Academia vacacional

A todos nos gusta que nos reconozcan al entrar en el hotel elegido para las vacaciones. Todos aspiramos a que nos acojan e interpreten nuestros deseos. Que la puntualidad sea cierta; el ademán, elegante; la comida, buena, y la cama, cómoda. A todos nos seduce el valor de una sonrisa, porque el hotel es fundamentalmente una cosa de personas. Y para que el hotel nos evidencie su rostro humano es necesario aprender la liturgia de la hospitalidad, interiorizar las vicisitudes del trabajo y experimentar a pie de obra aquello que otras personas, los profesores, han venido enseñando desde que el mundo es mundo.

El turismo es una actividad profesional estudiada en las escuelas. Por eso, cuando entramos en el hotel Cala Mijas, en plena Costa del Sol malagueña, no debemos esperar mayores lujos ni sorprendentes delicias que los inherentes a la condición de ser conejillos de indias académicos, cómplices y admiradores de futuros cocineros, camareros, gobernantes y gobernantas de pisos, alumnos hoy adscritos a la escuela de turismo, hostelería y ocio de la costa andaluza, CIO Mijas.

La atención prodiga estudiados gestos, desde el inicio hasta el final. Aunque al frente de la recepción siempre responde un experimentado profesional. Por su constante monitorización, la limpieza de las instalaciones es máxima, casi exagerada. La cocina es de alta calidad en algunos platos y funcional a la hora de los desayunos. Originales las propuestas de ocio para los huéspedes, que pueden asistir a seminarios para aficionados a toda suerte de actividades lectivas.Respecto a la estancia, cómo no darse paseos por los jardines, no tomar el sol veraniego en las terrazas.

Los salones y zonas comunes permanecen gran parte del día en desuso: al otro lado de la carretera se encuentra la playa. Y en el centro del complejo, una piscina cristalina reclama a los turistas del norte de Europa, los primeros en ponerse aquí como cangrejos.De noche, los estudiantes se retiran de las aulas y dejan el hotel en calma. Las habitaciones, decoradas en tonos neutros con intenciones minimalistas, como la arquitectura cúbica del complejo, ofrecen lo imprescindible para encontrarse con el sueño. Nada informa en ese momento de la metamorfosis que sufre cada día el hotel-escuela, ni del compromiso que los huéspedes adquieren aquí en la formación de quienes mañana serán los facultativos de su felicidad vacacional.

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