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El virus propaga un futuro de sol y viento

Pese a la amenaza de un crudo muy barato y la caída de la demanda, la revolución económica basada en la transición hacia las renovables es imparable

Han Xuanyu (GETTY IMAGES)
Miguel Ángel García Vega

El sol y el viento en España son un rayo y una bocanada de aire que no cesan. En plena pandemia, el pasado 6 de abril a mediodía la planta fotovoltaica más grande de Europa —según su propietario— vertía a la red eléctrica su primer megavatio de energía limpia. Iberdrola le ha dado el nombre, no por casualidad, de Núñez de Balboa. Adelantado, conquistador, hidalgo, gobernante, capitán, aventurero pero, sobre todo, extremeño. Nació en la pacense Jerez de los Caballeros, allá por el año del Señor de 1475. A esas tierras ha regresado. Porque la instalación de 1.430.000 paneles solares, 115 inversores solares y dos subestaciones encuentra sus lindes entre los términos de Usagre, Hinojosa del Valle y Bienvenida, en la provincia de Badajoz. El explorador se sentiría fascinado contemplando el sol de primavera reflejarse sobre ese inmenso damero de cristales azules. También de sus 500 megavatios (MW) de potencia instalada o de su inversión: 300 millones de euros. La planta abastecerá a 250.000 personas al año y es una muestra del potencial verde en la era de la covid-19. Pero, especialmente, tras su contención. Pues el sol y el viento no los frena un virus. "Vamos a instalar 3.000 MW eólicos y fotovoltaicos en 2022", apunta Iberdrola. Y de cumplirse las previsiones —augura la compañía— alcanzarán los 10.000 MW en 2030. La actividad resulta intensa. Tienen el permiso ambiental para un proyecto fotovoltaico en Cuenca de 50 MW y mantienen en tramitación en Burgos el parque eólico Valdemoro (50 MW).

Iberdrola parece tener muy clara la respuesta al debate estos días de la oportunidad, o el retroceso, que vivirán las renovables tras la crisis sanitaria. En España, el futuro pasa por comprender el ayer. El año pasado fue el mejor de la historia del sector fotovoltaico. En las grandes plantas se instaló una capacidad de 4.200 MW y el autoconsumo añadió 459 MW. El país lideró el mercado europeo. Ahora llega el futuro y resulta, como los viajes de Núñez de Balboa, entre ilusionante e incierto. La Unión Española Fotovoltaica (Unef) manejaba unas estimaciones para 2020 de dos gigavatios (GW) de nueva capacidad en las instalaciones de mayor tamaño y de 600 MW para el abastecimiento propio. Esto, actualmente, es un atraque complicado. "Pero frente a las grandes crisis tienes que pensar a lo grande, no hacer estrategias defensivas", plantea José Donoso, director general de la asociación. "España nunca ha tenido una fuente de energía eléctrica competitiva, pero la fotovoltaica le da esa ventaja, por dos razones: tenemos una elevada insolación y terreno para desplegar los paneles". Parte del mañana —aseguran— pasa por escuchar las reivindicaciones del sector. Celebrar subastas de renovables (algo a lo que se ha comprometido el Gobierno), reducir el tiempo de tramitación —una instalación puede consumir dos años de burocracia—, utilizar licencias digitales y sacar del juego a los especuladores. Durante años, intermediarios sin proyectos reales han especulado con la compra de permisos de conexión y acceso al sistema eléctrico.

A la vez que el país mira al sol, intenta atrapar el viento. El sector eólico aporta el 0,35% del PIB, tiene 227 fábricas, 250.000 máquinas instaladas y emplea a 25.000 personas. "Y la construcción de parques solo se ha detenido durante 10 días de la pandemia", observa Juan Virgilio Márquez, director general de la Asociación Empresarial Eólica (AEE). "Es un sector resiliente que encaja con el futuro. Además, toda la cadena de valor está en casa, desde el primer tornillo hasta el servicio de mantenimiento. No dependemos de dinámicas externas". Por ahora, el Gobierno ha propuesto más de 2 GW de instalaciones anuales de eólica hasta 2030.

Esas piezas armadas en el futuro encajan en el presente. La Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CMNC) y el Consejo de Estado han avalado el anteproyecto de Ley de Cambio Climático que impulsa las renovables y que marca un respaldo al Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030, que prevé una inversión de 241.400 millones en renovables, ahorro y electrificación. "Es el más ambicioso de toda la Unión Europea y resulta positivo y viable", defienden en Endesa. De hecho, en la presentación de resultados trimestrales, su consejero delegado, José Bogas, reveló que tienen una cartera de nuevos proyectos en renovables de 20.000 MW, de los que 5.700 (una cantidad estimable) ya tienen adjudicados puntos de conexión. Solo falta, digamos, enchufar. Aunque de otra forma. Es el mercado, y no la Administración, quien debe guiar la descarbonización. "En el pasado" —advierten en Endesa— "no se hizo así y vivimos la burbuja fotovoltaica, cuya factura pagaremos durante muchos años". Y añaden. "Resulta urgente acometer una reforma fiscal bajo la premisa de que el que contamina paga".

Pues, pese a que seguramente el virus será capaz de ralentizar la transición, pocos plantean regresar al mundo anterior. La Universidad Tecnológica de Lappeenranta (Finlandia) estima que en 2050 el 60% de toda la energía en la Unión Europea procederá del sol. "Lograr que el 100% del sistema energético en el Viejo Continente provenga de renovables es técnicamente posible", estima Christian Breyer, profesor de economía del centro finés. Y si la tecnología se alinea con la política es tan esperanzador cómo extraer, hoy, poemas de las noticias. El presidente francés Emmanuel Macron ha señalado las similitudes entre el error de no reconocer pronto la gravedad de la crisis sanitaria y lo que podría suceder si fallamos en la emergencia climática. No hay excusa. Porque cuadran las cuentas del aire y la luz. Un trabajo de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (Irena, por sus siglas en inglés) sugiere que por cada euro gastado en la Unión en renovables aumenta en 0,8 euros el PIB. "Además, la energía solar y eólica, tras décadas de subsidios, ya son más baratas que la electricidad basada en los combustibles fósiles", apostilla Xavier Chollet, gestor de Pictet-Clean Energy.

Sin embargo, hay riesgos y tentaciones. La búsqueda de respuestas a corto plazo podría recuperar los combustibles fósiles (con precios desplomados) e hipotecar durante décadas la economía sostenible de la Unión Europea. Repsol tiene 2.045 MW en activos renovables en desarrollo, quiere ser una compañía con cero emisiones netas en 2050 y mantiene siete proyectos renovables en la península Ibérica. En abril, de hecho, anunció el inicio de las obras de su primer parque fotovoltaico, con el nombre de Kappa. Unos 126 megavatios en el municipio de Manzanares (Ciudad Real) al que han dirigido una luz de 100 millones de euros. Es un rayo de sol que ilumina su profundo giro y su compromiso. Pero sabe, también, que el mundo de la energía no es redondo. "Habrá economías en las cuales el impacto de la covid-19 requiera del uso urgente de energías asequibles y ya disponibles en el mercado mientras encaran la recuperación. Y otras, más resilientes, donde el desvío con respecto a las previsiones de hace meses relativas a inversiones en renovables resulte mucho menor", cuentan en la compañía. El riesgo de un planeta energéticamente asimétrico es que comprometería el Pacto Verde (Green Deal) propuesto por la Comisión Europea antes de los tiempos de la pandemia. ¿Recuerdan? Más inversiones en movilidad sostenible, renovables y eficiencia energética para reactivar la economía y crear empleos. Diecisiete países europeos —entre ellos España— han enviado a Bruselas una carta exigiendo mantener el compromiso. Palabras que avanzan hacia un nuevo tiempo. "La inversión en energías renovables puede representar uno de los vectores clave para la reactivación económica en Europa en la era poscovid", observa Alberto Martín, socio responsable de Energía de KPMG en España. "Pocos sectores pueden movilizar un volumen de capital tan alto [500.000 millones entre 2021 y 2027, según Goldman Sachs] como el Pacto Verde, además con una elevada intensidad de mano de obra autóctona". Incluso la familia Entrecanales (Acciona) vuelve a invertir en renovables tras una década de ausencia. También Elecnor y Naturgy defienden varios proyectos de luz y viento. Y la digitalización brilla. "¡Ya se trabaja en nuevas herramientas que detectan las averías antes de que se produzcan!", exclama Yann Dumont, consejero delegado de la consultora Reolum. "Esto ahorraría muchísimo dinero y haría más rentables los proyectos".

Pero las renovables no son Alicia en el País de las Maravillas ni un conejo con prisas ni un té con un excéntrico sombrerero. "No puedes cambiar el pasado, pero puedes aprender de él", enseña El Tiempo, uno de los personajes. Y España podría caer, como Alicia, a través del hueco del árbol. "Es muy probable" —alerta Yann Dumont— "de que a medio plazo los proyectos peor diseñados tengan dificultades económicas al no poder vender la energía al mercado porque exista sobreproducción. Llegará, entonces, un proceso de selección natural. Hay que pensar que estas iniciativas se plantean a 25 o 30 años".

Una vez más el reloj —vértice del relato de Lewis Carroll— condiciona el futuro estos días. Irena calcula que acelerar las energías renovables aumentaría la riqueza del mundo en 98 billones de dólares y aportaría 42 millones de empleos hasta 2050. Pero el virus también tiene prisa. Ha destruido mucha demanda de energía. "Calculamos que la puesta en marcha de la capacidad global caiga un 20% durante 2021, en comparación con este año", pronostica Gero Farruggio, analista de Rystad Energy. "Dicho esto, vamos a ver hasta 200 GW en crecimiento solar y eólico impulsado por los países emergentes y el arrinconamiento mundial del carbón". La transformación está en camino. "Habrá una revolución económica basada en la sostenibilidad y la transición energética", augura Diego Vizcaíno, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI).

Aunque, quizá, la verdadera certeza de que ni siquiera el virus frena el cambio llega de tierras inesperadas. Estados Unidos (atrincherado en la independencia energética que le proporciona el petróleo de esquisto) producirá este año el 21% de toda su electricidad a través de renovables. En 2010 apenas llegaba al 10%. Es cierto que algunos proyectos eólicos y solares se han retrasado, pero el cambio es un viento que aúlla. "Las renovables están en una trayectoria de crecimiento sin retroceso a largo plazo", defiende Dan Reicher, profesor en la Universidad de Stanford y asesor de energía del expresidente Bill Clinton. "Esto serán baches en el camino". Aunque la respuesta definitiva la tiene, sin duda, El Tiempo.

El coronavirus no mata al petróleo

La humanidad tiene una oportunidad histórica para abandonar el petróleo y alojarse para siempre en la casa verde. Pero esto no quiere decir que vaya a suceder. La naturaleza, la reducción de emisiones e incluso la geografía están de su lado. El 80% de la población del planeta vive en países que importan petróleo. Pero esto no quiere decir que vaya a suceder. El viraje —o no— dependerá de la voluntad geopolítica, de los márgenes de un crudo en su cotización más baja en dos décadas, de la ayuda pública de los Gobiernos a los programas de emisiones cero, de los inversores y del comportamiento del consumidor. Muchos pronombres y determinantes. "La transición, a ese mundo verde, de las petroleras se producirá a velocidades muy diferentes", avisa Mariano Marzo, catedrático de la Universitat de Barcelona y consejero independiente de Repsol. "Dependerá de dónde tiene la matriz esa compañía. No es lo mismo un país rico que en desarrollo. Y sobre todo si se prioriza la economía o la estabilidad social". Estos días, con un precio del 'oro negro' en los 24 dólares el barril, cuesta más almacenarlo que venderlo. La consultora energética Wood Mackenzie estima que a 35 dólares por barril, el 75% de los proyectos no cubren los costes financieros. ¿El fin de una era? Imposible asegurarlo. Durante las caídas más bruscas de las cotizaciones de la industria, Arabia Saudí (que defiende una estrategia, promovida por el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, de hacer caja con el crudo para cambiar el modelo económico del país) invirtió 1.000 millones de dólares —según 'The Wall Street Journal'— en títulos de cuatro petroleras europeas: Shell, Total, Equinor (la antigua Statoil) y Eni. La monarquía absolutista de las arenas imagina un futuro distinto. "Si el gas y el petróleo están baratos durante mucho tiempo, como así parece, será difícil que el sol y el viento puedan competir con estos hidrocarburos", alerta Bernard Haykel, profesor de Estudios de Oriente Próximo en la Universidad de Princeton. "Además, los inversores podrían rehuir, por su baja rentabilidad, los proyectos de renovables". Demasiados caminos distintos y direcciones inciertas. "Las subastas de nueva capacidad solar en México, Portugal o más recientemente en Dubái han fijado unos precios de venta de electricidad a largo plazo en los 15 euros/MWh, con rebajas de hasta un 80% con respecto al coste medio del mercado mayorista (pool) de los últimos años", defiende, esperanzado, Miguel Salís, presidente de Kira Renovables. El mundo tiene la oportunidad de construir una casa verde. Pero esto no quiere decir que vaya a suceder.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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