A mordiscos

La reconversión del antiguo hotel Aristos, en la madrileña calle de Pío XII, ha sido una aventura personal del televisivo chef Juan Pablo Felipe y su mujer, Marisa Sánchez. Porque el empeño de hacer prosperar un negocio en un lugar extraño para la hostelería solo puede afrontarse desde el caudal de la profesionalidad, la convicción del talento propio y la sostenibilidad que asegura el conocimiento sobre el lugar en que se ejerce. Uno entra, maletas en mano, al hotel, esa limpia antesala del restaurante, y se topa de frente con los protagonistas. Marisa al frente de la sala, Juan Pablo al pie de los fogones, visible desde el otro lado de una pared de vidrio. Siempre maniobrando. Siempre trabajando. Entre calderos y fino aroma a tomate.

El edificio que aloja el hotel y el restaurante posee un carácter insulso reformado en fecha reciente por el arquitecto Jesús Manzanares (autor de las bodegas Enate, en Somontano) con un juego de postes tintados a lo Ibarrola capaz de suscitar la curiosidad de cuantos pasean por Pío XII. Este bosque animado y divertido complementa la terraza al aire libre en la que se sirven los desayunos (inolvidables) y los tragos largos de noche, cuando hace buen tiempo. El resto de la casa se está viendo poco a poco imbuido del mismo espíritu iconoclasta, alegre, desenfadado. Por ejemplo, embastadas y tintadas de verde pistacho, a las vigas de los baños dan ganas de pegarles un mordisco.

Cierto es que las habitaciones requerirían una mejor insonorización, pues a veces el tráfico retumba en su interior. Apenas hay diferencias de tamaño entre las habitaciones nuevas y las antiguas, pero la sustitución de la bañera por la ducha y su apertura a la alcoba ofrece un espacio que destierra cualquier sensación de claustrofobia. Incluso proporciona al hotel en su conjunto un carácter más urbano, más cosmopolita.

Juan Pablo Felipe se la juega con sus denominados experimomentos, que, como indica el nombre, constituyen una panoplia de momentos capaces de ser recordados por la clientela por las experiencias allí vividas. Chaflán pasión, que incluye aromas, pétalos y frutas para dos junto a una cena orquestada por el chef. O Chaflán viajero, dos noches de alojamiento con excursión al Glass Bar del hotel Urban, cenas en El Chaflán y almuerzo degustación en el restaurante Maracaibo, en la capital madrileña. No se puede ser más generoso, ni más tentador.

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