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Bosques de grúas, montañas de contenedores

Tres planes para explorar el puerto de mercancías de Hamburgo

Los canales entre los monumentales edificios rojos de Speicherstadt.
Los canales entre los monumentales edificios rojos de Speicherstadt.Pilar Fernández

Hamburgo es una ciudad cosmopolita en constante desarrollo. Su carácter oscila entre los rasgos más puramente alemanes y las influencias internacionales que desde hace siglos han entrado por su puerto, auténtico motor de la ciudad. Y es que a pesar de encontrarse a prácticamente cien kilómetros del Mar del Norte, su situación en la desembocadura del río Elba ha convertido a Hamburgo en la puerta por la que una gran parte de mercancías entran a Europa, otorgando así a la ciudad una posición privilegiada y un alto nivel de riqueza. Precisamente este ir y venir de barcos, nacionalidades y productos ha favorecido la creación de una sociedad abierta, creativa y adinerada.

Hamburgo le debe todo a su puerto y por eso lo atesora. Hoy en día, los muelles se extienden a lo largo de varios kilómetros que la ciudad parece vigilar desde las orillas del Elba. Se podría decir que Hamburgo acompaña a su río mientras está refugiado en su puerto y lo despide hasta ver cómo desaparece hacia el Mar del Norte.

El puerto se ha convertido en la arteria principal de la ciudad. No es sólo el propulsor de una potencia comercial e industrial; también es parte esencial de la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad, que han hecho de él un patio de recreo y un lugar de encuentro en el que pasear, visitar museos, comer o comprar. Esta singular avenida de agua puede visitarse de puntillas o puede vivirse con intensidad, tal y como hacen los habitantes de Hamburgo. Para esto último, proponemos tres planes muy diferentes:

Los almacenes portuarios

La zona del puerto más cercana al centro de la ciudad alberga un conjunto de monumentales edificios de ladrillo rojo rodeados de canales conocido como Speicherstadt, que podría traducirse como ciudad de los almacenes. Estos impresionantes edificios datan de finales del siglo XIX y fueron construidos para almacenar los productos que llegaban al puerto. En armoniosa convivencia con el agua que los rodea, esta pequeña ciudad forma un conjunto único en el mundo. Entre almacenes de alfombras persas donde comprar auténticas joyas si se dispone de una buena cuenta bancaria, se puede visitar el Museo de la Aduana (Alter Wandrahm 16) -centrado en la emigración-, el Museo marítimo internacional (Koreastrasse 1) y el famoso Miniatur Wunderland (Kehrwieder 2) -el museo de modelismo más grande del mundo-. Tras la visita podemos acercarnos a disfrutar de un buen café recién molido acompañado de una riquísima tarta de zanahoria en Speicherstadt Kaffeerösterei (Kehrwieder 5), donde también podremos comprar distintas especialidades. Agradable paseo de día, esta zona resulta aún más imponente cuando cae la noche y los edificios se iluminan.

Detrás de la Speicherstadt encontraremos la ciudad del puerto o Hafen City, una ambiciosa ampliación de la ciudad de Hamburgo que hará las delicias de cualquier aficionado a la arquitectura contemporánea. Son 55 hectáreas que se están convirtiendo en el barrio más deseado de Hamburgo. Fantasías arquitectónicas con el cristal como protagonista para aprovechar las vistas al puerto, que se enreda entre los cimientos de estos nuevos edificios. Es aquí donde encontramos el talón de Aquiles de los presupuestos urbanísticos alemanes: la Filarmónica del Elba. Este mastodóntico proyecto, mitad ladrillo, mitad espejo, parece no terminarse nunca. La construcción de este nuevo templo de la música, proyectado por los arquitectos suizos Herzog y De Meuron, se ha convertido en un verdadero problema ya que su apertura estaba prevista para 2010. Mientras esperamos a que las obras finalicen, podemos degustar una agradable comida con influencias mediterráneas en la terraza de uno de los restaurantes de moda de esta zona, Kaisers (Am Kaiserkai, 23).

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Un paseo en barco

Un curioso edificio con mirador frente al balcón de Altona.
Un curioso edificio con mirador frente al balcón de Altona.Pilar Fernández

Por supuesto, la mejor manera para disfrutar del puerto es desde el río. Para ello, nada mejor que acercarse a Landungsbrücken, el punto de partida y llegada de los numerosos barcos turísticos que recorren el Elba. Desde las dársenas de esta zona del puerto se puede salir hacia la Speicherstadt, en recorridos cortos y animados, o escoger una de las líneas municipales y dirigirse hacia la zona de contenedores del puerto y alejarse hasta puntos menos turísticos. La opción más conveniente es, sin duda, comprar un billete para la línea número 62 en dirección Finkenwerder y crear una ruta a nuestro gusto.

Podemos hacer una parada en la lonja y mercado de pescado de Altona, construido en 1894 (parada: Altona Fischmarkt). Los domingos por la mañana este mercado acoge cerca de 70.000 visitantes. Esta cita semanal es una de las actividades más queridas por los habitantes de la ciudad desde 1703, año en el que comenzó a celebrarse. De vuelta en el barco de la línea 62 debemos prestar atención a la orilla derecha del río, en la que se irán sucediendo varios barrios con marcadas diferencias: el popular Sankt-Pauli con su característica bandera pirata, la zona nueva e industrial con modernos edificios de cristal, antiguas casa señoriales… Toda la ciudad se muestra ante el río, testigo de todos los cambios.

Al atardecer es obligatoria una visita al balcón de Altona (parada: Dockland), un barrio que llegó a estar bajo el poder de Dinamarca y que conserva hoy un encanto muy especial. Es desde el fantástico mirador del balcón de Altona donde podremos ser conscientes de la grandiosidad del puerto. Ante nuestros ojos aparecerán bosques de grúas, montañas de contenedores y enormes cargueros que se deslizan por el agua como si no pesaran nada. Todo este espectáculo industrial y el derroche de destreza humana que evoca se ve dulcificado y ensalzado por los reflejos de la luz en el agua. Tras este precioso paseo en barco, que se disfruta más desde la cubierta superior aunque uno acabe mojado y prácticamente congelado, volveremos a Landungsbrücken para terminar el día con una sabrosa cena a base de pescado en cualquiera de los pintorescos restaurantes del Barrio Portugués.

Un día de playa

En el puerto también se puede disfrutar de un día de playa. En la zona de Neumühlen/Övelgönne podemos encontrar pequeños arenales en los que disfrutar de una jornada atípica. Hay gaviotas y arena, sí, pero los barquitos a pedales son sustituidos por trasatlánticos o cargueros mastodónticos y el horizonte estará marcado por astilleros y grúas. Sin embargo, no hay que dejarse engañar, ya que esta zona es una delicia. Antiguas villas con maravillosos jardines que prácticamente llegan a la orilla del río se suceden entre pequeñas playas ganadas al Elba. Un paseo repleto de terrazas, chiringuitos y puestos de helado añade carácter festivo a esta excursión, recordando los típicos paseos marítimos de las poblaciones costeras del Mar del Norte. Aquí encontraremos el restaurante Hoppe, cuya especialidad son las acedías, preparadas de distintas maneras, todas ellas aderezadas con mantequilla y acompañadas generalmente por ensalada de patata. Otra opción, muy popular entre los habitantes de la ciudad, es hacer una barbacoa en la playa y disfrutar después de un buen paseo por los alrededores entre los jardines y las colinas que se elevan salpicadas por elegantes villas y mansiones. Para acabar el día, lo mejor será descansar ante un buen té en algunas de las terrazas de la zona para disfrutar al aire libre de la brisa del río y los sonidos del puerto.

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