Bienvenida con petunias en Granada

Un Domingo de Ramos de 2015, la madrileña Patricia Pérez-Higueras Padilla recuperó el embrujo de las Angustias, las Recogidas y la Puerta Real tras la apertura al público de un palacete bicentenario en el corazón de Granada, Casa Palacete 1822. Su intención: dar palique y confort a todo viajero ilusionado con hacerse un selfie en la Alhambra, ayudada por su hijo David. Fruto de sus múltiples viajes a través de India, China, Estados Unidos y Europa, las seis únicas estancias de la casa resumen lo esencial de sus recuerdos. Otra inspirada en Kenia completará en breve el alojamiento.

Pérez-Higueras no escatima en gastos. El lugar está atiborrado de muebles, tanto que en algunos sitios no hay por donde pasar. Su barroquismo estético forma parte de su vida, de su ser, de su conversación con los viajeros de todas las nacionalidades que acoge, aunque cada vez se ven más huéspedes procedentes de China entusiasmados con la Alhambra.

A cual más lujosa y abrigada, las tres habitaciones dobles y las tres suites ofrecen vistas a la calle y al precioso patio interior, henchido de flores, uno de los detalles emocionales del palacete. Están por todas partes, cultivadas en su propio jardín, donde la propietaria confecciona ramilletes para ambientar los salones y arreglos muy coloristas para las estancias. Coloca junto a la entrada de cada una un canasto de petunias como obsequio de bienvenida junto a un timbal de frutas.

La American Room evoca el puente de Brooklyn desde el cabecero de la cama, en formato matrimonial neoyorquino de 2×2 metros. La Chinese Room nos sumerge en sus farolillos rojos desde la hora del té. La Hindu Room contiene un artesonado de verdaderas filigranas orientales. La French Room nos transporta a una rue de París. La English Room, con su chimenea usable, encierra todo el aroma de la campiña británica. Y qué decir de la Italian Room, con sus vivas tonalidades mediterráneas.

El desayuno protagoniza la experiencia esencial del palacete, reconvertido en su planta baja en una cafetería de las antiguas, con un mostrador acristalado dentro del cual se puede pedir bollería fina y un sin fin de especialidades artesanas: naranja, fresas, plátano y el cariño de quien lo elabora, que es como nos lo presenta la propietaria.