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Mi querido Michael Jackson

Cinco actores cuentan las historias de sus ‘souvenirs’ fetiche

Joaquín Reyes con su muñeco de Micheal Jackson, comprado durante un viaje a Nueva York.
Joaquín Reyes con su muñeco de Micheal Jackson, comprado durante un viaje a Nueva York. Alfredo Arias

Joaquín Reyes

Cuando Michael Jackson lanzó en 1991 su éxito Black or White, Joaquín Reyes (Albacete, 1974) tenía 16 años. Pero algo hubo en esa canción que le marcó, pues durante años perseguiría un muñeco del cantante a modo de fetiche. Estuvo a punto de comprarlo en el Rastro de Madrid, pero no tenía “ni un duro en esos años”, y tuvo que esperar a viajar a Nueva York por su luna de miel para adquirirlo en una tienda de la Primera Avenida por 50 dólares. Desde entonces, este souvenir que “canta y tiene su ropa intercambiable” se ha convertido en el objeto predilecto del actor y humorista. A veces se lo ha llevado al teatro o a rodajes. “En el aeropuerto de Atlanta empezó a cantar solo en el detector de metales”.

Kiti Manver con su vasija de madera de palosanto traída de Argentina.
Kiti Manver con su vasija de madera de palosanto traída de Argentina.Alfredo Arias

Kiti Manver

Hubo un tiempo, “cuando había más presupuesto para las giras de teatro”, en que los actores sí podían visitar desde un punto de vista turístico las ciudades en las que aterrizaban sus montajes. Pero Kiti Manver (Málaga, 1953) apenas lo puede hacer ya. “Quizá la última vez fue en Cáceres”, recuerda, y lo sabe porque en esta ciudad triunfó con Las heridas del viento, uno de sus recientes trabajos teatrales. Quizá se haya encomendado a su souvenir estrella. Se trata de una copa realizada en madera de palosanto que trajo de Argentina hace años. Le dijeron que era milagrosa. “Es como un santoral, lo utilizo para guardar todo tipo de cosas y tiene un olor maravilloso a madera tallada por los artesanos de las cataratas de Iguazú”. Manver, que no es de muchas compras en los viajes —“ahora solo voy a ensayar, a realizar la función y a dormir”—, no se despega de esta especie de cáliz que, como dice, trajo “del auténtico paraíso”.

Eva Isanta con su incensario marroquí.
Eva Isanta con su incensario marroquí.Alfredo Arias

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Eva Isanta

“Los souvenirs son como las fotos en los viajes, tienes que llevarte algo para recordar ese destino y ese momento. Yo siempre intento hacerlo y además regalo recuerdos que haya comprado en mis vacaciones”. Eva Isanta (Ceuta, 1971) es de hábitos clásicos en sus viajes: conocer lo turístico, caminar por las ciudades y, por supuesto, comprar algún souvenir. El último que la actriz se llevó a su casa fue de Tánger, un incensario de cerámica en color blanco y plata que adquirió a un comerciante callejero en la puerta del aeropuerto. “Ese viaje fue especial para mí, pues venía de dar el pregón en mi ciudad, Ceuta, y de regreso compré este objeto”, cuenta. Y los aromas la llevan de vuelta al lugar del viaje. “Le pongo sándalo y, para relajarme, lavanda”. Porque un perfume es a veces el mejor souvenir de una ciudad.

Ernesto Sevilla compró este acetato de un fotograma de ‘Porco Rosso’ en Tokio.
Ernesto Sevilla compró este acetato de un fotograma de ‘Porco Rosso’ en Tokio.Alfredo Arias

Ernesto Sevilla

“No se reían, por más que contásemos nuestros chistes. Ni una carcajada. Era todo muy raro”. Con nostalgia y pesadumbre recuerda Ernesto Sevilla (Albacete, 1978) una actuación, junto a Joaquín Reyes, en el Instituto Cervantes de Tokio para estudiantes japoneses de español. Sus monólogos no tuvieron ningún éxito, pero de ese viaje se trajo su souvenir predilecto. Se trata de un acetato de un fotograma original de la película de animación Porco Rosso, del gran Hayao Miyazaki, el creador de Heidi. “No fue barato, pero lo tengo colgado en una pared de mi casa en un lugar privilegiado”, cuenta el humorista y actor. Poco después de aquella fatídica función, en otra actuación en la capital japonesa, el dúo humorista se reconcilió con su trabajo ante un público español. “Nos volvió a subir la autoestima con los españoles que vivían en Tokio, ahí la actuación fue diferente”, dice.

Toni Acosta adquirió esta lámina de ‘Chica con pelota’, de Lichtenstein, en el MoMA.
Toni Acosta adquirió esta lámina de ‘Chica con pelota’, de Lichtenstein, en el MoMA.Alfredo Arias

Toni Acosta

A Toni Acosta (Santa Cruz de Tenerife, 1972) le gusta andar por su casa, lo entiende como un recorrido viajero con objetos traídos de los lugares en los que ha estado. “Creo que mi casa tiene que tener recuerdos de mis viajes, es una manera bonita de volver a ellos”, asegura. Por eso, la actriz posa ahora con una lámina del cuadro Chica con pelota (1961), de Roy Lichtenstein, que compró en la tienda del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) en su primer viaje a la gran urbe estadounidense hace seis años. Se trata de una de las obras de la colección permanente del museo. “Me gustó, y la tengo puesta en casa, sobre una pared roja”. Pero cuenta Toni Acosta que de las ciudades que visita le gusta, sobre todo, traer souvenirs gastronómicos: “Me encanta probar los dulces y otros productos típicos de cada lugar”. Seguro que su última gira, con la obra de teatro De mutuo desacuerdo, equivaldrá a un gran mapa de sabores de España.

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