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Trajes en el fango

Cuando la corbata es lo más decente del debate

Donald Trump y Joe Biden han protagonizado un debate que ha rozado en demasiadas ocasiones lo vergonzante. Hablamos de la ropa que lucían y de lo poco que esta nos advirtió del triste espectáculo que iban a protagonizar los candidatos a Presidente de EE UU

Los dos candidatos, antes de ser enviados al rincón de pensar.
Los dos candidatos, antes de ser enviados al rincón de pensar.Getty Images

Una de las imágenes más vistas de los debates de hace cuatro años fue la de Donald Trump rodeando amenazante a Hilary Clinton. Era como un tiburón –en su caso igual más una ballena– oliendo la sangre. Aquella imagen resultó estremecedora, pero no lo suficiente como para evitar que aquel individuo semanas después se convirtiera en presidente de EE UU. Hoy, Trump se ha medido a Joe Biden en el primero de los tres debates que se llevarán a cabo entre los dos candidatos en un escenario bien distinto. La pandemia ha provocado que se reduzca el número de espectadores y que los candidatos deban mantenerse anclados tras un atril.

Se ha perdido dinamismo y apenas se han dado imágenes memorables en lo que podría haber sido un debate radiofónico que ha desembocado en un asunto tosco, desquiciado y de un nivel bajísimo, casi vergonzante. La célebre semiótica de la indumentaria del candidato aquí ha quedado reducida a la talla del traje, el grosor de las hombreras, la anchura de las rayas de la corbata y, bueno, si se ha llegado pronto a la emisión, se ha podio comprobar que Joe Biden gusta de llevar los pantalones algo mas cortos de lo recomendable y Donald Trump bastante más largos de lo que la sensatez podría sugerir. Eso sí, el Presidente siempre luce tejidos nobles, confirmando que es de aquellas personas que cuando ven una carta de vinos simplemente piden el más caro. Y que se lo enfríen.

Biden, Wallace y Trump con su distancia social y su gestualidad.
Biden, Wallace y Trump con su distancia social y su gestualidad.Getty Images

Las restricciones de la emisión han favorecido a Trump, cuyo estilo, más cercano a un vendedor de coches de lujo de segunda mano en Tulsa, ha quedado diluido. El segmento en el que la ropa le queda bien va del hombro al pecho, y eso es casi todo lo que se ha podido ver. Desafortunadamente, el peinado no hay forma de esconderlo. Incluso su expresión corporal ha resultado menos irritante de lo habitual, gracias  un plano cerrado en el que sus pequeñas y juguetonas manos quedaban fuera de la imagen.

Biden, con solo llevar ropa de su talla, o con solo tener una talla razonable, tiene el debate sobre el estilo ganado. Un corbata en rayas blancas y negras, traje azul marino y un pañuelo con un poco de origami de más en el bolsillo de la americana le han valido para imponerse en este hoy mas que nunca descafeinada batalla del estilo. Mañana nadie recordará qué llevaban puesto ninguno de los candidatos, y eso podría ser hasta bueno si lo que quedara para el recuerdo fuera un debate vibrante. Pero no ha sido el caso. El fondo ha sido preocupante. Si el nivel no sube en el próximo debate corremos el peligro de que el pueblo americano empiece a pensar en elegir al candidato que lleve la mejor corbata. En algo hay que creer. Hablamos de lo que llevaban puesto porque hablar de lo que han propuesto sería demasiado deprimente. El peor debate posible. Bonita corbata, Joe.

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