De gira por China
Un festival de danzas folclóricas llevó a la bailaora Asunción Pérez, 'Choni', al gigante asiático durante dos semanas
Un festival de danzas folclóricas llevó a Asunción Pérez, Choni, a China. La bailaora, que tiene en cartel La gloria de mi mare (teatro Caser Calderón; del 21 de mayo al 2 de junio), se pasó dos semanas en el gigante asiático.
¿Por dónde estuvo?
Hicimos una gira por un montón de pueblos. Había delegaciones de 22 países, y cada mañana nos levantaban a las seis de la mañana para ensayar. Nuestro espectáculo ya se había estrenado en teatros, por lo que no necesitábamos tantas horas de trabajo. Pero como así estaba organizado, no se podía cambiar; no conocía cómo eran los chinos trabajando.
¿Cómo son?
Muy respetuosos con la autoridad y con una extrema obediencia. Cuando llegamos al primer escenario, nos encontramos ¡moqueta! Creo que no tenían muy claro el concepto de compañía de flamenco. Les explicamos que era imposible taconear sobre la moqueta y a nuestra traductora le costó un rato decírselo a los de la organización; parecía una falta de respeto. Al final se ocuparon de ello.
¿Qué hicieron?
Pusieron a un equipo de varias personas para quitar a mano la moqueta. Cuando la retiraron, se dejaron las grapas con las que la habían enganchado. Mi bailarín actuaba descalzo, por lo que le resultaba imposible ponerse a bailar ahí. “No pasa nada”, dijeron. Y se pusieron a quitar las grapitas una por una. Era todo muy inesperado, cada mañana no sabíamos qué nos íbamos a encontrar.
¡Qué inquietud!
Con las comidas era parecido. Al visitar tantos lugares diferentes, comimos estupendamente y muy variado. Evité los insectos, pero probé unas bolitas blancas que a primera vista parecían mozzarella. Me metí una en la boca y, para mi sorpresa, la textura era muy extraña: parecía un ojo. En una de estas cenas, a mitad del recorrido, celebré mi aniversario, que me pilló allí, y me cantaron el cumpleaños feliz en más de 20 idiomas.
¿Le regalaron algo?
El mejor regalo fue una actuación en el Gran Teatro Nacional de China, en Pekín, donde fue la gala de despedida. Fue proyectado por el arquitecto francés Paul Andreu y por fuera se asemeja a un huevo enorme que cambia de color. Dentro organizaron un espectáculo impresionante con acróbatas, luces, sonido… a todo trapo; como solo saben hacer en China.
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