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Viajeros urbanos

La mentira de Tom Cruise sobre Xitang

Esta ciudad antigua está mucho más lejos de Shanghái de lo que parece en 'Misión Imposible 3', pero es una escapada muy recomendable

Amanecer en Xitang, en la provincia oriental de Zhejiang (China).
Amanecer en Xitang, en la provincia oriental de Zhejiang (China).Tianxiao Zhang

Ethan Hunt solo acepta misiones imposibles, y es evidente que ninguna se le resiste. Pero en Shanghái se excedió: consiguió correr 80 kilómetros en pocos segundos. Teóricamente, el personaje de Tom Cruise en Misión Imposible 3 no tiene poderes sobrenaturales, así que no se entiende cómo consiguió pasar, en unas cuantas zancadas, de los imponentes rascacielos de la zona de Pudong a las estrechas callejuelas de Xitang. Y sin despeinarse. Con tal proeza -y con las hordas de visitantes que atrae- no es de extrañar que al bueno de Cruise se le honre con diferentes paneles publicitarios en esta antigua ciudad, cuya visita supone una agradable escapada desde la capital económica de China.

Sin duda, a cualquier otro mortal le llevará más tiempo cubrir la distancia entre ambas localidades -hora y media en autobús, para ser exactos-, pero merece la pena hacer un viaje que parece imposible: el que lleva de la China que dominará el mundo en el futuro a la de nuestro anticuado imaginario colectivo; de los brillantes destellos del neón, a la calidez de una incandescencia que desaparece; de un occidentalizado estilo de vida vertical, a la tradicional existencia horizontal.

Xitang es una isla del pasado en medio de un océano que arrasa con la historia, y eso la convierte en un decorado muy valorado por la industria audiovisual. Tom Cruise es solo la estrella más internacional de todas las que han saltado por los nueve ríos que rasgan una de las ciudades del agua más antiguas del gigante asiático, junto a Zhouzhuang o Wuzhen. En esta pequeña localidad de la provincia oriental de Zhejiang se han rodado películas y, sobre todo, telenovelas históricas de esas que embelesan a la población china. Sus calles empedradas y los patios perfectamente conservados de algunos edificios son perfectos para reproducir la atmósfera de las dinastías Qing y Ming. Y el visitante, tanto local como foráneo, lo agradece.

Los nueve los ríos rasgan Xitang, una de las 'ciudades del agua' más antiguas del gigante asiático
Los nueve los ríos rasgan Xitang, una de las 'ciudades del agua' más antiguas del gigante asiáticoZigor Aldama

El problema está en que sus pequeñas construcciones de ladrillo gris y de tejados curvos han perdido vida para dejar paso, sobre todo durante el día, a comercios en los que uno se encuentra con la misma mercancía que en cualquier otro rincón del país. Y con los mismos grupos de turistas que se mueven en masa detrás de un tipo vociferante armado con un megáfono y una banderita.

Por eso, es mejor dejar que caiga el sol para subirse a una góndola made in China y recorrer los canales con los últimos rayos de luz. Es entonces cuando en Xitang se enciende de magia. La que le dan los farolillos rojos y las luces amarillentas que titilan a través de las ventanas de madera. Los restaurantes comienzan a bullir de actividad, y hasta el río llegan las carcajadas de los comensales, el golpeteo de los palillos contra la cerámica y el estridente sonido de telenovelas y de galas televisivas al estilo Noche de fiesta. En las escaleras de la orilla se hacen arrumacos parejas jóvenes que ansían encontrar un romance de celuloide. Quedan turistas, pero el megáfono ya no los guía. Dormir en uno de los pequeños hostales regentados por familias es una gran opción para acercarse a la forma de vida de los ciudadanos de Xitang, aunque no la más cómoda.

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Las primeras horas de la mañana son también un momento ideal para degustar con calma paisajes urbanos más propios de un cuadro de tinta china que del siglo XXI. Es el único momento en el que los pocos residentes locales -la mayoría vive ahora de la hostelería- salen a las calles. Muchos van a trabajar a la ciudad nueva, una urbe horrorosa que nada tiene que ver con Xitang y que ejemplifica a la perfección el rumbo que ha tomado el urbanismo chino, pero otros, empleados públicos, llevan a cabo las labores necesarias para que el pueblo esté presentable cuando lleguen las hordas. En barcas limpian los canales, y con escobas de bambú dejan impoluto el empedrado. En grupos se reúnen para desayunar cuando todavía no ha salido el sol, y terminan la comida agarrando el recipiente de té que les mantendrá despiertos. Aunque con los megáfonos y las carreras de Tom Cruise no les hará falta.

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