3.000 menhires en línea

El mar y el aroma a salitre acompañan al viajero cuando recorre la Bretaña, una región situada en el extremo occidental de Francia dedicada a la pesca y en la que la marea del Atlántico condiciona la vida de sus habitantes. El pescado es allí cocinado de múltiples formas, y una de sus especialidades son las coquille Saint-Jaques (vieiras) gratinadas. Pero el plato típico son las gallettes saladas, que se comen solas o acompañadas de jamón, champiñones, andouille (una especie de embutido ahumado elaborado a partir de vísceras de cerdo), huevos, queso, atún o salmón. La bebida por excelencia de los bretones es la sidra, que se toma en unos bolées (pequeños tazones con asas blancos y con un ribete de color).

01 Le Faouët

En la Bretaña, el paisaje atlántico transmite tranquilidad, el tiempo se detiene y el viajero descubre un sinfín de pequeñas iglesias góticas en medio del campo, alejadas de los núcleos urbanos. En las afueras de Le Faouët, pequeña localidad que tiene en su centro histórico un impresionante mercado cubierto del siglo XVI de 940 metros cuadrados, está la chapelle de Saint-Fiacre, construida entre 1450 y 1480, que destaca por su estilo gótico irregular, no hay simetría en su fachada. En su interior, un impresionante jubé (retablo de madera policromada) representa diversas escenas religiosas y profanas sobre los vicios y los pecados. Muy cerca está la chapelle de Sainte-Barbe, mandada construir por Jean de Toulbodou, señor de Guidfoss, que se salvó de una tormenta tras invocar a santa Bárbara. Unas escaleras góticas conducen, barranco abajo, hasta la capilla, construida entre rocas y de planta irregular.

Otro monumento gótico es la vecina iglesia de Nuestra Señora de Kernascléden, con la fachada sur con un gran rosetón y un ábside plano con vidriera. Pero lo excepcional de esta iglesia son las pinturas que cubren las bóvedas del crucero norte, que representan ángeles músicos y la escena de la ascensión de la Virgen. Estas pinturas son un ejemplo del arte bretón del siglo XV. Las del crucero meridional sorprenden porque representan una danza macabra y una representación del infierno.

» Oficina de turismo del Pays du Roi Morvan (3, Rue des Cendres, Le Faouët; 00 33 297 23 23 23).

02 Carnac (Morbihan)

Es un lugar mágico desde la prehistoria, unos 3.000 menhires alineados en cuatro kilómetros que no dejan indiferente. El visitante se pregunta el sentido de estas grandes piedras ordenadas. Algunas teorías las relacionan con cálculos astronómicos; otras, con construcciones religiosas; en otras épocas se asociaban a ritos de fertilidad, y el propio Gustave Flaubert escribió que Carnac ha inspirado "la escritura de más tonterías que piedras tiene". Estos alineamientos se remontan al neolítico (entre los años 2800 y 2300 antes de Cristo) y se extienden desde la aldea de Ménec hasta Kerlescan. En la plaza de la Chapelle, el Museo de la Prehistoria James Miln-Le Rouzic alberga una colección de objetos megalíticos, como hachas pulidas, collares y joyas.

» Maison des Mégalithes (Le Ménec, Carnac; 00 33 297 52 29 81; www.monuments-nationaux.fr).

03 Vannes

Es una ciudad con forma de anfiteatro situada en el extremo norte de un estuario que se asoma al golfo de Morbihan. El palacete de Limur, al norte de la calle de Thiers, nos sirve de partida para recorrer la urbe medieval. La vida de Vannes se desarrolla alrededor de la plaza de Maurice Marchais; la calle de Saint-Salomon tiene casas del siglo XVI, algunas de cuyas fachadas están decoradas con conejos y animales fantásticos. Junto a la plaza se encuentra la calle de Halles, con decenas de casas de entramado en las que durante siglos los comerciantes instalaron sus negocios. Las figuras de Vannes y su esposa, de rostros joviales, se burlan de los visitantes en un ángulo de la calle de Noë. El patrón de la ciudad es san Vicente Ferrer (Valencia, 1350-Vannes, 1419), quien después de intervenir en el Compromiso de Casp (1412), que permitía el acceso de los Trastámara al trono de la corona de Aragón, fue llamado por el duque Juan V de Bretaña para evangelizar los territorios bretones. Los restos del santo, un personaje controvertido y fascinante, descansan en la catedral de Vannes, lugar de culto y peregrinación para los devotos valencianos.

04 Quimper

Quimper, capital de Cornualles, en medio de colinas y pequeños valles, se aproxima a la desembocadura de los ríos Ster, Jet y Odet. La catedral de Saint-Corentin se construyó entre los siglos XIII y XIX sobre un santuario románico. Es un buen ejemplo de la arquitectura gótica de Bretaña, aunque con unos enormes arcos de influencia normanda. Un paseo por la calle de Kéréon, frente a la catedral, permite conocer la atmósfera medieval de esta pequeña ciudad a través de sus casas con grandes vigas de madera y vivos colores en las paredes.

05 Pont-l'Abbé

Pont-l'Abbé es un encantador pueblo con canales de agua y molinos de madera movidos por el río, con puentes llenos de flores que conducen a las terrazas de los restaurantes turísticos. Aquí la luz es nítida y diferente, quizá por eso albergó a finales del siglo XIX, durante las temporadas estivales, a los pintores impresionistas, como Paul Gauguin, que inmortalizaron en sus cuadros el paisaje de su playa o de su río. Ahora unos carteles en unos miradores reproducen los cuadros que pintó Gauguin en el mismo escenario. En el fondo de un estuario, Pont-l'Abbé (puente del abad) debe su nombre al primer puente que construyeron los religiosos de Loctudy entre el puerto y la laguna. Las especialidades de Pont-l'Abbé son los bordados, las conservas de pescados y la fabricación de muñecas.