Montoro, entre el río y la sierra
Un paseo por la curva del Guadalquivir que abraza la población cordobesa y una excursión por el parque natural de Cardeña y Montoro, hogar de linces ibéricos, lobos y águilas imperiales
A Montoro (unos 9.500 habitantes) la llaman la bella escondida, porque quien pasa por la autovía del Sur ni la ve ni se la imagina. Solo al salirse de la A-4 y bajar hacia el Guadalquivir se descubre esta montaña de casas blancas que el río rodea casi por completo. No es la única joya que se esconde en este rincón de Córdoba. Pocos kilómetros al norte, en la sierra de Cardeña y Montoro, lo hace el lince ibérico. Junto con la vecina sierra de Andújar, en Jaén, este parque natural alberga la mayor población de tan amenazada y emblemática especie con unos 200 individuos. Eso es casi la mitad de todos los que hay en España y el triple de los que habitan en Doñana.
9.00 El meandro, con kayak o a pie
Solo por la vista vale la pena alojarse (o, al menos, desayunar) en el hotel Mirador de Montoro (1) (hotelmiradordemontoro.es), que domina desde lo más alto la población y el magnífico meandro que la abraza, declarado monumento natural. Este se puede recorrer remando en kayak con la empresa Quivirocio (quivirocio.com) o siguiendo a pie el paseo ribereño que va del mirador del Imperio Romano (2) al puente Nuevo (3) (media hora a buen paso). Por el camino admiraremos el puente de las Doncellas (4) o de las Donadas, que no es blanco, como casi todo en Montoro, sino rojo, de una piedra arenisca que aquí llaman molinaza. Según la leyenda, las montoreñas donaron sus alhajas para construirlo a finales del siglo XV. De ahí su nombre.
10.30 45 millones de conchas
Aún más llamativa que un puente colorado pagado con sortijas y collares es la Casa de las Conchas (5), que está forrada de valvas. En 1960, un camión lleno de chirlas volcó al pasar por Montoro y Francisco del Río decidió alicatar con ellas el brocal del pozo y otras superficies de su hogar. A su mujer, que puso algún reparo, la convenció con un argumento práctico indiscutible: “Así no hay que encalar”. A partir de entonces, amigos que vivían cerca del mar empezaron a enviarle las conchas de almejas y berberechos que, en un número aproximado de 45 millones, hoy cubren hasta el último centímetro cuadrado de fachada de esta casa. Desde que Francisco murió en 2010, es su hija Manoli la que cuida de ella y se la enseña a los curiosos por un euro.
12.00 Estela de guerrero
En el Museo Arqueológico Municipal (6) (museodemontoro.es) se pueden ver restos de Epora, la Montoro romana, y otros de épocas muy anteriores, como una estela de guerrero datada entre los siglos XIII y XI antes de Cristo. Pero lo realmente curioso es el edificio que lo alberga, la antigua iglesia de Santa María de la Mota, cuyos capiteles románicos constituyen una formidable y encantadora rareza. Además de este museo, en Montoro (montoro.es) hay otro dedicado al pintor vanguardista montoreño Antonio Rodríguez Luna (7) (1910-1985), otro del Aceite (8) y otro de la Semana Santa (9), fiesta en la que buena parte de los vecinos participa recorriendo las calles ataviados como soldados romanos.
14.30 Un escenario de película
Hora de coger el coche para subir a la sierra y comer en Venta Nueva (10) (685 95 71 87), un restaurante de Cardeña donde se sirve un suculento lechón ibérico frito en un comedor con vistas a la dehesa de encinas. En el mismo edificio se encuentra el centro de visitantes del parque natural de la Sierra de Cardeña y Montoro (957 33 65 03), donde obtener completa información sobre un espacio en el que, además del lince, habitan especies tan icónicas de la fauna ibérica como el águila imperial y el lobo. De hecho, aquí se rodó Entrelobos, la película de Gerardo Olivares basada en la historia real de un niño cordobés que vivió 12 años con una manada de lobos en la sierra a mediados del siglo XX.
17.00 El sendero al río Yeguas
Para bajar el lechón, nada como un buen paseo por el monte. Cerca de Cardeña, en la aldea de El Cerezo (11), nace el sendero de la Vegueta del Fresno, un camino de 4,5 kilómetros (solo ida) que conduce hasta el río Yeguas, el rincón más bello y abrupto del parque. Discurre por un bosque mediterráneo intacto, vital para la cría del lince ibérico. Para darse únicamente un paseo no es necesario pedir permiso, pero para realizar actividades de educación ambiental hay que tener autorización de la Delegación Provincial de Medio Ambiente de Córdoba (957 73 41 06). Además de tener suerte, para ver linces hay que elegir el momento oportuno. En invierno están en celo y es cuando más maúllan y gruñen, delatando su presencia. Y es mejor con el sol bajo. Contratar a guías expertos, como los de Lynxaia (lynxaia.com), también ayuda.
19.00 Compras apetecibles
Camino de la aldea de El Cerezo está el secadero Ibérico de Cardeña (12) (957 17 43 50), donde Miguel Silva elabora jamones y embutidos a partir de cerdos criados con bellota en las dehesas serranas. Otra compra apetecible, ya de vuelta en Montoro, son los zapatos y botas de cuero que hacen a mano desde 1850 en Casa Mohedo (13) (mohedo.com). Aquí han tomado medidas a miembros de la casa real británica, a aristócratas, a toreros (Palomo Linares, Espartaco, Finito…) y, sobre todo, a infinidad de cazadores. Más humildes, aunque no menos preciosas, son las esteras, canastas y leñeras de Hermanos Hidalgo (14) (Corredera, 73), una de las últimas esparterías artesanales de Córdoba.
21.00 Una almazara del siglo XVIII
Alcauciles con salsa de setas, vinagreras con garbanzos, lomo de ciervo en salsa… No cenaremos mejor, más tradicional y más barato que en Sol Zapatilla (15) (restaurantesolzapatilla.com; 957 16 12 79). Además, sus vistas son de postal, con el puente de las Doncellas en primer término. Dos buenas alternativas son Casa José (16) (957 16 22 32), en la céntrica plaza de España, y Círculo Primitivo (17) (661 00 09 88), en el patio del casino. También se cena (y se duerme) muy bien en Molino La Nava (18) (molinonava.com; 957 33 60 41), un cuidado alojamiento rural que ocupa una almazara del siglo XVIII rodeada de olivares, con telescopio para observar las estrellas, porque esta comarca es ideal para ello, según la fundación Starlight. Joyas en la tierra. Diamantes en el cielo.
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