Yanaka, sutilezas de Tokio
El templo de los 47 samuráis, tiendas tradicionales y un bullicioso mercado en un barrio encantador
Dos palabras clave que hay que aprender antes de viajar a Tokio: Yamanote y Shitamachi. Simplificando, son el equivalente a rive gauche/rive droite en París o Diagonal arriba/Diagonal abajo en Barcelona, divisiones geográficas que son mucho más que eso, que invocan una estética, una historia y hasta una idea aproximada del sueldo medio de sus habitantes.
Lo habitual cuando se visita la capital japonesa es moverse por las zonas Yamanote, es decir, Shinjuku, Aoyama y todo lo que queda al oeste del palacio Imperial. Ahí están tanto el Tokio majestuoso de los templos como el Tokio peliculero y fascinante del cruce de Shibuya, los macrocentros comerciales y las tiendas que parecen galerías de arte. Pero las zonas Shitamachi tienen su propio encanto provinciano, mucho más sutil, en forma de restaurantes de barrio, jardines discretos y calles peatonales. Y no hay nada más Shitamachi que Yanaka, un distrito que incomprensiblemente suelen ignorar las guías de viaje y que concentra por lo menos tres atractivos: un pintoresco cementerio, un puñado de pequeños templos sintoístas y budistas y un concurrido mercadillo que lleva el casi irónico nombre de Yanaka Ginza. Irónico porque este bazar popular poco tiene que ver con el elegante (y decididamente Yamanote) barrio de Ginza.
Lo más fácil es llegar al gigantesco cementerio público de Yanaka desde las estaciones de Nippori o Nishi Nippori. En caso de llegar a la primera con un hueco en el estómago, es buena idea parar en Burari (5-52-5 Higashi-Nippori), un pequeño bar de fideos ramen, y pedir la especialidad de la casa, el tori-paitan, con un caldo espeso y cremoso. A pocos metros, sorprende encontrarse en medio del tejido urbano con más de 100.000 metros cuadrados de tumbas y arbolado, cruzados por una gran avenida cuajada de cerezos, que convierten el cementerio de Yanaka en un espectáculo en primavera, durante la época de sakura, el festival de los cerezos en flor. En otoño, en cambio, el camposanto se tiñe del amarillo de los ginkgos. Esa misma avenida central, que hace 150 años era bastante menos bucólica y estaba cuajada de casas de té diminutas que tenían una doble vida como burdeles, conduce al templo de Tennoji (7-14-8 Yanaka), que se levanta allí desde 1274 y alberga una estatua gigante de Buda en bronce. Hasta 1957, el templo tenía también una famosa pagoda de cinco pisos. No hay que buscarla. La torre desapareció cuando una joven costurera y su amante casado firmaron un pacto de suicidio y se sacrificaron prendiéndose fuego. Con los rescoldos de su amor adúltero se llevaron también los cinco pisos de la pagoda.
Todo el cementerio de Yanaka era en realidad una parte del templo hasta finales del XIX, en el llamado periodo Meiji de expansión imperial, cuando las autoridades trataron de imponer el sintoísmo. Entonces, se expropió el terreno y se convirtió en el camposanto público más grande de Tokio. Aunque se celebren funerales, la atmósfera se parece más a la de un parque público. Existe incluso una zona con columpios para niños. Hay tumbas humildes y panteones de postín, como el de Tokugawa Yoshinobu, el último shogun (dictador militar) de Japón.
Discípulos vengadores
Muy cerca, hay otros templos notables como el de Choanji (7 Chome-14-8 Yanaka), con tres stupas, estructuras budistas que suelen contener reliquias de monjes, hechas en piedra y que datan del siglo XVIII, o el de Sengakuji, dedicado a los 47 ronin, o samuráis, que se conjuraron para vengar a su maestro en 1703.
Las callejuelas adyacentes al cementerio contienen multitud de templos diminutos, del tamaño de un portal, a los que se acercan a mostrar sus (veloces) respetos los vecinos de vuelta del trabajo, y pequeñas tiendas de artesanos, algunas de ellas regidas por esa prodigiosa hiperespecialización que tanto aprecian los japoneses. En Kamenoko Tawashi (2-5-14 Yanaka), por ejemplo, venden los mismos cepillos para limpiar que la familia ha estado fabricando desde 1907, y poco más. Por allí anda también el chocolatero Inamura Shozu (7-19-5 Yanaka), uno de los más respetados de la ciudad.
El museo de Asakura Choso contiene una interesante colección de esculturas, pero su principal atractivo es el edificio, una vivienda tradicional japonesa en torno a un patio con estanque que perteneció al artista Asakura Fumio.
Si hasta ahora el paseo ha transcurrido en silencio y entre calles semidesiertas, la cosa cambiará al acercarse al mercado de Yanaka Ginza. La hilera de tiendas y puestos mantiene un curioso equilibrio dentro del caos: el barbero al lado del carnicero y la verdulera mano a mano con el ceramista. Es un buen lugar para comprar recuerdos y para comer de pie y con las manos baratos y deliciosos yakitori, pinchitos de carne que venden en un puesto en el que siempre hay cola. Aquí, de nuevo, las cosas se ponen específicas. Nada de “pincho de pollo”. Será de tendones, de cuello, de pechuga, de ala o de piel de pollo. A eso se le llama sofisticación al estilo Shitamachi.
Guía
Visitas
Información
» Museo de Escultura Asakura Choso (www.taitocity.net/taito/asakura/). Abre de 9.30 a 16.30. Entrada, 3,85 euros. Cierra lunes y jueves.
» Oficina de Turismo de Tokio (www.gotokyo.org/es).
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