Pureza geométrica

Sin el amor por la arquitectura, este proyecto hotelero alentejano no habría existido jamás. Arquitectura y paisaje. Arquitectura y hábitat. Arquitectura e industria vitivinícola, olivarera, turística. Sus promotores, empresarios del agro, acudieron al estudio Promontorio para concretar un plan maestro desde el cual germinara un grupo de viviendas adosadas al amparo del castillo medieval de Montemor, que recordara los antiguos caseríos agrícolas del Alentejo, esparcidos por los alrededores de Évora. Un lago artificial en el medio debía aportar frescor en verano y estabilidad higrométrica en invierno.

En simbiosis con el entorno, el complejo se erige hoy en protagonista único del turismo enológico en la región, dado que la pieza primordial del proyecto ha sido la bodega, donde se sigue el proceso de elaboración de los vinos propios. La oferta hospitalaria se completa con un spa, una casa club, un restaurante a la última y varias filas de suites inspiradas en los patios alentejanos, con claraboyas sobre las camas para admirar las estrellas de noche.

Otras suites y villas de lujo se irán construyendo poco a poco en los lindes gracias a los aportes de cuatro grandes arquitectos: el suizo Peter Märkli, el británico Sergison Bates y los portugueses José Paulo dos Santos y Carrilho da Graça. Firma el interiorismo del complejo el Studio MK27 del arquitecto Marcio Kogan.

La pureza geométrica del conjunto es ostensible casi desde la autopista a Lisboa. Tanto como la apariencia sutil y expresionista del mobiliario. Se impone aquí la madera y la piedra, un lecho de pizarra listada para diferenciar los espacios y señalizar los accesos. Caudalie, esa reconocida marca francesa de cosméticos, acuña el espacio termal y lo eleva a la máxima expresión del lujo. No cabe decir menos de la cocina, a cargo del creativo Miguel Laffan, militante de la agricultura sostenible.

Minimalismo igualmente refinado el de quien lleva la batuta del servicio hotelero, Duarte Cunha, formado en la cadena de hoteles exquisitos Amanresorts.

Seña de identidad de la casa, L’And organiza en otoño una vendimia a la luz de la luna en la que los huéspedes participan con linternas en la cabeza y una máquina de podar entre manos. Un enólogo guía la selección de las uvas e instruye acerca de cómo deben cortarse los racimos, que luego irán a parar transformados en vino de autor a sus mesas. Enoturismo cien por cien experiencial.

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