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Situado entre la Praça do Príncipe Real y la Baixa, el Bairro Alto (Barrio Alto) es una zona en ebullición permanente. Aquí, entre otras cosas, está el último bar y el último bohemio, pero también la sede del colectivo Que se Lixe a Troika, organización que puso al país entero boca arriba hace unos meses a base de multitudinarias manifestaciones seguidas por todos. Hay tiendas recientes, de una contemporaneidad apabullante, pero también viejas tascas o casas de comidas en las que siempre hay más camareros que clientes y donde saben diez maneras distintas de cocinar el bacalao. Hay bares casi íntimos, cafés medio literarios donde uno podía hasta hace poco encontrarse a Tabucchi o, incluso, al mismísimo Pereira. Los vendedores en las tiendas aseguran que la mayoría de los clientes son turistas, que los portugueses, los lisboetas, andan demasiado ahogados por esta crisis omnipresente. Es verdad. Pero también lo es que por la noche el Bairro Alto revive habitado por los mismos lisboetas a los que la economía acogota pero no derrumba. Cierran muchos locales. Pero otros abren, al socaire de alquileres que bajan y de un optimismo que sale de quién sabe dónde. Las calles son estrechas, empinadas, y si uno se descuida bajando acaba en el Tajo, mirando cómo atardece en esta parte de occidente en que el agua salobre ni es río ni es mar. Y si se descuida subiendo lo más seguro es que acabe en uno de esos miradores encantados desde los que se contempla toda la ciudad agarrada a las colinas a la luz dorada de las ocho en verano. El Bairro Alto es la parte de Lisboa que quiere escapar del tipismo acaparador de la Lisboa de postal, la que aspira a una modernidad que también, por qué no, es muy típicamente lisboeta.
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El Barrio Alto, siempre de moda

Calles estrechas y empinadas en la zona de Lisboa donde mejor se perciben las últimas tendencias

Antonio Jiménez Barca
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