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El incierto paradero de 50.000 niños haitianos Son prácticas largamente denunciadas, pero no resueltas desde la explotación laboral hasta la prostitución y la servidumbre, miles de menores haitianos han sido vendidos con oscuros propósitos Una mujer pasa junto a un grafiti en el que se lee “Abajo los secuestros” el 16 de febrero en Puerto Príncipe (Haití). Son prácticas largamente denunciadas, pero no resueltas: desde la explotación laboral hasta la prostitución y la servidumbre; cada año, más de 50.000 menores haitianos cruzan al país vecino, República Dominicana (150 cada día). Muchos de ellos son traficados y vendidos con oscuros propósitos. Orlando Barría (EFE) Una familia haitiana en uno de los barrios periféricos de Belladère, ciudad fronteriza del centro del país. La extrema pobreza que azota a una cuarta parte de la población haitiana empuja a miles de familias a abandonar a sus hijos. Una cuarta parte de los cuatro millones de menores en Haití no viven con sus padres biológicos y unos 150 cruzan a diario a República Dominicana, según estimaciones oficiales. Aitor Sáez Nathalie junto a su hijo Stevens, momentos después de reencontrarse después de tres años sin saber nada el uno del otro. Nathalie lo vendió en el mercado binacional de la frontera de Belladère, entre Haití y República Dominicana, a un señor dominicano. La promesa de ofrecerle una vida digna en un hogar adoptivo, terminó en pesadilla Aitor Sáez Varios agentes amenazan con sus látigos a la multitud agolpada en el puente del río Massacre, en la frontera norte de Ouanaminthe, a la espera de cruzar al mercado binacional del lado dominicano. En el bullicioso trasiego resulta muy complicado identificar a contrabandistas o a menores no acompañados. Aitor Sáez Dos mujeres haitianas migrantes bañan a sus bebés en el centro de acogida de San Vicente, en la provincia de Darien, en Panamá, el 9 de febrero de 2021. Panamá está admitiendo a miles de migrantes que no pueden acceder a Costa Rica por las restricciones de la pandemia. Entre las causas por las que miles de niños haitianos cruzan la frontera de su país, la menos mala es que vayan acompañando a sus familiares. Arnulfo Franco (AP) La hermana Bonilla junto a algunos de los niños que acoge en el centro de la congregación San Juan Evangelista, en la ciudad fronteriza de Ouanaminthe. En 2016, Haití era el octavo país del mundo con mayor índice de esclavitud moderna, sobre todo debido a la enorme trata humana. “Desde que estoy aquí no he visto que se haya reducido el tráfico de niños. Se mantiene igual o incluso ha aumentado (...) El Gobierno no tienen los recursos para atajar este problema y sus causas”, lamenta la monja. Aitor Sáez Piedra colocada en uno de los cruces no oficiales cercanos a Ouanaminthe en 1929, año en que se estableció la división entre Haití y República Dominicana. En el último lustro, se han dado algunos pasos para la persecución del delito y la capacitación de funcionarios fronterizos, como evalúa el Departamento de Estado norteamericano en su último informe anual. Aitor Sáez Una mujer camina con su hija por la capital haitiana, Puerto Príncipe, el 15 de febrero de 2021, después de varios días de protestas en el país contra el Gobierno del presidente Jovenel Moise. Los coloridos atuendos escolares, que por las tardes inundan alegres las polvorientas calles, disfrazan la desgracia para uno de cada 15 pequeños. Alrededor de 407.000 niños y sobre todo niñas trabajan como empleadas domésticas. Unos 286.000 tienen menos de 15 años. VALERIE BAERISWYL (AFP) Alexis Alphonse, trabajador de la Red Jano Siksé, en un paso fronterizo clandestino cercano a Ouanaminthe. “Los pequeños traficantes pasan por aquí, con niños, sin preocupación. Cuando los paro, incluso se identifican como traficantes. Desconocen que están cometiendo un crimen, que hay una ley que los puede meter en la cárcel”, exclama. Los contrabandistas son a veces familiares de la víctima o conocidos de la comunidad, donde a menudo son vistos como salvadores por, teóricamente, sacar a sus hijos de la penuria. Se considera como otro empleo cualquiera, aunque “los tratantes conforman el tercer grupo más rico del país”, según Alphonse. Aitor Sáez Algunos de los 15 niños en la entrada del orfanato Sourire d’Amour, en Puerto Príncipe. Su propietaria, Inesse Joseph, pastora de una iglesia con el mismo nombre del orfanato, estuvo envuelta en un escándalo en 2007, cuando arrebató de sus familias a 47 chiquillos de comunidades rurales al extremo oeste del país, con la expectativa de que serían adoptados por extranjeros. Aitor Sáez Vista de la habitación masculina de Sourire d’Amour. El centro es una pocilga. Las colchonetas de las literas están mugrientas y, muchas, rajadas. Ni hablar de una sábana. El orfanato sigue funcionando sin acreditación. Aitor Sáez Un cementerio en Anse-à-Pitre, frontera sur haitiana, lleno de tumbas de niños. Haití tardó hasta 2014 para aprobar una ley contra la trata humana, que prevé sanciones de hasta 15 años de cárcel y 14.000 euros de multa. No obstante, la Patrulla Fronteriza (Polifront) apenas detuvo a 51 individuos sospechosos en 31 casos de tráfico desde abril del 2019 hasta el mismo mes del pasado año. Ningún expediente llegó a condena. La justicia haitiana solo ha sentenciado seis casos en 2019 y uno en 2017. Aitor Sáez