La Haya en 230 coches diferentes
El Museo Louwman del Automóvil incluye joyas como el Aston Martin de James Bond o el Cadillac de Elvis Presley
El majestuoso vestíbulo del Museo Louwman del Automóvil, la atracción más visitada de La Haya, apenas prepara al visitante para las 230 joyas que guarda en su interior. Un conjunto de coches fechados desde 1886 y con nombres tan evocadores como Lacroix & Delaville la Nef. Otros, no menos atractivos, llevan la marca Bugatti, Alfa Romeo, Bentley, Chevrolet, Hispano Suiza, Studebaker, Jaguar, Lamborghini, Maserati, Packard, Porsche o Rolls-Royce, y componen la colección privada más antigua del mundo de su clase abierta al público. Reunida desde 1934 por Pieter Louwman, antiguo importador holandés de la casa Dodge, y por su hijo, Evert, actual dueño, fue inaugurada en 2010 con estilo por la antigua reina Beatriz: llegó sin contratiempos en un descapotable de época.
Una vez dentro, el edificio de tres plantas y 10.000 metros cuadrados de superficie expositora ofrece vehículos brillantes en perfecto orden de revista. Una sala rebosa de Ferrari de carreras rojos y verdes. En otra hay dos Cord, los coches estadounidenses de 1930 asociados a las películas de gánster. Otra presenta un clásico Fiat Salón oscuro, de 1928, junto a un curioso espécimen de la misma marca en forma de barco, de 1953. En azul y blanco, lleva hasta un salvavidas a bordo.
Cuando el espectador empieza a creer que ya no habrá más sorpresas, aparece el Mercedes-Benz del último káiser alemán, Guillermo II. El Humber de Winston Churchill, el primer ministro británico durante la II Guerra Mundial. Y el Aston Martin usado en Goldfinger, la película de la serie James Bond interpretada por el actor Sean Connery. Hasta tienen el Cadillac Fleetwood, propiedad en su día del cantante Elvis Presley.
Junto a esta galería de estrellas reconocibles, se propone un cuadro de honor con cinco piezas irrepetibles: un Lagonda y un Jaguar, ganadores en Le Mans en 1835 y 1956, respectivamente; un Maserati de una plaza que venció en el Gran Premio de Bélgica; un Mercedes-Benz de 1936 conducido por un magnate y luego por un adinerado carnicero en Londres, y el más llamativo del conjunto: un Brooke de 1910 en forma de cisne blanco. Su propietario, inglés, se paseó por Calcuta durante la colonización de la India para asombrar a sus compatriotas, y lo logró.
Para cuando el baile de carrocerías pida un respiro, el museo ofrece un cuidado jardín junto al agua y una amplia sala plena de ilustraciones automovilísticas del dibujante británico Frederick Gordon Crosby (1895-1943). El único capaz de reflejar la evolución de la industria del motor y sus emociones con unas simples acuarelas. Ganador del trofeo International Historic Motoric, otorgado por el sector de autos clásicos, el Museo Louwman presume de un tesoro más antes de la despedida: un cuadriciclo de vapor de 1887 de la fábrica francesa Dion-Bouton & Trépardoux. Un modelo del tiempo de los conductores con gafas y gorro de cuero, y las damas con pañuelo y sombrero para evitar el polvo del camino. Uno de los coches más antiguos del mundo.
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