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VIAJEROS URBANOS

Un huerto cultural en Córdoba

La sala Orive es un espacio poco conocido que tiene sus orígenes en las almunias que poblaban la ciudad andalusí

Fuera de los itinerarios turísticos convencionales, en pleno conjunto histórico de Córdoba y no muy lejos de la mítica Plaza de la Corredera, se halla un enclave poco conocido e inesperado: El Huerto de Orive.

Se trata de un espacio verde que tiene sus orígenes en las almunias que poblaban la ciudad andalusí entre viviendas y fincas de recreo. Después, con la conquista cristiana en el siglo XIII, fue ocupado por las dependencias del Convento de San Pablo, cuyos monjes lo usaron primero como huerto y posteriormente para albergar la Sala Capitular en 1580, un monumental edificio inacabado del renacimiento tardío, vecino al Palacio de Orive. La saga de los Hernán Ruiz, arquitectos locales y reconocidos por obras como la conocida Giralda de Sevilla, dejaron su impronta artística en esta manzana.

Los problemas económicos de la orden religiosa, la invasión francesa y la desamortización en el siglo XIX causaron la ruina del edificio, creando la imagen romántica de una imponente construcción resquebrajada, pasto de la vegetación que languidecía. Pero el tiempo, que a veces hace justicia, quiso que Orive recuperara su origen natural con una orientación meramente cultural.

A finales de los años noventa comenzó un proceso por el que el antiguo Huerto se transformaría  en un jardín céntrico que conectaría el Palacio de Orive con la Sala Capitular, sedes del Área Municipal de Cultura.

La sala, finalmente concluida gracias un magnífico proyecto de rehabilitación de Francisco Gómez Díaz, se dedica ahora a exposiciones, actividades culturales, conferencias y conciertos de pequeño formato. Sede de programación cultural municipal, ha acogido y sigue acogiendo grandes exposiciones, siendo partícipe de los principales eventos o actividades paralelas de la ciudad como el Festival Internacional de la Guitarra, Cosmopoética o el Festival Internacional de Cine Africano.

Premio de arquitectura, dicha intervención conjuga tradición, depuración y funcionalidad. Sus imponentes muros con contrafuertes, ventanas y hornacinas conducen a una monumental portada que sirve de escenario. Los mechinales u orificios donde encajaban los andamios, permanecen para dar sensación de obra inconclusa durante cinco siglos. Y la luz en estado puro irrumpe a través de una cubierta de casetones acristalados generando efectos únicos a lo largo del día.

Además de sus valores artísticos e históricos, pocos saben de la importancia testimonial que el edificio entraña. Una grieta que parece penetrar casi como un rayo en un arco ciego, se atribuye a los efectos que el tsunami de Lisboa perpetró en 1755 destrozando varios edificios y poblaciones de la península.

Pero lo que resulta innegable es el carácter evocador que Orive destila debido a su conexión con la naturaleza, hasta vincular la esencia del lugar con el estado anímico. Esta no es sólo una invitación al sosiego que provoca este pequeño jardín, sino una oportunidad de disfrutar de la cultura dentro de la cultura en un enclave tan patrimonial como inspirador.

Y es que en Córdoba, el Huerto de Orive, con un aire todavía romántico, a los pies de un palacio renacentista y de los restos rehabilitados de un viejo convento, no sólo inspira sino aspira a permanecer para siempre en el recuerdo.

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