El Alentejo, en su mejor momento
Ruta gastroenológica por la región portuguesa que incluye megalitos, villas medievales y algunos de los mejores vinos del país vecino
Entre las playas del Algarve y el centro de Portugal, la inmensa llanura del Alentejo vive un momento de gloria que invita a disfrutar su gran riqueza gastronómica, natural, histórica y prehistórica: posee el mayor monumento megalítico de la península Ibérica, Cromeleque dos Almendres, 96 menhires datados entre el 5000 y el 4000 antes de Cristo.
Con su tradición vitivinícola como hilo conductor –Reguengos de Monsaraz es la Ciudad Europea del Vino 2015– y vinos de gran calidad todavía desconocidos en nuestro país, la ruta del vino alentejano propone maridar la belleza natural y el patrimonio histórico y cultural de esta región portuguesa con catas en algunas de sus mejores bodegas, algunas ubicadas en hoteles a los que se llega por inhóspitos caminos de tierra.
Un toque aventurero a este recorrido desde Sevilla a Marvao que incluye dormir entre viñedos en habitaciones de techos abiertos a las estrellas; hoteles con huertos biológicos en los que los propios huéspedes escogen los ingredientes de la cena que prepararán después en la cocina junto al chef, o bosques interminables que se extienden a los pies del primer hotel del mundo íntegramente cubierto de corcho. Estancias cuyo lujo reside en experiencias surgidas de lo natural, del fruto de la tierra, de la tradición, pero también de la tecnología y la modernidad.
Bodegas, gastronomía digna de una estrella Michelin, iglesias con olor a madera e incienso, ciudades patrimonio mundial, como Évora, y templos romanos y antiguos conventos reconvertidos en museos del vino donde se celebran catas a diario. Diseño local que rescata una tradición perdida, el capote alentejano reconvertido en prenda femenina, y, hablando de lujos naturales, aceite de oliva con pan de castaña en el aperitivo.
Lujo ecológico en Albernoa
A tres horas de Sevilla en coche, el restaurante del hotel Malhadinha Nova, en Albernoa, parroquia cercana a Beja, invita a realizar la primera parada. De reciente construcción, está dirigido por un joven equipo y se nota: música chill out por toda la propiedad y etiquetas con dibujos realizados por los niños, hijos y sobrinos de los propietarios para las botellas de su propia bodega. La mayor parte de las verduras y frutas que sirven en la mesa proviene de son de elaboración propia, recién recolectadas para cocinar a demanda del comensal. El restaurante, totalmente acristalado, permite disfrutar de la carta casi en plena naturaleza, con vistas interminables a los campos de la hacienda. Ambiente cercano y entrañable que, si pernoctamos, incluye paseos por los viñedos, rutas a caballo o baños de agua y sol en este rústico hotel.
Comer, beber, comprar
Dom Joaquim (Rua Penedos 6, Évora). Al pie de la muralla de Évora, propone maridar especialidades alentejanas con el vino Invisível, de la bodega Ervideira, un blanco 100% aragonez, variedad de uva tinta. Hay que probar su helado de vino tinto.
Mercearia Gadanha (Largo Dragões de Olivença 84A, Estremoz). Su estudiada y elaborada carta incluye una amplia variedad de vinos de Estremoz, alentejanos y portugueses, gracias a una de las bodegas más extensas en referencias de la zona. Dispone de productos portugueses de primera calidad en su mercearia, un ultramarinos gourmet que completa la oferta gastronómica del establecimiento.
Pousada de Marvão (24 de Janeiro 7, Marvão). El prestigio gastronómico acompaña a los restaurantes de las Pousadas portuguesas (equivalente a los Paradores españoles), y especialmente a la de Marvão, cuya ofrece al viajero productos de la región elaborados de forma tradicional, con toques de nueva cocina. De clásicos como el gazpacho o las migas alentejanas, preparadas como siempre para una presentación muy actual. La sorpresa se mantiene hasta la sobremesa, con dulces de vinagre y de migas, que prolongan el disfrute de las magníficas vistas del restaurante.
Évora
Fundada por los romanos y declarada patrimonio mundial en 1986, Évora, capital alentejana, es conocida como la ciudad-museo por lugares como la capilla de la Iglesia de San Francisco, forrada íntegramente de huesos humanos, como el espectacular Templo de Diana, en pleno centro histórico, la ventana manuelina de la casa de Garcia de Resende o el antiguo Colegio del Espíritu Santo, actual universidad.
A las afueras de la ciudad, el Cromeleque dos Almendres es unos de los enclaves megalíticos más importante de la Península por dimensiones y estado de conservación. Los menhires, tal y como se encuentran colocados en la actualidad, corresponden a estudios realizados con posterioridad a su descubrimiento, ya que durante siglos estuvieron abandonados y esparcidos a voluntad de las diferentes culturas y civilizaciones que pasaron por la zona.
El toque moderno llega en el taller Capote’s (Rua Miguel Bombarda, 16), donde el tradicional capote alentejano vive una nueva etapa rediseñado como elemento de moda femenina, a partir de materiales nacionales que preservan la esencia de la prenda.
Estremoz
La ruta continua hasta los pies del castillo de la reina Santa Isabel, del siglo XIII, en el pueblo de Estremoz, cargado de monumentos e historias que contar. Por ejemplo, alrededor del pelourinho o picota, una columna donde se exponían públicamente los reos ajusticiados para que sirvieran de escarmiento a la población. Se puede visitar la Iglesia Matriz de Santa María o pasear, no sin esfuerzo, por sus escarpadas calles repletas de elementos y adornos marmóreos –adoquines, fuentes, aceras– que recuerdan un pasado de esplendor desde tiempos de los romanos.
Marvão
Más cerca del cielo que de la tierra, el pueblo medieval de Marvão, ciudad fronteriza y en alto, atrae al viajero como antaño a quienes deseaban conquistarla. Su todavía imponente castillo, bien conservado, ofrece una de las mejores panorámicas de la tierra alentejanas y su vecina Extremadura. Cita ineludible en verano es el Festival Internacional de Música Clásica, que se celebra entre sus muros, a los que se llega después de atravesar, despacio, la villa, no tanto por lo empinado de sus calles, sino porque a cada paso aparece un rincón encantador donde hacerse un selfie de recuerdo.
Dormir
L’AND Vineyards (Évora).
Contemplar el cielo nocturno del Alentejo desde la cama tras la cenar en su restaurante de una estrella Michelin, disfrutar de un patio privado con piscina climatizada, tratamientos de vinoterapia o dar un paseo en globo. Este complejo hotelero, apartado entre viñedos de la ruidosa N-114, cuenta con bodega propia cuyos vinos de elaboración propia que da a conocer en catas todos los días.
Ecorkhotel (Quinta da Deserta e Malina, Évora).
Establecimiento ecológico a cinco minutos en coche de Évora, sus instalaciones se rigen por la sostenibilidad. Diseñado para obtener la máxima eficiencia energética, cuenta con paneles solares, energía geotérmica para la calefacción y un revestimiento de corcho en su edificio principal que sirve de aislante térmico y acústico. Sus 56 suites se mimetizan con la naturaleza circundante, entre robles, encinas y olivos, mientras el restaurante se integra perfectamente en la campiña alentejana.
Torre de Palma (Herdade de Torre de Palma, Monforte).
Antigua finca dedicada a la agricultura y ganadería tradicionales, invita ahora al visitante a la calma portuguesa y a una armonía con la naturaleza basada en la sofisticación de la sencillez. A pesar de la extensión de la hacienda, el establecimiento solo tiene 15 habitaciones repartidas en ocho viviendas típicas del Alentejo, un loft, un granero rehabilitado y una casa señorial. El huésped puede escoger entre catas de vinos, juegos para descubrir esencias y aromas de los vinos de su restaurante, actividades hípicas o recoger y seleccionar personalmente las verduras y especias que posteriormente se cocinan y sirven en las mesas.
O Poejo (Santo António das Areias, Marvão).
Este hotel cercano a Marvão parece un museo. Piezas antiguas de una fábrica de aceitunas y procesado de castañas, el estratégico enclave donde se ubica invita a escapadas por tierras portuguesas y españolas, desde Évora hasta Cáceres. En las distancias cortas tampoco defrauda, con visitas a Marvão, el Castelo de Vide o la impresionante Estación de Ferrocarril de Beirã.
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