En la ruta del vino

Estos días, la vendimia confirma que el enoturismo en la Ribera del Duero sigue en auge. No pocas bodegas abren sus puertas al visitante, y algunas se atreven incluso a darle aposento. Por eso extraña que una firma importante como Matarromera haya inaugurado este año un hotelito de tan poca entidad como el que lleva la marca de uno de sus vinos: Emina.

En qué cabeza cabe irse a tres kilómetros de la bodega, esconderse en una calleja tan rebuscada de Valbuena, rehabilitar una casita del siglo XVIII con apenas seis habitaciones en 300 metros cuadrados, obligar al huésped a pasarse antes por la administración de la bodega para abonar la habitación y recoger las llaves, abandonarlo luego a su suerte sin un mínimo servicio de cena, recibirlo a la mañana siguiente con un modesto bufé de desayuno y pretender que al final de la estancia vuelva a recorrer unos kilómetros para devolver las llaves en la bodega.

La complejidad del alojamiento no termina aquí. Otra casa de nueva planta, con un estilo más minimalista, añade otras nueve habitaciones a la oferta enoturística de los Matarromera. Se entiende así el vaivén matinal de la encargada, voluntariosa, pero difícilmente eficiente. A partir de las siete de la tarde, sin la bodega abierta, hay que llamarla a su casa e intentar un acuerdo para que se acerque con las llaves. Eso, después de dar mil vueltas hasta encontrar el hotel, justo antes de atravesar el arco de piedra, y descifrar su molesto funcionamiento.

Ya entrados, nos encontramos a la izquierda una salita multiusos que se recomienda tanto para la lectura como para una pequeña reunión de negocios y el autoservicio de desayuno. Arriba, las habitaciones se nos antojan algo pequeñas y oscuras, aunque reúnen todos los detalles que cabría esperar de un hotel con ese precio. Una cama doble, una exigua mesa de trabajo, un aparador simple que sostiene el televisor, sendas mesillas de noche... y ¡wifi gratis! Eso sí, después de teclear los veinte dígitos de que consta la contraseña.

Al fondo se sitúa el cuarto de baño, de dimensiones igualmente reducidas. El de la 102 apenas deja hueco al inodoro. Cierto es que el grado de comodidad es suficiente para quien no desea otro lujo que el de pasar una noche bajo techo y salir corriendo a catar vinos. Porque, ¿a ver qué hoteles en la ruta del Duero ofrecen una habitación doble superior por solo 54 euros, con el desayuno y el nuevo IVA incluido?