Atardecer en el piso 11
El Camarote Pub, en lo alto del hotel Guadalquivir, es el lugar ideal para despedir el día. Pero antes esperan los restaurantes de Bajo de Guía, la plaza del Cabildo y bodegas como las de Barbadillo
Los sanluqueños aseguran con orgullo que quien pone el pie por primera vez en Sanlúcar de Barrameda repite. Veinticuatro horas sirven para dar fe de que la premonición no es falsa. Paisaje urbano y natural, clima, gastronomía, y el carácter afable y cálido de sus habitantes son los mejores argumentos para que la predicción del regreso se cumpla.
08.00 Deporte por el paseo marítimo
Antes de que el sol caliente mucho, bajamos por el paseo de la Calzada (1), donde se celebra la feria, hacia el paseo marítimo, construido y reconstruido varias veces a lo largo de los últimos años. Enormes barcos surcan la desembocadura del Guadalquivir y a veces se tiene una visión surrealista: como si las embarcaciones se deslizaran por la tierra en lugar de por el agua. La barandilla del paseo, de metal y madera oscura, recrea el efecto de viajar en barco. Quemamos el colesterol montando en bicicleta, corriendo, patinando o tomando un baño en las playas de Las Piletas, La Calzada o Bajo de Guía, barrio marinero que es uno de los puntos de arranque de El Rocío. Aquí también se sitúan el Club Náutico, la capilla neogótica del Carmen y la fachada de azulejos —niños montados en peces— de la Fábrica de Hielo (2), reconvertida en centro de visitantes del parque de Doñana. Desde aquí podemos coger un barquito que nos traslade hasta el parque natural, un borrón verde, que casi alcanzamos a tocar con la punta de los dedos. Para volver al centro, se recomienda tomar una avenida paralela al paseo marítimo donde se alzan estupendos chalés, de arquitectura ecléctica, levantados a comienzos del siglo XX: Villa Carmen, Villa Emilia, las fantasías arábigo-andaluzas se combinan con edificaciones que mezclan vidrieras, rejerías y tejas de colores verde y blanco. Algunas de estas villas parecen decorados para rodar películas. De terror. De amor y lujo. O de los ricos también lloran.
11.00 Un desayuno aristocrático
Del Bajo de Guía al Barrio Alto se atraviesa el corazón de la ciudad. Las plazas del Cabildo y de San Roque, con su templo de Nuestra señora de los Desamparados (3), su excéntrica pajarería y su preciosa taberna Juanito. Subimos al Barrio Alto, antiguo barrio señorial, por la calle de Bretones donde se asienta el populoso mercado de abastos y se aparcan todas las motos de Sanlúcar de Barrameda. Del oscuro interior del café Pozo llega la bulla. Animación y algarabía de café mañanero y popular. Contenemos las ganas de un café para llegar a las Covachas (4): no se sabe cuál era la función original de esta edificación gótica, pero en el monumento destacan las figuras de animales marinos mitológicos. La zigzagueante cuesta de Belén da acceso al auditorio de la Merced y al palacio de Orleans y Borbón (5), actual sede del Ayuntamiento, cuyos jardines pueden visitarse. Pero nosotros vamos a disfrutar de otro jardín. En la plaza de los Condes de Niebla, al lado de la bella iglesia de Nuestra Señora de la O, está el palacio Ducal de Medina Sidonia (6), también hospedería, en el que sobresalen su archivo, que puede visitarse de 9.00 a 13.00, y sus salones de Columnas y de Embajadores. Los sanluqueños recomiendan desayunar en el jardín del palacio. Recoleto, íntimo, de un colorido intenso: el albero de la tierra, el rojo de las flores, el verde la vegetación alta y de los arbolitos exóticos, con flores como plumeros encarnados. Pulquérrimo. Con rincones en sombra para el tiempo lento del placer. De fondo, el canto de los pájaros y el grito del vencejo como fondo musical de Sanlúcar por la mañana y por la tarde. Como aroma, además del olor marino, el azahar.
12.00 El barrio alto
Es impresionante la arquitectura residencial de estilo barroco bajo-andaluz de la calle de Caballeros (7) y las bodegas de la calle dedicada al dramaturgo Eguilaz: huele a manzanilla y allí medimos hasta qué punto las bodegas Barbadillo constituyeron un epicentro económico. Entre septiembre y mayo, el museo de las bodegas de Barbadillo (8) solo pueden visitarse los miércoles de 10.00 a 18.00, así que no es ninguna tontería aprovechar la mañana. De martes a sábado a las 12.00 y a las 13.00 hay además visitas guiadas que por cinco euros incluyen también una cata. Las bodegas de Francisco Yuste (Los Ángeles) son más accesibles en horario vespertino (abren viernes y sábados, de 13.00 a 23.00; y domingos, de 13.00 a 20.00). Al final de Eguilaz, el castillo de Santiago (9). Las piedras de color terroso contrastan con la blancura de las casas señoriales y sus rejerías negras. Desde aquí la reina Isabel la Católica vio el mar por primera vez. Quizá lo hizo desde la torre del homenaje.
14.00 La mesa buena
Volvemos a Bajo de Guía para comer justo enfrente de Doñana. Allí (10) todos los restaurantes son buenos: Casa Juan, Poma, Paco Secundino, Joselito Huerta… Un empleado de este establecimiento relimpia la calle. El olor a lejía y jabón apaga el aroma a fango, ese regusto, que dejan en el paladar las acedías. También el langostino de Sanlúcar está buenísimo. Y la corvina sanluqueña. Y las almejas. Y el lenguado al amontillado. Y las frituras. Y las tortillitas de camarones. Y los arroces. Y las exquisitas manzanillas de Sanlúcar, entre las que ocupa un lugar de privilegio la afrutada y fresca manzanilla en rama. Un no parar.
19.00 Bizcochadas y pan de Cádiz
Las bodegas Hidalgo-Gitana (11) no están en el barrio Alto sino sobre la Calzada, al lado de una villa, abigarrada y preciosa, que alberga el hotel Tartaneros (actualmente cerrado). Podemos visitar la tienda de la bodega para hacer después algunas compras por las calles comerciales del centro de Sanlúcar (12). Los golosos satisfacen sus instintos en la dulcería la Rondeña: en su escaparate se exhiben bizcochadas, pan de Cádiz, cortadillos y tortas de almendra. Entre otros manjares.
21.00 Y más tarde
La plaza del Cabildo (13) es el centro neurálgico sanluqueño. La plaza está viva en horario de mañana, tarde y noche. Y cada hora tiene su público y su color: el de las fachadas blancas, buganvillas y palmeras. El de las sombrillas. Acompaña el murmullo de la fuente. El antiguo cabildo se ha transformado en una biblioteca pública cuya sala principal era un patio. La oferta hostelera de la plaza es excelente y las terrazas, de bote en bote, invitan a demorar el rato que se pasa en ellas. La tradicional taberna Barbiana, La Gitana, casa Balbino y la taberna Juan donde se comen estupendas papas aliñás. De postre un helado artesano en Toni o en La Ibense. Para las copas, sugerimos un paseíto por la calle de la Bolsa (14), las salas de Bajo de Guía —F5, Café Azul…—, chiringuitos del paseo marítimo como El Inesperado y La Orilla, o la subida a la planta 11 del hotel Guadalquivir (15): desde su Camarote Pub se ven las mejores vistas. Y unos atardeceres que solo son tan intensos y demorados desde este extremo rincón del oeste. Dan ganas de volver a subir los once pisos otra vez por la mañana, para disfrutar de la panorámica a la luz del día. En Sanlúcar todo sabe a poco y, por eso, siempre se repite.
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