Rumanía huye de Drácula
El país transilvano renuncia al vampírico mito para vender su imagen en el exterior
El celebérrimo mito del Conde Drácula parece ser demasiado siniestro en el Ministerio de Turismo rumano para convertirse en la imagen de Rumanía en el mundo.
"El mito de Drácula no será la marca del país", ha declarado la ministra de Turismo, Elena Udrea. "Rumanía tiene muchas cosas que pueden ser promovidas como marca. Creo que puede ser representada mucho mejor por muchas otras cosas", ha explicado Udrea.
Sin embargo, Udrea ha reconocido que el ministerio que dirige no puede despreciar la fuerza del mito en todo el mundo a la hora de vender la imagen del país y atraer a los turistas.
"Es conocido en España, en América, en todas partes, y sería una pena que no lo utilizáramos cuando sea conveniente", ha afirmado la ministra. La leyenda de Drácula y sus nunca bien delimitadas relaciones con la realidad han sido y siguen siendo el principal atractivo para el mundo de Rumanía, un país pobre y poco conocido del este de Europa que sólo en los últimos años ha comenzado a tener una política de imagen turística planificada.
El personaje del conde Drácula nació a finales del siglo XIX de la pluma del escritor irlandés Bram Stoker, que se inspiró en la figura del príncipe rumano del siglo XV Vlad Tepes y en las leyendas de vampiros de la Europa Oriental para crearlo.
Valiente, sanguinario y fiero luchador contra los invasores turcos, las historias de sádicas torturas por placer en torno a quien fuera conocido como Vlad El Empalador, por el brutal castigo que aplicaba a los enemigos otomanos, fueron la base perfecta para un mito que nació en un libro, creció con el cine y es ya parte indiscutible del imaginario popular mundial.
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