Arrodillarse por un 'gin-tonic' es humillante
Doce pistas a tener en cuenta para que un hotel se convierta en una experiencia extraordinaria
01 El colchón. La gente cree que no duerme bien porque no está en su casa, pero es por la cama. Quien escatima en el colchón arriesga en lo más importante: el sueño del huésped.
02 Acústica. Evitar puentes acústicos entre las paredes y proteger los suelos con bandas de neopreno para amortiguar el sonido.
03 La entrada. Que quede bien claro dónde está la recepción y dónde el vestíbulo. Y, sobre todo, dónde acaba el hall (donde prima lo social) y empiezan las habitaciones (donde prima lo íntimo).
04 Desayuno. El típico buffet puede agobiar al huésped. Resulta igual de cara una oferta limitada y personalizada, con horarios amplios, de productos de la zona.
05 Iluminación. Nunca debe sustituir a la luz natural cuando esta existe. Debe ser escasa por las mañanas y ambiental por las noches. Reducir en las zonas donde la gente deba bajar el tono de voz.
06 Servicio. Preferible que sea atento a que sea elegante y que sea fácil de localizar antes que ubicuo. Cuanto más experiencia tengan, mejor.
7 Atmósfera. Ha de ser uniforme en todas las zonas; el cliente no debe darse cuenta de que está percibiéndola.
08 Música. Prohibida hasta después de la cena. Y entonces, con personalidad: nada de versiones suaves de clásicos de rock.
09 WiFi. Debe ser gratis. Se perdona su ausencia en hoteles rústicos que invitan a desconectar.
10 Decoración. Se acepta cualquier estilo mientras esté unificado y justificado por el entorno. Siempre se agradecerá más lo autóctono que lo espectacular pero genérico. A ser posible, materiales duraderos. En caso de duda, eliminar los adornos (cuadros y fotos). Prohibidos los flyers en las habitaciones.
11 Minibar. Retirar de la habitación si hace ruido y sustituir por una barra abierta en una zona común. Y elevarlo del suelo; arrodillarse por un gin-tonic es humillante.
12 Temperatura. El termostato tiene que estar bajo el control del cliente pero conviene dejar una manta a mano; a nadie le gusta tener que pedirla por teléfono en medio de la noche.
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