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Sabbat en taxi

Bárbara Lennie viajó a Israel. Además de visitar Jerusalén y bailar en Tel Aviv, se dio un baño en el Mar Muerto

Pablo León
La actriz Bárbara Lennie.
La actriz Bárbara Lennie.

Una sesión de fotos llevó a Bárbara Lennie a Israel. La actriz, que estrena hoy en los cines españoles Estrella candente, visitó Tel Aviv y Jerusalén, y se dio un baño en el Mar Muerto.

Allí todos flotan…

Flotas, el agua escuece mucho, está muy caliente y puedes ver Jordania. Estuve en un spa setentero venido a menos que me fascinó. Además, visité Masada, en pleno desierto de Judea, donde se encuentra la mítica fortaleza en la que los judíos resistieron a los romanos. En vez de rendirse, decidieron quitarse la vida.

Y del baño, ¿salió rejuvenecida?

El agua tiene una concentración brutal de sales muy beneficiosas para el cutis y los huesos. Predomina la gente mayor que va a sanarse. Compré todo tipo de ungüentos, cremas y lociones para regalar a mi madre y a mis amigas. La piel agradece mucho el baño. Luego me fui a Jerusalén.

¿Es tan compleja como dicen?

Más. Entrar en ella es toda una experiencia; un viaje al pasado. Por un lado, el misticismo. Por otro, los militares. Llegamos en un taxi, pero el conductor no conocía muy bien las calles, así que acabamos en el barrio ortodoxo.

¿No sería sabbat?

Sí. Las calles, semivacías. Y la poca gente que paseaba nos miraba bastante mal.

¿Les dijeron algo?

Por suerte, no. Luego nos explicaron que cruzar esa zona durante la celebración semanal es una ofensa, una provocación en toda regla. Nos dijeron que nos podrían haber tirado piedras y todo. La ciudad está marcada por la tradición. Lo contrario que Tel Aviv, que es una metrópoli efervescente y muy abierta.

¿En qué se percibe?

En todo. En la gente, los escaparates, la ropa y, sobre todo, en la arquitectura. La denominada ciudad blanca es una maravilla.

¿La describe?

En los años treinta empezaron a erigir edificios al estilo de la Bauhaus, muy representativos del Movimiento Moderno. Ahora son más de 4.000 construcciones impresionantes. Representa una de las mayores concentraciones del mundo, y por eso la zona fue declarada patrimonio mundial. Por otro lado, la ciudad tiene un ambientazo gay muy divertido.

Eso implica fiesta, ¿no?

Sí, estuve en un par de fiestones. Los clubes nocturnos de la ciudad no se pueden comparar con los de cualquier otro lugar: mucha gente, djs marchosos y muy buen rollo a pesar de las medidas de seguridad. Pablo León

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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