rica de lo que parece a primera vista.

Playa en la isla de Tavira.
Playa en la isla de Tavira.Andreas Eriksen (getty images)

El tiempo en el parque natural de Ría Formosa avanza muy despacio. El día da para visitar otras islas, cada una con su personalidad: unas absolutamente desiertas, con humanos de quita y pon, y otras semihabitadas, con casas de pescadores que con el tiempo se han transformado en chalés —humildes— de fin de semana, como Culatra y Armona. Eso sí, las edificaciones, así como la marisquería salvaje, tienen sus días contados en este parque natural.

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El trenecito, una vez ya cansados de sol, se agradece, y el pontón peatonal nos devuelven a la civilización, aunque pequeña, de Pedras del Rei, donde se puede rematar el día con un buen pulpo en A Casa, y con almejas recogidas allí mismo, en el simpar y cercano Noélia y Jerónimo.

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