Jugar al golf con el diablo
Los chicles se derriten, el sudor se evapora. Recorrido sin salir (mucho) del coche por los volcánicos colores del californiano Death Valley, cuando el termómetro ronda los 50 grados
Un día agotador. Demasiado largo, desde el amanecer en Panamint Springs. Pasar más de 12 horas bajo el cielo de Death Valley, California, resulta triturador y revelador a un tiempo: el desierto mata. Siete de la mañana. Movimientos rápidos, no hay demasiado tiempo. El suelo de tienda de campaña todavía está caliente dentro de la funda. No tibia, sino caliente, después de una noche sobre el lecho del desierto. El sol hace rato que asomó tras la cresta de Panamint Butte. Café regular para llevar y carretera.
Al cruzar Towne Pass, el asfalto desciende entre curvas hasta la entrada oeste del parque nacional más seco de Norteamérica, en Stovepipe Wells. A las nueve de la mañana el sol ya está demasiado alto sobre el Valle de la Muerte. Hay que llenarse los pies de arena en las dunas de Mesquite Flat antes de que el calor derrita el disparador de la cámara (y de paso el cerebro también). La carcasa metálica casi quema al tacto.
Una sartén de arena
El ejercicio turístico en este paraje aproxima tanto el sufrimiento físico al goce paisajístico, que resulta extraño. Porque en pleno mes de agosto, aquí se viene, principalmente, a pasar calor. Demasiado calor. Bajo la luz solar los chicles pueden llegar a desintegrarse y, en tiempos pasados más analógicos, los carretes de fotos cambiaban de color. Algunas guías hasta especulan con freír un huevo en el suelo cuando las temperaturas son extremas.
Hay también paisajes alucinantes, claro, como las coloristas laderas entre las que serpentea el asfalto de Artist Drive. Un decorado, o un espejismo, especialmente desde la afamada Artists Palette, donde minerales de mil colores y cenizas volcánicas dibujan una estampa espectacular. Pero aquí, sobre todo, hace calor. Hasta lo insano.
"Heat kills!"
"Don't become a Death Valley victim". Esta octavilla se incluye en la documentación que reparten los rangers en la oficina de información de Furnace Creek, capital del valle. Quizá porque algunos sólo acuden con el deseo de experimentar cómo reacciona el cuerpo humano cuando el termómetro se acerca serenamente a los 50 grados de temperatura. Caminar bajo el sólido sol de mediodía en Badwater permite acercarse a la respuesta, de nuevo con esa suerte de yin-yang viajero presente: onírico paisaje, calorífica experiencia.
El mullido suelo de esta descomunal y blanquecina laguna es producto de la incesante evaporación de sus aguas saladas mineralizadas. En este paraje ubicado a casi 86 metros por debajo del nivel del mar no se suda. La transpiración corporal comienza luego, en el coche, bendito habitáculo con aire acondicionado. Ahí fuera, se evapora igualmente. En apenas unos minutos el botellín de agua fría se torna imbebible en manos de la horda turista. Es temporada alta, incluso en el desierto.
Unos hoyos con el diablo
Su aspecto de patatal gigante engaña. Al afinar la vista se descubre que Devil's Golf Course conforma una inmensa planicie de sales cristalizadas, moldeadas por el viento y la lluvia en puntiagudas formas que brotan del barroso lecho del valle. Quizá por las inestables zancadas que precisan quienes se adentran en él, una especie de astronautas en bermudas y con gorro de cowboy, hay quien tilda de lunar este árido paisaje.
El resto de los mortales también pueden jugar al golf en Death Valley. Concretamente, de octubre a mayo en el campo de Furnace Creek, el de menor altitud de todo el planeta, inaugurado en 1997: 18 hoyos y par 70.
El Valle de la muerte también tiene vida, fechas amables. Cada primavera, la esperada floración (temporada alta por excelencia) cubre su árido paisaje de colores, mientras se reduce la exigencia calorífica. En verano, también concede respiros. Subir hasta Dante's View resulta un alivio. El aire corre pero no abrasa, no urge regresar al coche a los pocos minutos. Y recompensa con una panorámica general de todo el valle, justo sobre la blanca llanura salina de Badwater.
La plataforma circular de Zabriskie Point comienza a llenarse de cámaras un buen rato antes del ocaso. Es comprensible: intensas tonalidades que van desde el oscuro marrón volcánico al amarillo más chillón y sulfuroso, pintan los abruptos y retorcidos trazos de las laderas colindantes. Saturados brochazos de color sobre escarpadas rocas magmáticas, que mutan minuto a minuto mientras el sol cae en picado hacia el horizonte, y recuerdan la agitada actividad volcánica que dio origen a esta cuenca. Explosiones de ceniza y rescoldos que pintaron el eterno cuadro que se despliega ante el viajero.
GUÍA
Dormir
Alojarse dentro de Death Valley en temporada alta requiere reservar previamente, incluso con meses de antelación, aunque los campings de Panamint Springs y Furnace Creek ofrecen alternativas a los más improvisadores:
- Panamint Springs Resort. www.deathvalley.com/psr
- Furnace Creek Ranch y Furnace Creek Inn. www.furnacecreekresort.com
- Sovepipe Wells Village. www.stovepipewells.com
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