Desplantes, excesos y divismos: así arruinaron estas celebridades un contrato millonario
Algunos se lo buscaron con un comportamiento errático, otros fueron víctimas de una injusticia flagrante o el rechazo del público, pero todos encontraron como resultado ser despedidos de proyectos millonarios que iban a relanzar su carrera o a darle un importante empujón
La historia está llena de genios que fueron despedidos de sus primeros trabajos y después cambiaron el mundo: Walt Disney perdió su empleo en un periódico de Kansas porque según su editor “carecía de imaginación y de buenas ideas”, Steve Jobs eligió a dedo al presidente de Apple John Sculley y luego este lo despidió porque las ambiciones de Jobs le parecían irrealizables y Abraham Lincoln fue degradado de capitán a soldado raso. Hasta J. K. Rowling perdió su labor como secretaria en Amnistía Internacional porque dedicaba sus horas de oficina a escribir sobre niños magos. Pero aquellos primeros tropiezos contribuyeron a forjar la leyenda de lo que lograron después. Si el despido ocurre cuando la estrella ya está en la cima, su historia quedará reescrita para siempre: el público la verá con otros ojos, la industria dejará de fiarse de ella y cada vez que alguien busque su nombre en internet los primeros resultados contarán aquella crisis profesional. Sin embargo, estos 11 artistas no son solo un ejemplo de lo que no hay que hacer cuando has firmado un contrato multimillonario sino también un ejemplo de cómo levantarse y seguir adelante.
Kate Moss
El escándalo: En 2005 el tabloide británico Mirror contó que la modelo había sufrido un coma durante un evento benéfico en Barcelona a causa de su consumo de drogas, así que Moss demandó a la publicación obligándola a emitir una disculpa formal. Como venganza, Mirror publicó en su portada una foto de Kate Moss poniéndose una raya de cocaína. En el interior el reportaje aseguraba que la modelo había esnifado cinco rayas en 40 minutos.
La polémica: Lo curioso de este despido es que, inicialmente, H&M aseguró que quería darle una segunda oportunidad a Kate Moss, quien era imagen de la línea de ropa que Stella McCartney había diseñado para la empresa. Pero una oleada de críticas en internet llevó a la compañía a replantearse su postura y cancelar la campaña. “Si alguien va a ser la cara de H&M es importante que sea sana, saludable y formal. Después de la reacción de los clientes y la prensa hemos decidido que deberíamos distanciarnos de cualquier abuso de drogas” explicó su portavoz en un comunicado. La suspensión de la campaña le costó a Moss más de un millón de euros, pero lo peor fue el efecto dominó que la llevó a perder también sus colaboraciones con Chanel (otro millón de euros anual) y Burberry. La modelo se disculpó, mientras varios medios señalaban la hipocresía de estos despidos. Moss había sido la mayor representante del “heroin chic” (un canon de belleza de los noventa que consistía en mujeres enfermizamente delgadas) y había personificado la filosofía de “sexo, drogas y rock & roll”. El consumo de drogas en la industria de la moda era de sobra conocido y las marcas no habían tenido reparos en contratar a Moss a pesar de sus comportamientos erráticos (destrozar habitaciones de hotel, desfilar borracha, ingresar en varias clínicas de desintoxicación), pero en cuanto salió una fotografía de ella consumiendo todo el mundo se llevó las manos a la cabeza como si fuese una sorpresa intolerable.
¿Se recuperó su carrera? Apenas se resintió. La policía abandonó la investigación (pretendían arrestar al camello de la modelo) al no poder demostrar qué droga estaba consumiendo en las fotos. Burberry la apoyó sentándola en la primera fila de su desfile en Milán pocos meses después del escándalo entre el fotógrafo Mario Testino y la presidenta de la firma Rose Marie Bravo. Desde entonces Moss ha trabajado para las marcas más importantes del mundo (Rimmel, Calvin Klein, Versace, Cavalli) y ha sido imagen de Stella McCartney. Desde 2011 es la embajadora de Mango y en 2012 desfiló con Naomi Campbell representando a la industria de la moda británica en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres. La única firma que no la abandonó durante su crisis de imagen fue Dior, con quien siguió colaborando en campañas de su línea cosmética. ¿Un ejemplo? Un perfume llamado Dior... Addict.
Ryan Gosling
El escándalo: Gosling había sido un niño problemático en el colegio: no estudiaba, interrumpía a los profesores y cuando vio Rambo metió unos cuchillos carniceros en su maleta de Fisher Price para lanzárselos a sus compañeros durante el recreo. En 1993, cuando tenía 12 años, su madre lo presentó al casting para el programa de Disney The Mickey Mouse Club. Ryan consiguió el trabajo, por encima de los 17.000 candidatos, junto a Justin Timberlake, Britney Spears y Christina Aguilera. Pero unos meses después las madres de las niñas se quejaron porque Ryan era una mala influencia para ellas. Incluso había convencido a Britney para jugar a la botella.
La polémica: “Solo les contaba lo que había oído hablar de sexo, en plan posturas y cosas así” recordaría el actor años después. “Los de Disney se reunieron conmigo y me dijeron: 'No eres material de Disney, te vamos a eliminar del programa si dices algo sexual otra vez'. Y yo pensaba 'Tengo 12 putos años, todo lo que me importa es el sexo, ¿cómo no voy a poder hablar sobre ello?'. No sé qué esperaban”. El despido de Gosling fue particularmente duro porque sus padres se acababan de divorciar y el sueldo del chaval mantenía a toda la familia. Cuando su madre tuvo que regresar a Canadá, donde vivían antes de mudarse al parque de caravanas “Oso Yogui” de los estudios Disney en Florida, Ryan se instaló en casa de su compañero Justin Timberlake y la madre de este ejerció como su tutora legal.
¿Se recuperó su carrera? Y en muchos sentidos ha llegado más lejos que sus compañeros del Mickey Mouse Club. Gosling es una estrella, a medio camino entre el actor de carácter y el galán clásico, desde su éxito con El diario de Noa. Y eso que el director de aquella película lo fichó porque “no era como las demás estrellas de Hollywood, no era guapo, no era apuesto y no era más que un tipo corriente con un poco de cara de loco”. En 2009 Gosling revivió su trauma profesional infantil cuando fue despedido de Desde mi cielo. El actor se presentó en el set con 30 kilos de más, porque había asumido que su personaje debía tener sobrepeso, tras pasarse las semanas previas al rodaje bebiendo helado cada vez que tenía sed. Pero Gosling no había avisado al director, Peter Jackson, que se sintió tan horrorizado por su aspecto que lo reemplazó por Mark Wahlberg. “De repente me quedé gordo y en el paro”, bromeó el actor. En 2010 Ryan Gosling celebró su 30º cumpleaños en Disneylandia. Asegura que sus dos años en el Mickey Mouse Club son la mejor etapa de su vida.
Elizabeth Berkley
El escándalo: La debacle crítica y comercial de la sátira sobre la explotación sexual en Las Vegas Showgirls se cobró su víctima con Berkley, hasta entonces famosa por interpretar a la adolescente feminista Jessie Spano en Salvados por la campana, ante una oleada de odio que exigía un sacrificio con el que ensañarse. En aquel linchamiento mediático participaron hasta medios tan prestigiosos como el New Yorker (“Sus pechos son más expresivos que su cara”) o Entertainment Weekly (“Berkley ha pasado de estar de moda a enfriarse más rápido que un lap dance de cinco dólares”). Tras conseguir el papel protagonista de Showgirls fichó por la agencia de representación más poderosa de Hollywood, la CAA, y durante el rodaje todas las demás agencias la cortejaron para que se fuera con ellas. El día después del estreno de la película, nadie le cogía el teléfono.
La polémica: Los agentes nunca despiden a sus actores, básicamente porque los actores son sus jefes, no al revés. La decisión de la CAA de renunciar a su contrato con Berkley fue un movimiento inédito que avivó la humillación, la vergüenza y el escarnio públicos que la actriz estaba sufriendo solo por hacer lo que el director y el guionista le habían pedido. Y eso que ambos la defendieron y se responsabilizaron de la película. El director Paul Verhoeven explicó que ese odio contra la actriz estaba confundiendo a la mujer con el personaje: “Nomi es una bailarina que vive al límite, casi psicótica, y todo ese rechazo [hacia Berkley] demuestra lo convincente que resulta su interpretación”.
¿Se recuperó su carrera? En absoluto. Berkley pasó a la posteridad como un símbolo de la corrupción moral de Hollywood mientras el guionista y el director siguieron trabajando sin problemas (lo cual, por cierto, confirma el discurso de Showgirls). La actriz había cobrado 92.000 euros por aparecer en todas y cada una de las escenas de una película cuyo presupuesto era de 37 millones, que una vez vista no queda muy claro en qué se gastaron. Para la edición especial en DVD, que incluía unos cubrepezones y unos chupitos para beber ante las frases más chabacanas del guión, Berkley pidió 2.000 euros por conceder una entrevista. El estudio se negó. En 2015, la actriz accedió a hablar sobre Showgirls por primera vez en un pase para 4000 fans conmemorando de su vigésimo aniversario y quiso reconciliarse con la película, convertida ahora en un clásico de culto kitsch: “Nomi acaba haciendo autoestop para llegar hasta Hollywood y, si aquí es donde ha terminado, pues no está nada mal”. Tras 25 años de papeles insignificantes en producciones de tercera, ahora la actriz participa en la continuación de Salvados por la campana. Todo viaje del héroe termina con un regreso a casa.
Jake Paul
El escándalo: Disney contrató a este youtuber estrella, con casi nueve millones de suscriptores, para atraer a la audiencia adolescente que estaba dejando de ver la televisión en beneficio de las redes sociales. Paul interpretaba a un youtuber en la telecomedia Bizaardvark. Pero tras un año y medio Disney lo echó porque sus gamberradas (esas que ya hacía antes de que lo contratasen y gracias a las cuales se hizo famoso en primer lugar) no encajaban con los valores familiares de la empresa.
La polémica: La clave fue que Jake Paul salió en las noticias. Cuando sus vecinos lo demandaron por alterar el orden en el barrio (para crear contenido para sus vídeos, Paul tiró sus muebles en su piscina vacía y los prendió fuego con gasolina, organizaba carreras de motos en su calle, se subía a los coches y compartía su dirección en público para que docenas de fans acampasen en su puerta), un reportero acudió a cubrir la noticia y se encontró con una anarquía escandalosa y con un puñado de vecinos que estaban hartos de no poder dormir. Jake Paul había alquilado una casa en Hollywood por 16.000 euros al mes en la que vivía con otros youtubers, en una especie de agencia de influencers, y organizaban gamberradas para grabarlas y subirlas a la red. “Los vecinos me odian y lo lamento por ellos, pero el ejército de Jake Paul es el más poderoso del mundo” exclamaba el youtuber, de 20 años, entre los gritos de sus amigos y sus fans. Muchos adultos descubrieron a Paul con este vídeo en el telediario y Disney no quiso exponerse a más controversias meses después de tener que despedir a otra celebridad de la plataforma de vídeos, PewDiePie, por hacer comentarios antisemitas en un vídeo.
¿Se recuperó su carrera? Jake Paul es el villano favorito de YouTube (un videoclip musical con su séquito de influencers es el tercer vídeo con más “no me gusta” de la plataforma: 4,7 millones), así que salir en las noticias alterando el orden público solo alimentó su imagen pública. En diciembre de 2019 debutó como boxeador profesional, bajo la premisa de que mucha gente tendría interés en verlo recibiendo puñetazos, y ahora gestiona una aplicación para que los niños, por 17 euros al mes, aprendan a manejar su imagen en internet para hacer carrera como influencers. Los casi nueve millones de suscriptores que tenía cuando Disney lo despidió hace tres años se han duplicado desde entonces.
Eric Stoltz
El escándalo: Stoltz era un actor de método que había alcanzado un prestigio crítico precoz con Máscara (Peter Bodganovich, 1985) así que durante el rodaje de Regreso al futuro exigió que todos los trabajadores se dirigieran a él como “Marty” porque nunca salía del personaje entre tomas. Su carácter serio, intenso y disciplinado lastró la energía de la película, que requería un tono cómico y ligero que Stoltz no estaba dispuesto a dar: se tomaba tan en serio su papel que ni siquiera parecía adolescente. Sus constantes discusiones con el director Robert Zemeckis en torno a las motivaciones y la psicología del personaje y con el resto de actores, que Stoltz consideraba que no se tomaban la película en serio, generaron un ambiente tenso en el rodaje que se traducía ante las cámaras: cuando Eric Stoltz hacía chistes dejaban de parecer chistes.
La polémica: Tras cinco semanas de rodaje Zemeckis se enteró de que el actor que siempre había querido para protagonizar Regreso al futuro, Michael J. Fox, tenía ahora la agenda despejada. Así que habló con el productor Steven Spielberg y juntos decidieron volver a empezar el rodaje con Fox, aunque eso les costase tres millones de euros extra. Tal y como explicaría el director después en el libro Blockbuster, “Stoltz interpretaba a Marty, pero Fox era Marty”. Michael J. Fox contó que durante el rodaje le incomodaba que los operarios hablasen abiertamente sobre cómo “la otra vez que rodamos esta escena lo hicimos con una luz distinta”.
¿Se recuperó su carrera? Desde luego, llegó tan lejos como Fox. Stoltz apareció en papeles secundarios en Pulp Fiction, Jerry Maguire o Anaconda y, aunque suele evitar hablar sobre Regreso al futuro, en 2010 confesó que fueron momentos muy duros: “Pero me di cuenta de que era una liberación. Volví a tomar clases de interpretación, me mudé a Europa e invertí en mí mismo de una forma saludable. Si me hubiera convertido en una estrella no sé si no hubiera terminado en terapia. Por otra parte, habría sido extremadamente rico, lo cual habría sido maravilloso”. En internet pueden encontrarse varias fotos de Stoltz en Regreso al futuro, reliquias curiosas de una realidad que nunca sucedió.
Megyn Kelly
El escándalo: Kelly era una de las periodistas más importantes del canal de noticias conservador Fox News, por eso sorprendió su enfrentamiento frontal con el entonces candidato a la presidencia Donald Trump. Durante uno de los debates del partido republicano, Kelly recordó a Trump sus exabruptos misóginos (él se había referido a diversas mujeres como “cerdas”, “perras” o “gandulas”) y él la acusó de ser poco profesional, de estar loca, de ser una enferma y de tener “sangre cayéndole de algún sitio” (insinuando que su actitud provenía de estar menstruando). Ella se negó a disculparse “por haber hecho buen periodismo”. Kelly era una de las analistas políticas más controvertidas de Estados Unidos a causa de salidas de tono como cuando aseguró que era un dato verificable que Papá Noel y Jesucristo son blancos (a pesar de que el primero es una figura de ficción y el segundo era un judío palestino). Pero su careo con Trump le dio popularidad entre los republicanos más moderados y, cuando Fox News no renovó su contrato (meses después de admitir que el presidente de la cadena Roger Ailes, acusado de acoso sexual, también la había acosado a ella), empezó a trabajar con un rol prominente en los informativos de NBC en enero de 2017. El mismo mes en el que Donald Trump tomó posesión como presidente de la Casa Blanca.
La polémica: En octubre de 2018 Megyn Kelly expresó su estupor en su programa de NBC ante la indignación que siente la comunidad afroamericana cuando un blanco se disfraza de negro. (Una práctica que en Estados Unidos se considera inapropiada y racista porque evoca la tradición de los espectáculos de humor que, desde la esclavitud, sacan a cómicos blancos pintados de negro parodiando todos los estereotipos humillantes de los negros). “¿Pero qué es racista? Cuando yo era pequeña no pasaba nada, siempre y cuando fuese para disfrazarte de un personaje. ¿Por qué sí es aceptable que alguien vaya en Halloween con un hacha clavado en la cabeza? Es imposible llevar la cuenta de la gente a la que ofendemos simplemente siendo personas normales” concluyó Kelly. Las redes sociales criticaron su miopía cultural y su falta de sensibilidad, ante lo cual la presentadora se disculpó matizando que “nunca he sido una persona políticamente correcta, pero comprendo que necesitamos ser más sensibles en estos momentos, especialmente en cuestiones de raza que, lejos de cicatrizar, han sido exacerbadas en nuestra política durante el último año”. NBC, sin embargo, rescindió su contrato y el finiquito le salió por 28 millones de euros.
¿Se recuperó su carrera? En noviembre de 2019, un año después de su despido, Kelly se abrió Instagram para iniciar una nueva etapa en la comunicación e insinuó que regresaría pronto a la televisión pero de momento solo ha publicado stories. Ese mismo mes la película El escándalo dramatizó la denuncia por acoso sexual contra Roger Ailes y Charlize Theron, quien interpretaba a Kelly con un parecido asombroso gracias a los maquillajes prostéticos, explicó que fue un reto interpretar a una mujer capaz de decir cosas tan horribles pero que el feminismo lucha por todas las mujeres, incluidas las que no lo practican.
Michelle Rodríguez
El escándalo: En noviembre de 2005, mientras rodaba la segunda temporada de Perdidos en Hawai, Rodríguez fue arrestada por conducir ebria cuando volvía de una cena haciendo eses por la carretera de Honolulu. Su reacción fue gritarle al agente de tráfico frases que de hecho parecían sacadas de la serie (“¡yo no pertenezco a este lugar!”, “¿por qué no me pones una pistola en la cabeza y me disparas?”) y, dados sus antecedentes penales de conducción temeraria, fue condenada a cinco días de cárcel. El juez le ofreció la alternativa de prestar 240 horas de servicios comunitarios, pero el abogado de la actriz aclaró que era demasiado famosa para ejercer dichos trabajos públicos sin que los fans de la serie la interrumpiesen. El año anterior Rodríguez había cometido tres infracciones de tráfico en Los Ángeles (atropellar a un transeúnte y darse a la fuga, conducción ebria y conducción sin licencia) y solo desde el inicio el rodaje de Perdidos, donde interpretaba a la policía Ana Lucía, había sido detenida por duplicar el límite de velocidad en Hawai en tres ocasiones distintas. La excusa de Rodríguez ante el juez fue que había aprendido a conducir para The Fast and The Furious, de modo que no conocía otra velocidad que esa.
La polémica: Los creadores de Perdidos aseguraron que la súbita salida de Rodríguez de la serie no tenía nada que ver con su arresto, pero las presiones de la cadena ABC (propiedad de Disney y por tanto con una imagen familiar que mantener), todas las tramas abiertas que Ana Lucía dejó con su muerte en la serie y el hecho de que en ese mismo episodio también muriese Libby (cuya actriz, Cynthia Watros, conducía aquella noche detrás de Rodríguez, también haciendo eses, y fue también arrestada por ebriedad) sugieren que la cadena quiso quitárselas de encima para evitar controversias. Si no, ¿por qué habrían titulado el episodio en el que Ana Lucía y Libby morían Dos en la carretera? Además, un año después el actor Adewale Akinnuoye-Agbaje, intérprete del cura narcotraficante Mr. Eko, fue arrestado por conducir ebrio y también desapareció de la serie fulminantemente.
¿Se recuperó su carrera? La fama de tipa dura de Rodríguez no podría verse afectada por un arresto tan canalla que, al fin y al cabo, han sufrido la mayoría de estrellas de Hollywood. La actriz apareció en Avatar y los productores de la saga Fast & Furious resucitaron su personaje para la cuarta entrega ante las peticiones de los fans. Desde entonces, Michelle Rodríguez lleva cinco secuelas siendo la conductora más temeraria de la franquicia A todo gas. Ella no conoce otra velocidad.
Tiger Woods
El escándalo: Considerado el mejor golfista de la historia, Woods debutó a los 20 años y ganó su primer torneo en cuestión de meses. Los americanos se aficionaron en masa al golf para celebrar al niño prodigio, cuya humildad ante cada triunfo le forjaron una imagen de chaval ejemplar: Woods era más que un atleta porque personificaba un sistema de valores, un estilo de vida y un modelo aspiracional para la sociedad. Era, a efectos prácticos, el príncipe de Estados Unidos. A los 21 años ganó el Masters de Augusta con solo 12 toques. Su sonrisa, su encanto personal y su familia de cuento de hadas trascendían el deporte y atrajeron un interés mediático inédito para un golfista. Este estatus popular contribuyó a convertirlo en el atleta mejor pagado de la historia gracias a un acuerdo con Nike por 20 millones de euros anuales durante cinco años: solo en 2008 Woods facturó en torno a 100 millones. Por eso su caída resultó más estrepitosa. En noviembre de 2009 un tabloide desveló que el golfista le había sido infiel a su mujer, la modelo sueca Elin Nordegren con quien tenía dos hijos, y dos días después Woods se salió de la carretera de su vecindario y se estrelló contra una boca de incendios, un árbol y varios setos. Nunca se esclareció el motivo del accidente, pero la prensa se obsesionó con la crisis personal de Woods y empezó a entrevistar a más mujeres que aseguraban haber tenido relaciones con él. Camareras, modelos o actrices porno que sumaban una cantidad estimada de 120 infidelidades en cinco años de matrimonio.
La polémica: Woods admitió sus “transgresiones” explicando que “creía que podía hacer lo que me diera la gana con quien me diera la gana, sentía que como he trabajado toda mi vida me merecía disfrutar de todas las tentaciones que me rodean. Sentía que tenía derecho a ello. Me equivocaba. He sido un estúpido”. Siete de las nueve empresas con las que Woods colaboraba (entre ellas Gatorade, Gillette o TAG Heuer) le retiraron su patrocinio, mientras que Nike y la compañía de videojuegos EA siguieron esponsorizándolo. Woods y Nordegren se divorciaron cuando, según los rumores, ella se enteró de que él se había acostado con la hija de sus vecinos, una chica de 21 años que Woods conocía desde los 14.
¿Se recuperó su carrera? Su imagen pública quedó para siempre asociada a aquella debacle personal. Woods era como un hijo para los estadounidenses y su caída en desgracia resultó tan rocambolesca e imparable que aunque volviese a golfear tras una operación quirúrgica e incluso recuperase el número 1 jamás volvería a disfrutar de su condición de icono cultural. Pero sus 683 semanas de permanencia en el número 1 del ranking mundial de golfistas, duplicando las del segundo clasificado, siguen siendo un récord virtualmente imbatible. Al margen de la infamia, a Woods siempre le quedarán las estadísticas.
Lance Armstrong
El escándalo: El ciclista se erigió como un símbolo del espíritu humano gracias a su épico relato de superación: en 1996 un cáncer de testículos se extendió por su abdomen, sus pulmones y su cerebro y tres años después estaba ganando el Tour de Francia. Armstrong revalidó el título siete veces consecutivas con una superioridad sobrenatural que arrojó sobre su figura todo tipo de especulaciones en torno al dopaje. En aquella época el ciclista ganaba en torno a 15 millones de euros anuales gracias a las marcas que patrocinaban sus carreras y solía quejarse de la obsesión de la prensa deportiva con desenmascararlo: “Soy el atleta al que exigen más tests antidopaje del mundo”. Incluso llegó a querellarse contra la Agencia antidopaje de Estados Unidos. Pero en 2012, cuando ya estaba retirado de la competición, un informe de dicha agencia desveló que Armstrong había liderado “el programa de dopaje más sofisticado, profesionalizado y exitoso que el deporte haya conocido jamás”. Finalmente él mismo admitió las acusaciones, el proceso de dopaje mediante transfusiones de sangre express (disfrazadas de cambios de ruedas en medio de las carreras) quedó explicado en el documental La mentira de Armstrong y todos sus títulos conseguidos a partir de 1998 fueron anulados, incluidos sus siete Tours y su medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Sidney.
La polémica: Nike le retiró su apoyo aduciendo la cláusula de moral en su contrato (una cláusula habitual en Estados Unidos, según la cual si el atleta/artista comete actos inmorales que pudiesen dañar la imagen de la marca el contrato queda rescindido), en un movimiento considerado histórico en la industria deportiva. Nike era conocida por mantenerse leal con sus atletas: fue una de los pocos patrocinadores que no abandonó a Tiger Woods, como tampoco le retiró su apoyo a la corredora Marion Jones cuando dio positivo en un test de dopaje ni a Kobe Bryant cuando fue acusado de haber agredido sexualmente a una mujer. En el caso de Álex Rodríguez (jugador de béisbol y actual pareja de Jennifer Lopez), Nike explicó en un comunicado: “No condonamos el uso de sustancias ilegales. No haremos más comentarios por el momento”, y esperó a que expirase su contrato de colaboración para no renovarlo. En el caso de Armstrong, Nike matizó que “debido a la abrumadora evidencia de que Lance Armstrong participó en dopaje y engañó a Nike durante más de una década, con gran pesar rescindimos nuestro contrato con él. Nike no condona el uso de sustancias ilegales en el deporte”. Esta última frase, presente en el comunicado sobre Rodríguez y en el de Armstrong, sugiere que la diferencia clave entre ambos es la mentira: en vez de reconocer la estafa desde la primera acusación, Armstrong siguió mintiendo, ganando títulos fraudulentos y beneficiándose económicamente.
¿Se recuperó su carrera? Lance Armstrong vive retirado de toda vida pública y su escandalosa caída pudrió los cimientos del ciclismo: los aficionados ya no saben cómo disfrutar de un deporte temiendo que años después se descubra que las proezas de hoy serán las estafas de mañana. Armstrong también se retiró de su propia fundación benéfica, Livestrong, que recaudaba fondos mediante eventos deportivos para la lucha contra el cáncer. Y aquella dimisión resulta quizá el episodio más trágico de este relato: Armstrong perdió su condición de símbolo de superación, a pesar de que ese estatus sí era auténtico. Él fue un símbolo de superación, en realidad, desde el primer día que se subió a una bicicleta tras vencer al cáncer. Pero acabó convertido en un símbolo de la infamia y de la avaricia por no saber cuándo parar.
Mariah Carey
El escándalo: La cantante se casó a los 23 años con el presidente de su discográfica Sony, Tommy Mottola, y se separó cuatro años más tarde tras un matrimonio en el que él la explotaba, la anulaba y no le permitía tomar ninguna decisión. Así que era cuestión de tiempo que, a pesar de ser la cantante más exitosa del mundo, Sony dejase marchar a Carey. En 2001 inició una nueva etapa con Virgin y lo hizo por todo lo alto (o esa era la intención) con su debut en el cine, Glitter, y su correspondiente banda sonora. Como pistoletazo de salida de la promoción, Carey acudió al entonces programa musical de moda Total Request Live en MTV. La cantante entró empujando un carrito de helados, improvisó su nuevo single y empezó a desnudarse. La prensa describió su actitud como “errática” y “perturbada” y siguió haciéndolo cuando Carey arengó a sus fans durante una firma de discos con frases tan inconexas que su publicista le acabó quitando el micrófono. Días después, Mariah publicó varios mensajes y notas de voz en su web oficial: “Estoy intentando comprender cosas en mi vida ahora mismo, no siento que debiera estar haciendo música. Lo que me gustaría hacer es tomarme un descanso o al menos dormir una noche entera sin que alguien aparezca para hablarme de un vídeo. Solo quiero ser yo misma”. Dos días después Carey fue hospitalizada por agotamiento extremo y crisis física y emocional. La prensa especuló con un intento de suicidio, pero la publicista de la cantante aclaró que en medio de su ataque de desesperación había roto varios platos y los trozos le provocaron cortes en las muñecas y en los pies.
La polémica: Virgin retrasó el lanzamiento del disco. La feche elegida fue el 11 de septiembre de 2001. “Los programas de televisión necesitaban algo para distraerse [de los atentados contra las Torres Gemelas acontecidos aquel mismo día], así que me convertí en un saco de boxeo” recordaría Carey años después, “Había tenido tanto éxito que me destrozaron porque mi nuevo disco estaba en el número dos en vez de en el número uno. Así que la prensa se rió de mí y me atacó”. El fracaso del disco y la película (que, más allá de despertar poco interés, se convirtieron enseguida en un hazmerreír de la cultura pop) llevó a Virgin a enzarzarse en una atípica discusión con los abogados de Carey a través de comunicados de prensa. El contrato de la cantante, por unos 100 millones de euros, había acaparado titulares por ser el más caro en la historia de la industria musical. Ahora Virgin lo rescindía tras un solo disco que apenas había vendido y que además había hecho el ridículo. Los abogados de Carey solicitaron que ambas partes definiesen el acuerdo como una “cancelación”, pero Virgin utilizó el término “despido” en su comunicado y los abogados amenazaron demandarlos por difamación. Virgin entonces desveló en un segundo comunicado que en su primer comunicado solo habían mencionado los 25 millones que les costó el finiquito, no los 20 que ya le habían pagado a Carey solo por Glitter.
¿Se recuperó su carrera? Con su nueva discográfica Island Mariah Carey volvió a lo más alto con dos números 1 (igualando, con 17, el récord de Elvis Presley), las mejores críticas de su carrera y el disco más vendido de 2005 en Estados Unidos, The emancipation of Mimi. Desde entonces su trayectoria no ha igualado las cifras ni la repercusión que alcanzaba en los noventa, pero cada diciembre regresa para recordarnos que ella ha inventado la Navidad tal y como la conocemos hoy: All I Want For Christmas llegó al número 1 (y ya van 19) por primera vez en diciembre de 2019, 25 años después de su lanzamiento.
Letoya Luckett y Latavia Robertson (Destiny's Child)
El escándalo: Matthew Knowles fundó un grupo de seis chicas, Girls Tyme, en 1990 para lanzar la carrera musical de su hija Beyoncé. En 1993 tres de las chicas fueron reemplazadas por un nuevo fichaje, Letoya Luckett, y Destiny's Child editó su primer disco en 1998 como cuarteto: Beyoncé, Luckett, Kelly Rowland y Latavia Robertson. Durante la promoción de su segundo álbum, The Writing's on the Wall, Luckett y Robertson empezaron a desconfiar del rol de Matthew Knowles como manager. Sospechaban que se los beneficios del grupo no se repartían equitativamente. “Matthew conducía un Jaguar mientras mi madre no podía pagar las facturas” recordaría Luckett. “Cuando me quejaba de algo me decían que no aportaba lo suficiente al grupo como para tener una opinión” aseguró Robertson). También que Destiny's Child solo era una plataforma temporal para convertir a Beyoncé en una estrella en solitario, porque siempre se colocaba en el centro, cantaba casi todas las canciones sola y era la única que hablaba en las entrevistas. Letoya y Latavia, cansadas de ser tratadas como meras coristas y bailarinas de Beyoncé, contactaron con un abogado para estudiar la posibilidad de tener un manager distinto y seguir en el grupo. Matthew Knowles tomó la decisión por ellas.
La polémica: El 15 de febrero de 2000 Letoya Luckett y Latavia Robertson se enteraron de que ya no estaban en Destiny's Child cuando vieron por televisión el videoclip de Say My Name, el tercer single de The Writing's on the Wall. No solo ellas no aparecían en él, sino que aunque sus voces seguían sonando en los coros habían sido reemplazadas por dos nuevas integrantes (Michelle Williams y Farrah Franklin). En el vídeo, cada una de las cuatro chicas salía en un sofá con otras tres chicas como maniobra de distracción para que el público no se percatase demasiado de la transición y simplemente viese a muchas chicas nuevas vestidas igual. Robertson y Luckett interpusieron una demanda por incumplimiento de contrato que se zanjó mediante un acuerdo extrajudicial por el cual ambas recibirían derechos de autor vitalicios en calidad de fundadoras de Destiny's Child. Farrah Franklin también acabó abandonando el grupo a los cinco meses porque sentía que a nadie le importaba si estaba o no allí (“Mientras Beyoncé siga cantando” explicó Matthew Knowles, “la gente no va a notar la diferencia”) y Michelle Williams fue tan espabilada como para darse cuenta de que siempre es mejor ser la menos relevante de un trío que una de las dos coristas de un cuarteto: fue ella quien sugirió que no buscasen a una cuarta integrante y, de este modo, Destiny's Child alcanzó el triunfo internacional como trío. En aquel momento el reality show Survivor, similar al español Supervivientes pero con anónimos, arrasaba en audiencia (más de 40 millones de americanos llegaron a sintonizarlo) y varios medios hacían la broma de que en Destiny's Child uno nunca sabía qué participante sería el siguiente expulsado. Así que Beyoncé optó por hacer el chiste ella misma y tituló el tercer disco del grupo Survivor, incluyendo referencias a Latavia y a Letoya que llevaron a estas a presentar una segunda demanda porque su acuerdo extrajudicial en teoría les prohibía hablar las unas de las otras. Ambas partes llegaron a un segundo acuerdo.
¿Se recuperaron sus carreras? Latavia se retiró de la música y hoy regenta un negocio de extensiones. Letoya consiguió un par de hits en las listas de r&b y, cuando en 2018 acudió a un concierto de Beyoncé, ambas publicaron en redes sociales la foto conmemorativa del encuentro en el camerino de la estrella. Con el tiempo tanto Kelly Rowland como Michelle Williams despidieron a Matthew Knowles como manager. Hasta su propia hija Beyoncé rompió su relación profesional y personal con él cuando se enteró de que había tenido una hija fuera del matrimonio con su madre. Hoy Destiny's Child son, además de una cápsula del tiempo a aquellos meses en los que el r&b latoso parecía el sonido del futuro, una broma recurrente en los reality shows americanos: siempre sale alguien que asegura “yo soy Beyoncé, no soy ninguna Kelly Rowland”. Michelle Williams nunca aparece en esta metáfora, pero se sobreentiende que cualquiera preferiría ser ella a Letoya Luckett o Latavia Robertson.
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