Nuevos vientos en la Marina
De los sabores mediterráneos de La Sucursal al festival 4ever Fest, el puerto valenciano se reinventa
La Marina de Valencia es el nombre oficial del distrito marítimo de la ciudad, allí donde el dinamismo urbano se da de bruces con el Mediterráneo, nuestro viejo mar interior. Se trata de un territorio peculiar que tiene su origen en un pequeño embarcadero, seguramente anterior a la llegada de Jaime I, en el siglo XIII. A su espalda se extienden el Cabanyal y el Canyamelar, los bellísimos barrios de pescadores que encarnan las esencias de la Valencia fijada en los lienzos de Sorolla y las novelas de Blasco Ibáñez. La dársena interior del puerto se comenzó a construir a finales del siglo XVIII, y hasta la década de 1990 la zona fue puramente comercial y portuaria. Pero luego todo cambió.
El espacio urbano cobró un nuevo impulso tras acoger la 32ª Copa del América (en 2007) y el Gran Premio de Europa de Fórmula 1 (entre 2008 y 2012). Un cambio de modelo que vino acompañado de la creación de los 820 amarres actuales y de nuevas instalaciones y servicios náuticos. A partir de 2016 la Marina comenzó a convertirse en un lugar de ocio a escala humana, con dos vectores principales: crear un espacio abierto para la ciudadanía y convertir las instalaciones existentes en sede de la llamada industria 4.0, es decir, la cuarta revolución industrial, que aplica las innovaciones tecnológicas a los sectores económicos tradicionales.
Actualmente comprende una extensión de un millón de metros cuadrados donde conviven, en un entorno climáticamente privilegiado, una cuarentena de empresas de actividades turísticas y servicios náuticos, una docena de escuelas y federaciones deportivas y una veintena de restaurantes. Gastronómicamente hablando, la joya de la corona es el restaurante La Sucursal, ubicado en el emblemático edificio Veles e Vents. De un blanco resplandeciente y con varias terrazas mirador sobre el puerto, el edificio fue proyectado por el arquitecto británico David Chipperfield —en colaboración con el estudio madrileño B720 Arquitectos— y ganó en 2006 el premio europeo de arquitectura LEAF Award. Veles e Vents debe su nombre a la celebérrima canción de Raimon basada en un poema de Ausiàs Marc. Con indudables evocaciones marineras, es una herencia de la Copa del América convertida ahora en un templo culinario mediterráneo, donde tienen también su sede la Escuela de Hostelería Fundación Cruzcampo y la sala Amstel Art, con una programación habitual de conciertos, exposiciones y eventos culturales.
La remodelación completa del recinto está previsto que se extienda hasta el año 2021. Convertido en uno de los lugares más populares de la ciudad para pasear o pasar un día familiar al aire libre, los espacios para el ocio conviven con instituciones como Lanzadera, el vivero de empresas creado por Juan Roig (propietario de Mercadona), o EDEM, la escuela para estudios de economía y gestión empresarial.
El proyecto para el futuro de la Marina incluye eliminar progresivamente la circulación de automóviles y potenciar el uso peatonal y ciclista. Ahora mismo, el 38% de los usuarios de la zona ya circulan en bicicleta. Pasar un sábado o un domingo a la orilla del Mediterráneo, tomando un cóctel o un aperitivo en el Marina Beach Club o realizando cualquier deporte náutico es un plan tentador en este puerto donde se mezclan embarcaciones de lujo con barcas de pesca tradicionales y cruceros.
Velas y altavoces
Además de eventos náuticos (como la M32 Winter Series o la clasificatoria del World Match Racing Tour), la Marina es sede del salón náutico Valencia Boat Show (este año, del 31 de octubre al 4 de noviembre) y acogerá el 22 de septiembre la segunda edición de la regata culinaria Cuina a Bord. También hay espacio para los eventos musicales. El 2 de junio, Ara Malikian traerá La increíble gira de violín a la Plaza de la Sal. Y el 29 y 30 de junio, el 4ever Valencia Fest celebrará en el auditorio Marina Sur su primera edición con un cartel que incluye actuaciones de Simple Minds, The Prodigy y The Cult.
Muchas de las antiguas bases de los equipos de la Copa del América ya se han convertido en espacios para iniciativas empresariales. La transformación, sin embargo, no ha hecho más que comenzar. Dos edificios singulares en este sentido aguardan la concreción del cambio: por un lado, los llamados Docks, antiguos almacenes mercantiles de estilo modernista, que van a ser rehabilitados para uso cultural. Por otro, quizá el proyecto más goloso: la conversión del Edificio del Reloj en un museo dedicado a Joaquín Sorolla y su tiempo.
El Edificio del Reloj es una bella estación marítima de principios del siglo XX, terminal de los ferris de la época, que podría reunir los 115 cuadros de Sorolla propiedad de instituciones públicas en Valencia. Abordado con la suficiente ambición, este plan dotaría a la Marina de un espacio emblemático dedicado precisamente al pintor que mejor supo captar las razones de la popularidad del lugar: los colores, las sensaciones, la serenidad mayestática de una costa privilegiada.
Joan Garí es autor de El rebost perfecte / La despensa perfecta (editorial Onada).
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