Once delicias turcas
Estatuas gigantes, lagos solitarios y ciudades fantasma en el preludio del Caúcaso Recorrido poco turístico por el interior de Turquía, a muchos kilómetros de Estambul
Muy lejos de Estambul, de las playas turísticas del Mediterráneo o de los sorprendentes paisajes de Capadocia, al este de Turquía se despliega todo un país por descubrir en el que es difícil encontrarse con otros viajeros. La profunda región de Anatolia guarda otras delicias turcas casi desconocidas que el viajero podrá recorrer casi en soledad: monasterios, iglesias y castillos armenios, palacios otomanos, pueblos tradicionales con casas de madera que preludian el Cáucaso o misteriosas estatuas gigantes que coronan montes.
01 Trabzon
El gran puerto del Ponto
La antigua Trebisonda, al norte de Anatolia, es un punto perfecto para comenzar a recorrer el Oriente turco. Trabzon está en la costa del mar Negro, en lo que la Antigüedad se conocía como la región de Ponto, una zona productora de té que presume de sus antiguas fortificaciones. Es una de las ciudades más sofisticadas de la costa del mar Negro; cosmopolita y moderna en algunos barrios, pero también con un ambiente portuario indiscutible ya que controla el tráfico de mercancías con Georgia, Armenia Arzebaiyán e Irán. Lo más pintoresco es probablemente Ortahisar, el barrio antiguo que se extiende por un barranco. También hay que visitar el Museo Aya Sofya, con frescos interesantes, y darse una vuelta por el bazar que, comparado con el Gran Bazar de Estambul, resulta de lo más auténtico.
02 Sumela
El monasterio excavado en la roca
Desde Trabzon, la visita obligada es el monasterio de Sumela, el punto de mayor interés histórico de toda la costa del Mar Negro. A él se llega por carreteras que serpentean junto a restaurantes rústicos de pescado y no es difícil cruzarse con rebaños de ovejas en busca de pastos frescos. A pesar de su imposible ubicación, el monasterio se adapta perfectamente al verde paisaje que lo rodea. Los últimos kilómetros ofrecen vistas magníficas, a través de valles cubiertos de pinos y de los muros color miel de Sumela. El último tramo a pie sube hasta este retiro excavado en la roca.
El monasterio fue fundado en la época bizantina y abandonado en 1923. Hoy tiene un aire misterioso, sobre todo cuando la niebla envuelve el valle y el minarete de una mezquita escondida queda flotando a través del bosque. No nos encontraremos muchos viajeros internacionales pero sí riadas de turistas turcos, así que conviene visitarla pronto o a última hora de la tarde.
03 Valle de Firtina
Puentes y rafting
La ruta sigue hacia el oriente por el valle de Firtina, con sus célebres puentes otomanos peraltados. Es un buen recorrido para descubrir la vida tradicional de esta parte del país. En la cima de las colinas se mantienen las mansiones construidas a principios del siglo XX, al regreso de los habitantes que hicieron fortuna como chefs o panaderos en la Rusia prerrevolucionaria. En el valle encontraremos castillos como el de Zil, cascadas como Pavolit Selalesi o aldeas como Çat, que sirven de base a los excursionistas que deciden subir a las montañas cercanas.
Desde este valle, podremos escoger entre rodear los montes Kaçkar o emprender una ruta de varios días hasta Yusufeli, para desde aquí visitar los valles georgianos o practicar rafting en aguas bravas en el río Çoruh, antes de que la zona quede inundada por una presa.
04 Kars
La inspiración de Pamuk
La ruta de los valles georgianos, desde Yusufeli hasta Kars, es una de las más pintorescas de Turquía. Al final está Kars, con sus imponentes edificios de piedra de colores pastel de tiempos de la ocupación rusa y su trazado en cuadrícula bien organizada. Parece un trozo de Rusia trasladado al noreste de Anatolia pero con un montón de influencias diferentes (azerí, turcomana, kurda, turca y rusa); no es de extrañar que Orhan Pamuk la escogiese como escenario de su aclamada novela Nieve. Desde Kars todos salen corriendo para visitar Ani, pero merece la pena dedicar un día al menos para empaparse de su ambiente ecléctico y probar su magnífica miel y su excelente queso. En la parte más antigua, el castillo de Kars ofrece, cuando hace buen tiempo, unas imponentes vistas de la ciudad y de la estepa.
05 Ani
Ciudad fantasma
A unos 45 kilómetros al este de Kars, Ani es la estrella de esta región de influencia rusa. En otros tiempos fue una próspera capital armenia, pero hoy es solo un conjunto de ruinas cerca de la frontera entre Turquía y Armenia. La primera visión es espectacular: restos de enormes edificios de piedra sobre un mar de hierba ondulante, emblemas de una ciudad fantasma que siglos atrás rivalizó con Constantinopla en poder y gloria. En lo alto de una meseta azotada por el viento, tiene un aire realmente fantasmagórico. Una vez en Ari, se necesitan al menos dos horas y media para visitar todas las iglesias y mezquitas. No falta un monumental alcázar en ruinas y en los alrededores, otro montón de ruinas armenias que pueden completar la visita a esta Anatolia rural. Lo que no hay por la zona son restaurantes ni tiendas, por la zona por lo que conviene avituallarse antes.
06 Dogubayazit
A la sombra del Ararat
Siguiendo por la frontera armenia hacia el sur, a unos 240 kilómetros está Dogubayazit, un lugar de predominio kurdo al que los viajeros de la ruta hippie apodaban doggy biscuit (galleta de perro). Lo mejor es el entorno, magnífico, con el monte Ararat (5.137 m) a un lado y el romántico palacio de Ishak Pasa al otro, un complejo de fortaleza, palacio y mezquita que vigila la ciudad desde las rocas. La ciudad no tiene nada especial pero es una buena base para subir al bíblico monte y descubrir paisajes que mantienen el aire salvaje propio de los lugares fronterizos.
07 El lago Van
Un castillo fotogénico
Siguiendo hacia el sur se llega a Van, en la orilla suroriental de un gran lago rodeado de montañas que, afortunadamente, se ha mantenido prácticamente virgen. Hay que comer mucho kahvalti (el sabroso desayuno local) para tomar fuerzas antes de recorrer los puntos más interesantes de la zona, incluida la iglesia de Akdamar, solitaria habitante de una isla del lago (Van Gölu), y el recientemente restaurado castillo de Hosap. La ciudad de Van es más informal y menos estricta que el resto del país, e incluso se pueden ver parejas jóvenes cogidas de la mano. Pero lo realmente interesante no son las playas, las actividades acuáticas o las calles comerciales, sino sus impresionantes monumentos, como el castillo o roca de Van, pasar unos días viajando alrededor del lago o explorar los yacimientos históricos cercanos de Cavustepe y Hosap.
Como castillo, Hosap es sobre todo fotogénico, encaramado sobre un promontorio rocoso en Güzelzu, un pueblo que es parada en la ruta de caminos. En la antigüedad, sobre la pequeña colina en el lado izquierdo de la carretera, en Çavustepe, estaba el palacio fortaleza de los reyes de Urartu, construido por el rey Sardur II, de Ur. Se puede subir hasta las ruinas de la fortaleza inferior.
08 Hasankeyf
Bañada por el Tigris
La ruta vira hacia el oeste con paradas imprescindibles en Hasankeyf y su castillo esculpido en las rocas, junto al Tigris, y la ciudad de Mardin, con vistas a las calurosas llanuras mesopotámicas.
Hasankey es una aldea de color miel ubicada sobre los peñascos de un barranco en cuyo fondo discurre el río Tigris. Parece una Capadocia en miniatura, amenazada con desaparecer bajo las aguas. Como en otros pueblos de la zona, las grandes atracciones del lugar son el castillo, las mezquitas y algunos palacios que conviven con iglesias armenias. Nada especial, pero el conjunto que forman y una aproximación a la cultura local justifican la visita.
Mardin tiene vuelos regulares desde Estambul en verano y eso la convierte en un destino de turismo interior. Los minaretes asoman por encima de un laberinto de calles, un castillo que domina el casco antiguo y casas de piedra que descienden por la ladera sobre las llanuras. También ofrece una mezcla de culturas kurda, yazidí, crisitana y siria.
09 Diyarbakir
El corazón de los kurdos
Siguiendo hacia el noroeste aparecen las murallas bizantinas de Diyarbakir, cuna de la cultura kurda, desde donde se asciende al monte Nemrut. Diyarbakir es una ciudad con alma, corazón y carácter. Aunque está muy orgullosa de seguir siendo el símbolo de la identidad y la tenacidad kurda, los turistas turcos y extranjeros están volviendo a visitarla. Tras sus murallas de basalto, los callejones de la antigua ciudad están repletos de edificios históricos y mezquitas de estilo árabe. Estamos en Mesopotamia, la tierra que vio nacer los primeros grandes imperios del mundo: la historia de esta ciudad se remonta al año 1500 antes de Cristo, época del pueblo hurrita, pero desde entonces han pasado por aquí asirios, persas, griegos, romanos y, por supuesto, árabes. Es una ciudad que encantará a los amantes de la historia y de las grandes cifras: se dice que el perímetro fortificado, con casi seis kilómetros de longitud, es la segunda muralla más larga del mundo, solo por detrás de la Gran Muralla china. Dentro se encierran caravasares, mausoleos, mezquitas y laberintos de callejuelas e iglesias de origen armenio.
10 Nemrut Dagi
Cabezas gigantes del rey-dios
Los escasos visitantes ascienden casi en peregrinación al monte Menrut (2.150 metros) para ver las cabezas gigantes de piedra de cubren la cima. Nadie supo de este lugar hasta 1881, cuando un ingeniero alemán, contratado por los otomanos para evaluar posibles rutas de transporte, se quedó impresionado al toparse con estas grandes estatuas. Las excavaciones arqueológicas no comenzaron hasta 1953, cuando la Escuela Americana de Investigaciones Orientales se hizo cargo del proyecto.
Todo fue obra de un megalómano rey local anterior a los romanos: cortó dos terrazas en la roca, las llenó con colosales estatuas de sí mismo y de los dioses (a los que consideraba parientes) y finalmente ordenó que se apilara entre ellas una montaña artificial de piedras trituradas de 50 metros de altura. Se cree que la tumba del rey y las de tres mujeres de su familia pueden encontrarse bajo estas toneladas de roca. Los terremotos han decapitado casi todas las estatuas y hoy muchos de los enormes cuerpos se hallan en hileras, sentados en silencio, con las cabezas de dos metros de altura mirando desde el suelo.
Conviene visitar el parque nacional entre finales de mayo y mediados de octubre, ya que el resto del año la carretera se vuelve infranqueable por la nieve. Desde Karadut, Kahta, Malatya, Sanlurfa y Capadocia salen circuitos organizados al Nemrut Dagi.
11 Harran
En la casa de Abraham
La ruta por el desconocido oriente turco termina cerca de la frontera siria, en Harran, donde vivió Abraham en el año 1900 antes de Cristo. Es uno de los lugares habitados de forma continuada más antiguos del planeta. Además, Harran es famosa por sus casas colmena de origen milenario, aunque los ejemplos actuales datan de los últimos 200 años. Aparte de estas viviendas (una de ellas habilitadas para las visitas turísticas), solo quedan por ver las ruinas del castillo, los restos de la muralla y una mezquita omeya del siglo VIII. Tal vez lo más sorprendente sean los alrededores: la construcción de la presa de Atatürk ha convertido un árido desierto en frondosos campos de algodón.
Más información en la guía Lonely Planet de Turquía y www.lonelyplanet.es
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