De gira por domicilios europeos
Sesión teatral de la familia Ymbernón en la casa de un particular en Gijón
En el salón de una vivienda situada en el céntrico Paseo de Begoña, en Gijón, una veintena de personas que no se conocen entre sí intercambian miradas y alguna broma mientras aguardan a que algo suceda. Un mensaje de correo electrónico les ha traído hasta aquí: “La compañía Ymbernón llega a Palacio”, reza la invitación; precio de entrada, la voluntad. El mensaje concluye con una dirección y una fecha. Ese día ha llegado. En el umbral, una mujer vestida de cocinero da la bienvenida a los convocados. Lo que sucederá a continuación es la representación de una familia cualquiera.
David, Elisabet, Dadà y Daida –padre, madre, hijo e hija– forman la compañía Ymbernón y juntos han hecho de su vida una experiencia artística. La que ahora les ocupa forma parte de un singular experimento de teatro a domicilio que están llevando por hogares de once países de Europa, habiendo sido uno de sus primeros destinos Gijón. Una experiencia integral para artistas y anfitriones, puesto que David no solo convierte salones privados en espacios escénicos, sino que además la familia al completo se aloja en las casas donde representan su espectáculo, Los Domicilios de Latung La La.
“Se trata de acercar el arte al hogar, de poner poesía a lo cotidiano”, explica David. Los antecedentes de esta original iniciativa se sitúan en el domicilio familiar de los Ymbernón, en Barcelona, donde en 2005 David realizó su primer montaje doméstico, 'Latung La La y la cocinera embarazada'. Desde entonces, fiel a su concepto de arte-vida, ha ido incorporando a sus hijos a sus montajes y adaptando estos a las nuevas circunstancias familiares. “Con niños ninguna representación es igual que la anterior. Daida improvisa, se pone a cantar, se duerme y el resto seguimos como podemos”, comenta con una sonrisa.
Los preparativos para esta aventura comenzaron hace meses. Los hogares han sido seleccionados a través de una extensa red de amigos y de amigos de amigos en una suerte de intercambio artístico-hospitalario minuciosamente estipulado. De la educación durante el viaje de los pequeños Dadà y Daida, de 7 y 4 años, y del manejo de la furgoneta (ni Elisabet ni David tienen carné de conducir) se ocupa el abuelo Alvar Ymbernón, reclutado como quinto miembro de la compañía para tales quehaceres. Este catalán, pintor y maestro de prisiones jubilado se encarga de la tarea escolar los días de descanso. “De momento no hemos estudiado mucho” bromea, pero lo cierto es que se toman el asunto muy en serio y han planificado, junto con la escuela, un programa para que los niños se reincorporen con normalidad a su curso a su regreso a Barcelona. De este modo Alvar, que también se ocupa de la música en escena, se ha visto inesperadamente involucrado en este poético espectáculo donde lo cotidiano se vuelve extraordinario. Un huevo con alas, un desfile de objetos encabezado por majorettes o un tractor teledirigido que arrastra un pez forman parte del lenguaje plástico de David Ymbernón, cuya referencia es el color naranja. Daida toca el ukelele, Dadá asiste a su padre con los ingenios mecánicos y Elisabet sigue las evoluciones familiares iluminado manualmente cada escena.
En este salón gijonés, todo ha salido a pedir de boca. Arrancan los aplausos y los espectadores abandonan sillas y sofá, los más tardones, el suelo, para abrazar a los actores. Después, buena parte de los presentes se irán juntos a tomar unas cañas y cenar algo. En el camino, Daida le susurra a su padre: “¿Papá, te gusta cómo vivimos? ”. Y sin esperar respuesta, ella misma responde: “A mí, sí”.
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