Ai Weiwei llena Londres de árboles Frankenstein
Planes para el fin de semana en la capital británica, de la exposición del artista chino a un paseo por Peckham
En la entrada al recinto donde se encuentra la Royal Academy of Arts en Londres, justo antes de acceder a las exposiciones, hay un gran patio interior. Normalmente este patio está vacío, pero durante las últimas semanas no ha sido así: el patio se ha llenado de árboles. Árboles sin hojas, sin raíces y sin vida. Son árboles Frankenstein, construidos con trozos de muchos otros árboles de distintas partes de un mismo país: China. Su autor es Ai Weiwei, el controvertido artista chino, estrella asiática en occidente.
¿El significado de los árboles “emparchados”? Simbolizan la identidad china, esa que ha sido fabricada, según parece decirnos el autor, con trozos de muchas identidades que a veces no tenían tanto en común.
Esta obra de bienvenida anticipa lo que vendrá en esta exposición de Ai Weiwei en Londres, una retrospectiva por la obra del autor desde 1993, año en el que volvió a China procedente de Estados Unidos, después de pasar allí más de diez años.
“Hay que ser un artista particular para aprovechar la inmensidad de nuestros espacios”, se lee en la web de la Royal Academy of Arts, que ha albergado obras de Hockney, Kapoor y Kiefer, entre otros. Y los trabajos de Ai Weiwei son desde luego inmensos: desde una enorme secuencia fotográfica en la que el artista destroza un jarrón milenario hasta la gran pieza compuesta por vigas rescatadas de uno de los colegios que se derrumbaron tras el terremoto de Sichuan en 2008.
La exposición se encuentra abierta hasta el próximo 13 de diciembre y se recomienda reservar entrada previamente, ya que la afluencia de público es bastante grande. Un buen día para ir es el sábado, ya que la muestra permanece abierta hasta medianoche.
Después de Ai Weiwei, un buen plan de domingo en Londres es almorzar en Hawksmoor, en Picadilly Circus, donde en teoría se disfruta el mejor sunday roast (asado de domingo) de la capital británica. No se trata de un lugar barato y puede costar conseguir una mesa, pero es un lugar que merece la pena. Se encuentra escondido en una callejuela cerca de la plaza de Picadilly.
Y si uno sigue en Londres el domingo por la tarde un buen plan es darse un paseo por Peckham y entrar en alguna de las cafeterías del Bussey Building. Probablemente, un rato después querrá firmar la petición popular para que no derrumben el edificio –alberga actividades culturales, tiendas de música y talleres–, que está amenazado por el reverso tenebroso de ese proceso cada vez más común en las ciudades occidentales modernas: la gentrificación.
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