Pizzas crujientes frente al Etna
Las ruinas griegas de Taormina se miden con las huellas de todas las culturas mediterráneas. La población siciliana destaca por el ‘glamour’ de su festival de cine y su refinada gastronomía
Los alrededores del aeropuerto de Catania no son bonitos. Los bloques de viviendas están cubiertos por un polvo grisáceo que tal vez provenga de los tubos de escape o de esa nubecilla blanca que corona el Etna. A medida que uno se va alejando de Catania en dirección a Mesina, el paisaje se convierte en una espesura verde con lunares del rosa chicle de esas adelfas que adornan las medianas de las autovías mediterráneas. Frente al mar y sobre la cima del monte Tauro, morado y esmeralda, se asienta Taormina, una de las primeras fundaciones griegas en Sicilia. Aquí han vivido romanos, bizantinos, árabes y normandos. También la corona de Aragón ha dejado huella. Hoy, Taormina es una población de 10.000 habitantes que pasan desapercibidos entre los turistas.
9.00 Amanecer temprano
Habría que levantarse muy temprano para ver amanecer en Taormina. Quizá merezca la pena si uno se aloja en uno de los hoteles con vistas al mar que orientan sus terrazas hacia el este. Un café mientras se contempla la salida del sol, por ejemplo, desde una de las terrazas del hotel Atlantis Bay (1), alejado del centro, pero situado en una cala íntima y privilegiada. La vista es también impactante desde las ruinas del castillo medieval (2), a unos quinientos metros del centro: el sol sale del mar de Naxos para dar luz a Taormina. Al fondo, el Etna.
11.00 Tentaciones marítimas
Aquí el mar es su transparencia. Todos los matices del verde y del aguamarina se irisan con los rayos de un sol que luce muchos días al año. La playa es de piedras, de modo que conviene calzarse. Este inconveniente deja de ser importante al disfrutar del agua. Cristalina. La zona es recomendable para los amantes del buceo y el snorkel. Desde la estación de la Via Luigi Pirandello se baja a la playa de Isola Bella (3) en el funicular. Pasa cada quince minutos y funciona hasta las ocho de la tarde. Otra opción, con la que el viajero consumirá medio día de sus 24 horas, es la de embarcarse en un minicrucero para visitar Giardini Naxos, Isola Bella, la Gruta Azul, la bahía de Mazzaro, la de las Sirenas y el cabo de Taormina.
14.00 El excelente pescado marinado
A la vuelta de la playa, en la Via Luigi Pirandello se puede comer en alguno de los restaurantes más valorados de la ciudad. El servicio suele ser amabilísimo; los productos, frescos, y la elaboración, exquisita. Así sucede en Villa Antonio (4), frente a Isola Bella, o en la Trattoria da Nino (5). Irse de aquí sin probar la fritura de calamares, los gambones rojos, la pasta fresca de fabricación casera o los excelentes pescados marinados —boquerones, lonchas finísimas de atún— sería un grave error. De postre, la cassata, y para digerir bien, un espresso o un ristretto. Café solo fuerte y concentrado. Para mantener los ojos abiertos.
17.00 Tirando del hilo del Corso Umberto
El Corso Umberto (6) es la arteria principal de Taormina desde la puerta de Messina hasta la puerta de Catania. El corso es un espectáculo en el que se alternan tiendas de artesanía, abigarradísimos anticuarios cuya fachada parece que se va a vencer sobre la calle, tradicionales tiendas de souvenirs, heladerías en cuyo expositor se exhiben polos de todos los sabores y tonalidades, callejuelas laterales, estrechas y escalonadas, que suben hacia el monte o se orientan hacia el mar. Las callejuelas se adornan con maceteros coloristas y esconden algunos de los restaurantes y garitos más atractivos de Taormina. Más allá del encanto del corso, la calle es el hilo en el que se ensartan plazas que ofrecen continuas panorámicas en cinemascope de la costa: la plaza de Vittorio Emanuelle II (7), antiguo foro romano donde se asientan el palacio Corvaja, ecléctica construcción con reminiscencias árabes y del gótico catalán que fue el primer Parlamento de Sicilia, y la iglesia de Santa Caterina; la plaza 9 Aprile (8), balcón al mar y al Etna, que alberga las iglesias de San Giussepe y San Agostino y es punto de inflexión a partir del cual se abre la Taormina más arábiga a través de la puerta de Mezzo con su magnífica torre del Reloj; a partir de ahí, San Giovanni de Malta, el palacio Ciampoli, de estilo gótico-catalán, y la plaza del Duomo (9), donde, además del Ayuntamiento, sobresale la catedral de San Nicolo.
18.00 La hora de la merienda
No es ninguna tontería volver por donde se ha venido para observar desde otra perspectiva matices arquitectónicos, comercios y rincones del Corso Umberto. Así nos iremos aproximando a la joya de la ciudad: el teatro Antico. Pero eso será más tarde; ahora conviene reponer fuerzas tomando un granizado en el Bam Bar (10): tienen fama de ser los mejores de Sicilia y pueden acompañarse con un pastel. Si uno quiere degustar los famosos canolli, el sitio ideal es el Laboratorio Pasticceria Roberto (11), en la Via Calapitrulli. Taormina es marisquera y salada, pero también tiene un corazón cremoso y dulce.
19.00 La joya de la corona
Con los músculos activados por el azúcar, siguiendo la Via de Giovanni y la Via Teatro Greco llegamos a las puertas del teatro Griego (12), que data del siglo III antes de Cristo, aunque fue remodelado por los romanos. El enclave es impresionante, y el estado de conservación del recinto, también. El teatro sigue utilizándose para la celebración de eventos como el Festival de Cine de Taormina, que se celebra a finales del mes de junio. Es un lujo sentarse en las gradas y ver una película en pantalla gigante. Antes o después, se agradece tomar una copa en los jardines y salones, llenos de antiguo encanto, del hotel Timeo (13). En Taormina también hay un Odeón, de dimensiones más reducidas que el teatro, que data de la época romana.
21.00 A la cama, cenados
La oferta gastronómica del corso y de sus calles adyacentes es variada: pescados al limón y al horno, queso frito, espaguetis al nero di seppia o unas pizzas que crujen dentro de la boca. Una humilde Margarita es un bocado extraordinario. El restaurante Al Duomo (14), el Vicolo Stretto (15) o el Bellevue (16) —edificio impresionante—, o la Pizzeria Vecchia (17), son buenas opciones. Conviene no olvidar que Taormina no es un lugar barato.
23.00 Un ‘negroni’ o un ‘campari’
Por Taormina han pasado Goethe, Truman Capote o Tennessee Williams, Greta Garbo, Cary Grant, Elizabeth Taylor o Rita Hayworth. El festival de cine es un aliciente, y en los últimos tiempos no ha sido raro encontrarse por sus calles con Sofía Loren, Jeremy Irons, Amy Adams o Russell Crowe. Es posible encontrarlos tomando un negroni o un campari en la terraza del café Wunderbar (18), en las escaleras del Daiquiri Lounge, en el Morgana Bar (19) o en el Jazz Club del hotel Metropol. ¿Probamos?
» Marta Sanz es autora de la novela Daniela Astor y la caja negra (Anagrama).
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