Mojitos en la isla 'hippy chic'
Chiringuitos a pie de playa, copas con puesta de sol y recovecos nudistas de aguas turquesas. Formentera mezcla sin ruido su setentera inspiración bohemia con el esperado aluvión veraniego, de chanclas de diseño y Ray Ban de colores
Sobra el coche para hacer turismo en Formentera. Con 20 kilómetros de punta a punta, la bicicleta es el mejor transporte para llegar a los escondites de la isla. Entre playas nudistas de espectacular belleza natural, faros que inspiraron al mismísimo Julio Verne y chiringuitos frente al mar donde tomar un mojito mientras se pone el sol, es fácil imaginar cómo los residentes, antes más hippies que ahora y llegados en los setenta desde todos los rincones del mundo, se quedaron atrapados en una isla que destensa el cuerpo y dispara la creatividad.
Contrastan estas raíces bohemias con la veraniega ola turista, en su mayoría de procedencia italiana (descendientes, paradójicamente, de los colonizadores romanos que la invadieron por motivos bien distintos) y de uniforme alternativo; cuesta no tropezarse con unas Ray Ban de colores a cada paso. El último grito es beber un mojito frente a las costas agrestes, en chanclas o sin zapatos, cuando la temperatura desciende y la arena ya no quema en los pies. La pequeña de las Baleares triplica su población en verano lo que convierte la víspera vacacional en la mejor época para descubrirla y conectar con su pausado ritmo de vida.
Donde brota la creatividad
La escasa altura de la isla, unos 200 metros, hace que sea fácil echar un vistazo desde lo alto de Es Mirador, muy cerca del Faro de La Mola que inspiró a Julio Verne en sus travesías viajeras. Muy cerca, Pilar de La Mola, donde en los años setenta desembarcaron 1.500 peluts (peludos, como apodaron a los hippies) cuenta ahora con más de cuatro mil habitantes. Desde allí arriba, con la compañía de las lagartijas azules, verdes e incluso amarillas que se han convertido en símbolo de la isla, las vistas son tan espectaculares que parecen falsas. El mar tiene azules de diferentes tonalidades, se aprecia perfectamente el contorno de la costa insular y el paisaje recuerda a esa definición de paraíso que se asocia con destinos lejanos.
Inspiración encontró aquí Pink Floyd para su álbum More, en el Molí Vell concretamente. Hoy su molino de viento y grano del siglo XVIII es Bien de Interés Cultural. Desde allí es fácil llegar al Camí de Sa Pujada, un recorrido de casi dos kilómetros que conduce hasta Es Caló de Sant Agustí, en cuyo itinerario a pie se descubren abundantes cuevas, cada una con su particular leyenda. Fueron refugios de cabreros: la cueva de la mano peluda vio arder una piel de cabra en forma de mano para semejar un gigante que ahuyentase a los corsarios. Ahora son escondites para neohippies.
Es Caló tiene un pequeño muelle con embarcaciones tradicionales, una zona a partir de la que se despliegan calas perdidas, nudistas la mayoría, perfectas para los que buscan intimidad entre olas. Para los que prefieren la algarabía y tomar una copa, el chiringuito de la playa del Arenals, dispone piedras como asiento frente al mar; gin tonics dentro de una postal sumamente romántica.
Muy cerca, como todo en Formentera, se encuentra el pueblo de Sant Ferran, donde encontrar a uno de los artesanos más singulares de la isla. Ekki, un alemán que encontró en su pasión por la música su forma de vida: Formentera Guitars responde a un taller donde con los materiales más insospechados, y sus enseñanzas, se fabrican guitarras en tres semanas. El instrumento se culmina con el "bautizo en el mar", dice Ekki, "para que coja el salado, el sabor de la isla". Este también se degusta con las ensaladas frescas y aromatizadas con salvia de Sa Finca. Después toca licor de hierbas, puro fuego, en la Fonda Pepe, uno de esos locales tradicionales frente al que la gente se sienta copa en mano a ver pasar el tiempo y comentar (sí, también aquí), los últimos cotilleos. Rematar la noche con otro mojito en el hotel Riu La Mola resulta embriagador: una terraza al aire libre con el susurro del mar de fondo.
'Firefox', 60 años y triciclo motorizado
Formentera se entiende, también, a través de sus artesanos. Como el joyero Majoral, ahora mucho más conocido que cuando empezó, pero sin grandes ambiciones. No hay prisa en su tienda-taller de La Mola, donde una cristalera permite ver, literalmente, su trabajo. Se enamoró de la isla en 1973 y ya no hay quien le mueva. Atrevido y con un toque alternativo, se nutre de la naturaleza de la isla: la posidonia, planta habitual en las playas locales, ha inspirado su joya señera, una pulsera de oro o plata que se enreda en la muñeca como si fuera el vegetal marino. Muy cerca, el alemán Firefox, de 60 años, barba blanca y a bordo de un triciclo motorizado, continúa al borde de la carretera con su colección personal de dibujos. Por su cartel Hippie Mar le conoceréis.
Recuerdos con 'glamour'
El núcleo poblacional más grande es Sant Francesc, alrededor de cuya plaza se articulan las calles de compras. Al borde de la iglesia, los sábados colocan un mercadillo de segunda mano donde la ropa, para ser más original que en ningún otro sitio, está colgada de los árboles. En la misma plaza, la ruta de compras entra también en Costa, tienda caracterizada por el estilo casual que llevan los isleños con diseños exclusivos. De corte más femenino, los vestidos de Vintage Formentera, completan el modelito hippie chic.
Desayunar aquí, capital de la isla, es sinónimo de tomar un pudin de ensaimadas en la panadería Manolo o un yogur casero con mermelada artesana en el Café Matinal, que tiene una de las terrazas interiores más acogedoras. Por la noche, el mercado muta en el conocido cine a la fresca, que proyecta películas independientes de nacionalidad diversa, para adaptarse a la multiculturalidad del lugar.
Sal líquida para la ensalada
Es el recuerdo gastronómico más típico de la isla: sal líquida de Formentera y creación de la empresa Salinera Española. Las salinas de Marroig son las más grandes y productivas, vestigio de otras épocas en las que los habitantes llevaban sal a Ibiza como moneda de cambio. El recorrido que hacía el tren de vapor desde la explotación hasta el puerto de La Savina , punto de salida de las exportaciones, es hoy un cómodo trayecto en bicicleta con vistas más que placenteras.
Después del esfuerzo, lo ideal es relajarse en la playa de Ses Illetes, dicen que la mejor de la isla, un espacio para todos que en verano se puebla de nudistas y pudorosos. Siguiendo por la costa se llega a la punta norte de la isla, una lengua de tierra desde la que se divisa el mar a ambos lados. El paseo se ve recompensado por el paisaje y, eligiendo la playa de Llevant, el premio llega en forma de paella y ensalada de peix sec en el restaurante Tanga.
Antes de que anochezca, el mojito vuelve a ser la mejor opción con el bronceado ya a punto, no sin antes pasar por la carretera del Faro de Barbaria, escenario natural de la película Lucía y el sexo. En el Cap de Barbaria, otra cueva, donde hay que dejar deslizarse para bajar hasta sus entrañas, merece la pena atravesar el conjunto rocoso y visualizar desde allí el acantilado más rústico con el azul del mar siempre como testigo. El refrigerio espera, muy cerca, en Cala Saona, muy coqueta con uno de los tradicionales chiringuitos.
Vuelta en kayak a la isla
El punto de vista cambia al echarse al agua en compañía de un windsurfista olímpico, Asier Fernández, otro de los enamorados de la isla; llegó desde Bilbao para tres meses y lleva más de nueve años. Ahora dirige su propia escuela de deportes náuticos, declarada mejor escuela de windsurf del mundo en 2009 y que organiza salidas en kayak alrededor de la isla para todas las edades. Un instructivo paseo que enseña sobre las peculiaridades geológicas de la línea costera, el papel de las torres de vigilancia en épocas pasadas, la importancia de la posidonia para el ecosistema... La historia de la isla en compañía de Santi Colomar, el único historiador local.
Para los más atrevidos hay cursos de widsurf, y travesías en embarcaciones de vela para niños y catamaranes para adultos. En un curso de diez horas se puede tomar el timón y pegarse una escapada hasta Ibiza; una buena muesca para esa lista de cosas que hacer antes de morir.
GUÍA
Más información
Mapa interactivo en el que ver a través de webcam el estado de las playas y monitorizar las puestas de sol: www.formenterasunset.com
DORMIR
Riu La mola, recién remodelado con decoración zen, situado en la playa de Migjorn. www.riu.com
COMER
Restaurante Tanga. Paellas y ensalada de peix sec frente a la Playa de Llevant.
Restaurante Es Cupinà. Con vistas a la Playa de Migjorn. A un paso del Riu La Mola. Imprescindible probar la mouse de higo.
Café matinal. En Sant Francesc. Yogur casero, mermelada artesana.
Sa Finca. Sant Ferran. Ensaladas aderezadas con salvia y calamar relleno de sobrasada.
COPAS
Chiringuito de Cala Saona
Chiringuito de Playa de Arenals
Fonda Pepe (Sant Ferran)
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