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Viajeros urbanos

Guía 'El Viajero' de Toronto

Las playas del lago Ontario para el verano y 27 kilómetros de ciudad subterránea para el invierno 44 salas de teatro, museos como el ROM y una apretada agenda de festivales culturales Una metrópoli seductora en la que se hablan 100 lenguas diferentes

Panorámica invernal del 'skyline' de Toronto (Canadá).
Panorámica invernal del 'skyline' de Toronto (Canadá).Peter Mintz

LA CIUDAD

Toronto en plena canícula es una ciudad indomable, imposible de embridar. La actividad es tumultuosa y desordenada. Hay mucho trajín y la vida late con fuerza en todos los rincones. Esto se debe a que, durante meses, el frío pone sordina a la charanga; la nieve sepulta el ruido. Pero cuidado, porque en Toronto hay cosas que hacer durante todo el año, de hecho es en los meses fríos cuando aflora la verdadera naturaleza de esta urbe.

Se trata de encontrar el equilibrio. Según el clima imperante, la ciudad vuelca su actividad hacia un lugar u otro. Durante los meses más calurosos, por ejemplo, el lago Ontario (que baña la ciudad), y sus islas y playas, presentan un ambiente inmejorable, igual que los vastos y varios parques que hay incrustados por la ciudad. El resto del año lo más recomendable, quizá, sea perderse en sus 44 salas de teatro. O en sus museos. O plantarse en el Roger Centre y ver un partido de los Toronto Blue Jays, o los Toronto Arganouts, los equipos de béisbol y fútbol americano de la ciudad, o en el Air Canada Centre y hacer lo propio con los Toronto Maple Leafs y los Toronto Raptors, hockey hielo y baloncesto, respectivamente. O deambular por la ciudad subterránea, un espacio de 27 kilómetros de largo situado justo debajo del distrito financiero, que incluye, cafés, restaurantes y más de mil tiendas.

En cualquier caso e independientemente de la estación, la ciudad se muestra siempre seductora, con cientos de rincones entrañables y una oferta cultural y de ocio, literalmente, inabarcable. La capital de Ontario queda atravesada en todas direcciones por continuos festivales de música, como el Festival Internacional de Jazz; de teatro, como el Fringe Festival; de cine, como el TIFF; gastronómicos, como el Hot & Spicy Food Festival, por exposiciones de pintura, libros y comics, por conciertos de ópera, por musicales, o por mercadillos como el de Kensington Market o St Lawrence Market... Todo a lo loco y a la vez, sin cortapisas, de forma atropellada.

Lo más sensato, dada la situación, es hacerse con el primer ejemplar de NOW que encontremos. Es un periódico gratuito y de tirada semanal que se puede conseguir en cualquier calle o boca de metro. Se trata, en esencia, de la guía cultural más completa y detallada de Toronto. Un accesorio vital para cualquier turista que quiera explorar la ciudad de una forma alternativa. En sus páginas, el NOW desglosa con minuciosidad y a siete días vista la agenda gastronómica, teatral, musical, cinematográfica, cultural y de ocio de la ciudad, desde una perspectiva más underground y contracultural que la que nos ofrecen las guías turísticas oficiales.

Lo que nunca se debe dejar de visitar son los barrios y comunidades inmigrantes que el flujo constante de expatriados ha ido dando forma en distintos puntos de la ciudad. Little Italy, Koreatown, Chinatown, Little Portugal, Little Budapest, Little Poland, Little India… Son zonas muy intensas y divertidas. Cada una a su manera y desde su perspectiva, imprescindibles si se quiere conocer Toronto a fondo. Precisamente porque la ciudad comenzó a ser ciudad a partir de la década de los 60, cuando el Gobierno permitió la entrada masiva de extranjeros. Esa nueva oleada fue la que colocó, dos décadas después, a Toronto como metrópolis principal del país, pues hasta entonces siempre había ido a rebufo de la rebelde Montreal. Es por eso que la mayoría de las personas con las que te encuentres en la ciudad no van más allá de la tercera generación de inmigrantes, y todavía hablan la lengua de su patria chica. En este sentido son 150 las etnias catalogadas que habitan en la ciudad, y 100 las lenguas que se hablan.

Entre todo este totum revolutum de razas puede ser difícil encontrar, a primera vista, la auténtica esencia de Toronto. Estos son el salmón y el venado. No hay nada más puro.

Lo mejor de todo es que en la ciudad apenas existe ese tufillo esnob que en cualquier otro lugar de estas características se extendería por doquier. Probablemente, porque Toronto está totalmente barnizado por esa pátina de rubor que arrastramos todos los inmigrantes, auténticos ciudadanos del país. 

DORMIR

Hoteles en el 'Downtown'


  • Renaissance Toronto Hotel (1 Blue Jays Way, 001 416 341 7100). Ubicado en el Roger Centre, espacio polideportivo que alberga el estadio de los Toronto Blue Jays y de los Toronto Argonauts. A los pies de la Torre CN y junto al lago Ontario. Se trata, básicamente, del centro exacto del downtown.

  • The Ritz-Carlton (181 Wellington Street West, 001 416 585 2500). De lo más chic que se puede encontrar en la ciudad. Famoso, sobre todo, por las generosas vistas de la ciudad y del lago que procura su acristalada fachada. Decoración moderna y minimalista.

  • Intercontinental (225 Front Street West, 001 416 597 1400). Situado junto a los dos anteriores, pero un poco más barato, este hotel ofrece, entre otras cosas, conciertos de jazz en directo, música venerada en Toronto y a la que se le dedican varios festivales, sobre todo en verano.

  • SoHo Metropolitan (318 Wllington Street West, 001 416 599 8800). En la línea de todo lo anterior, aunque el SoHo Metropolitan pone el acento en la alta cocina, la innovadora. Es en sus restaurantes donde descansa la esencia del hotel. Muy europeo y con una orgullosa tendencia a las extravagancias.


Otras opciones para dormir



  • Alan Garden (106A Pembroke Street, 001 416 967 9614). Bastante céntrico, aunque tranquilo. La mejor baza de este Bed & Breakfast es el entorno bucólico que le rodea. Todo muy verde y rupestre.

  • McGill Inn (110 McGill Street, 001 416 351 1503). Aplica con éxito la misma fórmula que su hermano mellizo, el Alan Garden, solo que con precios bastante más asequibles: se puede pernoctar por 70 dólares. Eso sí, queda un pelín más lejos, como a dos kilómetros del centro.

  • Downtown Home (2 Monteith Street, 001 647 342 1010). Lo hemos incluido, además de por estar muy bien situado y ser asequible, porque ocupa uno de los edificios históricos de la ciudad, levantado en 1886. La estación de metro de Wellesley se encuentra a cuatro minutos andando. Y en un radio de dos kilómetros está el establecimiento de alquiler de bicis “BIXI”, el Museo Gardiner, la plaza Dundas y el centro comercial Toronto Eaton Centre.

  • Canadiana Backpackers (42 Widmer St., 001 416 598-9090). En el Downtown, cerca de todo. Es el paso obligatorio de todos los mochileros que llegan a Toronto. La noche se paga desde 22 dólares. Se escora, eso sí, más al albergue que al hostal y hay que estar dispuesto a compartir habitación con varios huéspedes. De desayuno sirven unas tortitas con sirope de Arce que no se acaban nunca.

COMER

Restaurantes


  • Ursa (924 Queen Street West, 001 416 536 8963). Cocina vanguardista, platos asombrosos. Desde ensaladas esculpidas en hojas de remolacha y aliñadas con caramelo o vinagreta de la casa, elaborada con yogur probiótico kéfir, hasta filetes de venado salvaje sazonados con foie gras y vinagre de arándano. Capacidad para 62 personas. Mejor reservar antes de ir.

  • Gilead Café & Bistro (4 Gilead Pl, at King E., 001 647 288 0680). Ecológico. Se trata de un restaurante que solo sirve alimentos locales y ecológicos. Ellos (los canadienses), mucho más eficientes, tiene una palabra para resumir todo esto: locavore. No confundir con vegetariano. Aquí la carne del cerdo es la protagonista.

  • Keriwa Café (1690 Queen Street West, 001 416 533 2552). Para hacer el brunch, aquello que no es ni desayuno ni almuerzo; lo que el adúltero jugador de bolos francés se come con Marge Simpson. De nuevo, todo son productos locales. El menú cambia constantemente y solo queda supeditado, si acaso, a las estaciones del año. Torta de zanahoria, muffins y bizcochos de mantequilla. Huevos cocidos y lonchas de jamón acompañados con mil salsas y guarniciones, carne de oso cocinada con grasa de panceta de cerdo, bollos de canela, muslo de pato confitado, salteado de setas y puerro...

  • Hibiscus (238 Augusta Ave., 001 416 364 6183). Vegetariano. Pequeñito y recoleto. Ubicado en una de las calles más bohemias y desenfadadas de la ciudad. Todo muy barato. Aquí triunfan los crêpes vegetarianos en sus dos modalidades, la de huevo y harina de trigo sarraceno sin gluten, o la más tradicional, de huevo batido; todo rematado con dulce de leche. Ensaladas a base de vapor al limón y vinagretas. Revuelto de judías y champiñones. Obligatorio probar la bola de helado vegetariano.

  • La Bruschetta (1317 ST. Clair Avenue West, 001 416 656 8622). Italiano. Uno de los clásicos de la ciudad. Muy familiar. Benito Benny Piantoni, de 84 años de edad, es quien gobierna este sitio. Aquí todas las comidas arrancan igual: con un plato de jalapeños en escabeche al que invita la casa. Nadie en todo Toronto se toma tan en serio la pasta como Benny. Destacan las albóndigas en salsa de tomate dulce, la ternera cortada en rodajas finas y rellena con prosciutto y parmesano en salsa, la pasta Piantoni (hecha en casa), los canelones, las setas terrosas salteadas con brandy y ajo, y de postre: tiramisú. Toda la escena está presidida por una foto de Sofía Loren que ella mismo firmó.

LA NOCHE

Cervecerías


  • C’est What (Front East, at Church, 001 416 867 9499). Actualmente, la meca de todos los amantes del barril. Una cervecería con solera y poso. Su dueño, Mark Hutchison, es una suerte de gurú local en todo lo relacionado con la fermentación y preparación del zumo de cebada. Se puede comer, porque además de cervecería es restaurante, y se puede beber whisky y vino, las otras especialidades de la casa. Hay música en directo.

  • Bar Volo (578 Yonge, at Gloucester, 001 416 928 0008). Negocio familiar. Los Morana andan en plena remodelación y van a pasar de los tres grifos originales que tenían, a seis. El bar, además, es co-organizador de uno de los festivales del barril más importantes del país. Muy auténtico.

  • Grapefruit moon (968 Bathurst St, 001 416 534 9056). Además de homenajear con su nombre a una de las mejores canciones que jamás se han compuesto para beber acodado en la barra, en esta cervecería, sencilla y austera, se celebran exposiciones de cuadros y esporádicos conciertos. 

  • Stout (221 Carlton, at Berkeley, 001 647 344 7676). No podía faltar el sello irlandés. Aunque solo las vibraciones y el decorado se inspiran en la isla europea. Los barriles contienen, estrictamente, cerveza local. Se come mucho y bien. Hay piano, sillones y chimenea.

QUÉ HACER

Mucho deporte


  • Pese a que los equipos de las cuatro disciplinas deportivas más importantes de la ciudad (hockey, fútbol canadiense, béisbol y baloncesto) son bastante malos, el deporte está muy arraigado en Toronto. La razón es que aquí se cuida al hincha. Las dos opciones más aconsejables para el turista son los Blue Jays, el equipo de béisbol; y los Toronto Raptors, el de baloncesto, el único equipo canadiense en la NBA estadounidense. Los primeros juegan en el Rogers Centre y se puede conseguir una buena entrada, por ejemplo para ver al equipo local contra los New York Yankees (uno de los conjuntos punteros de la Major League), por 22 dólares.

  • Para ver a los Raptors, que disputan sus partidos en el Air Canada Centre, hay que pagar un poco más, pero hablamos de la NBA: palabras mayores. Mientras los rivales no sean L.A. Lakers o Miami Heat, que disparan los precios, la entrada suele ser asequible. Un partido contra los Boston Celtics se puede disfrutar (hablamos siempre de asientos decentes) a partir de 37 dólares. Si el rival es de menor entidad, desde los 12. En cualquier caso, quien decida participar de algún evento deportivo por estas latitudes debe saber que el juego en sí, lo que estrictamente entendemos como deporte, queda bastante arrinconado por toda la parafernalia que envuelve al partido. Por eso, independientemente del resultado, la mayoría de gente sale riéndose del estadio. Jamás se verá una pañolada y si a un catcher se les escapa una pelota franca en la última jugada, se le despide con una ovación y hasta la próxima.


Buenas vibraciones



  • En verano, además de las islas, hay que visitar Woodbine, uno de los barrios más pintureros de Toronto. La gente se refiere a él como Las playas, precisamente porque el lago Ontario ha formado allí lo más parecido a una playa que se puede encontrar en la ciudad. La zona de baño queda flanqueada por dos grandes extensiones de vegetación, atravesadas por pasarelas de madera que serpentean por entre el bosque y van dejando a izquierda y derecha merenderos y barbacoas de piedra. Es en este vecindario donde se celebra el Beaches International Jazz Festival, uno de los eventos musicales más populares de la ciudad.


Royal Ontario Museum



  • Toronto, como hemos dicho, es una ciudad que se mueve a dos ritmos: el disparatado del verano, y el solemne del invierno. Si hay un punto que permanece imperturbable a tanto cambio es el Royal Ontario Museum. El ROM es uno de los museos de historia natural más grandes del mundo. Sus más de 40 salas albergan cerca de 6 millones de piezas. Los dos ejes principales en torno a los cuales orbita la temática del centro son la arqueología y la paleontología. Además, el ROM incluye la mayor colección mundial de lutitas de Burgess, fósiles de animales invertebrados que habitaron la tierra hace más de 500 millones de años, cuando las criaturas vertebradas todavía no habían hecho su aparición. Reciben este nombre porque el yacimiento se encuentra ubicado en el collado de Burguess de la Columbia Británica. Una delicia.

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