Turistas espaciales, ¿pioneros o villanos?
La carrera espacial de tres millonarios ha provocado chanzas y críticas. Catalogarla además como turismo espacial es otra manera de menospreciarla, como siempre pasa con la palabra turista. Pero, cuidado, a lo mejor estamos asistiendo a algo más grande
El corto viaje al espacio de los magnates Bezos y Branson, más las incursiones allí arriba de la empresa de Elon Musk, ha generado chanzas y críticas. Las primeras las pusieron a huevo quienes diseñaron un cohete con forma de consolador. O el propio Bezos, saliendo de la cápsula con ese gorro de vaquero. Las críticas por el despilfarro de dinero o la contaminación producida eran esperables en un mundo cada vez más sensibilizado con la ecología y la sostenibilidad.Sin embargo, rascando un poco, creo que estos viajes que a primera vista pueden parecer un capricho de ricos, tienen connotaciones más interesantes.
Nuestros genes nos condicionan a expandirnos siempre hasta los límites. La evolución hizo al género homo así, como los gases, impelidos siempre a ocupar el máximo volumen disponible. Somos una especie viajera y lo llevamos escrito en nuestro ADN. Si hay un lugar al que se pueda llegar… el homo sapiens llegará. Es inevitable, no le de más vueltas ni trate de impedirlo. Viene ocurriendo igual desde hace 3,2 millones de años, cuando los parientes de nuestra tatarabuela Lucy se pusieron a dos patas y salieron de África para colonizar Eurasia.
¿Los catalogaríamos ahora como turistas de la Prehistoria? No, respondían a una necesidad biológica ¿Qué tiene de raro entonces que en el siglo XXI el género homo siga tratando de dar nuevos pases, esta vez en el espacio, para seguir colonizando nuevos territorios?
“Es que son millonarios ociosos”, critican algunos. Estaría bueno que no lo fueran, ¿quién va a financiar esas investigaciones? ¿Usted y yo, con un sueldo de 1.500 euros? Normal que sean millonarios ¿Quién cree que financió en el siglo XVI expediciones como las de Magallanes? ¿La gente del pueblo, por suscripción popular? No, fue el burgalés Cristóbal de Haro y sus representados, los banqueros alemanes Fugger y Welser ¿Y los financiaron por altruismo, por engrandecer los límites del conocimiento de la humanidad? Permítanme una sonora carcajada. Lo hicieron para seguir enriqueciéndose con el comercio de especias. Pero como efecto colateral de su inversión, el ser humano agrandó los límites del conocimiento, rellenó zonas en blanco de la cartografía, confirmó que la tierra era redonda y abrió vías además de al comercio, a la ciencia y el conocimiento. Hoy, nos enorgullecemos de aquella gesta del hombre, sin pensar quién y por qué motivos estaban detrás de la financiación. Las expediciones a África de Henry Stanley las finaciaba James Gordon Bennett, dueño del New York Herald, al que solo le interesaba vender más periódicos, pero gracias a ellas dibujamos las cuencas del Congo y del Nilo en los mapas. Podía extenderme hasta aburrir enumerando expediciones que hoy salen en los libros de Historia como gestas de la Humanidad detrás de la cuales estaban la financiación privada.
¿Qué un cohete de esos contamina mucho? Cierto, es innegable. Lo que habrá que ver con perspectiva es si los beneficios compensan el daño. Nos hemos acostumbrado a trivializar y ridiculizar la palabra turista. Todo lo barato y malo lleva el apellido turista. Los peores asientos de un avión, el menú del día ramplón o las habitaciones más cutres de un hotel. Así que a la primera incursión al espacio de carácter privado le ponemos la etiqueta turista y listo, todo el proyecto queda desprestigiado.
No dudo que los intereses de los tres millonarios puedan ser comerciales o que al menos traten de recuperar algo de la inversión vendiendo asientos en sus vuelos (cosa tan legal como hacerlo en un avión convencional), pero el dineral que llevan invertido no va a la basura. Esas naves llevan detrás miles de horas de trabajo e investigación de ingenieros, físicos, matemáticos y otras muchas disciplinas. De momento han conseguido logros mayúsculos: que el mismo cohete con el que salen al espacio vuelva intacto y reutilizable a la tierra. O sentar las bases para una red de satélites (Starlink) que lleve internet a todo el planeta. Pueden ser la avanzadilla, el prototipo de otras naves comerciales y otros proyectos que seguro nos dejarán boquiabiertos en las próximas décadas. ¿De dónde cree que sale, por ejemplo, la vitrocerámica de su cocina y tantos otros inventos recientes? De diseños creados para vuelos espaciales que en apariencia no tenían mucha utilidad práctica.
Que todo esto venga con financiación privada de millonarios ni es nuevo en la historia ni tiene por qué ser un problema. Las arcas públicas están siempre exangües y hasta las potencias espaciales reducen sus programas por falta de presupuesto. ¿Qué tiene de malo que fortunas como las de ellos entren en la lucha espacial? La gran diferencia, lo que nos chirría, es que antes los banqueros Fulgger y Welser no se metían en los galeones que financiaban. Y hoy, en la era de la imagen y el postureo, los millonarios que ponen la pasta ponen también la cara y la imagen en sus prototipos. Cosa no exenta de riesgo por otro lado, y que es loable que asuman. Elon Musk ha dicho que de momento no se sube a uno de sus prototipos ni loco.
En fin, no discuto las críticas que se les pueda hacer. Ni quiero comparar a Bezos, Branson o Musk con Magallanes o con el capitán Cook. Por ahora los proyectos de los dos primeros (el de Elon Musk es más científico y en colaboración con la NASA) tienen mucho de capricho de millonarios. Lo acepto. Pero algo de pioneros sí que hay que reconocerles. No trivialicemos su aventura etiquetándola de turistas, sean espaciales o no.
Si algo ha demostrado el género homo es que no se le pueden poner puertas al campo. Siempre vamos a intentar ir hasta los límites conocidos. Hasta ahora eso estaba vedado a expertos astronautas en proyectos gubernamentales. Alguien está tratando de hacerlo asequible a más humanos (de momento, con altísimo poder adquisitivo, cierto). Pero cuando la aviación se hizo comercial tampoco podía volar el vulgo, solo los ricos. Y hoy por 25 euros te vas con una low cost al otro lado del continente. Así que menos, risas… igual estamos asistiendo al inicio de algo trascendental.
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