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Tribuna
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Una iniciativa de recuperación europea

Hay que reparar las cadenas de valor de las empresas y reconstruir la economía sobre una base nueva y sostenible, mediante la inversión en bienes públicos comunes y una economía más verde

RAQUEL MARÍN

La UE ha tardado en formular una respuesta a la crisis de la covid-19. Afortunadamente, las cosas han empezado a cambiar. El 19 de abril, el Eurogrupo respaldó el acuerdo sobre la ruta de instrumentos múltiples para afrontar los múltiples objetivos de la UE. Pero hay que hacer más.

En primer lugar, la UE debe esforzarse más en garantizar que los Gobiernos seguirán siendo capaces de cumplir su misión. En segundo lugar, debe cumplir su propia misión, que es la de proporcionar los bienes públicos que se requieren y fomentar la solidaridad. Y, en tercer lugar, debe activar los mecanismos que serán necesarios para la fase de reconstrucción de la economía europea. Esto significa apuntalar el mercado único y volver a nivelar el campo de juego, que en la actualidad se está desequilibrando (suspensión temporal de las normas de ayuda pública, diferencias en la capacidad fiscal de los países, etcétera).

Mejorar el SURE y el MEDE. El mecanismo del Sistema de Apoyo para Mitigar los Riesgos del Desempleo en Emergencias (SURE, por sus siglas en inglés), pensado para permitir a los Gobiernos nacionales endeudarse a tipos preferentes para financiar el aumento de las prestaciones por desempleo y otras transferencias sociales, y la nueva línea de crédito complementaria en el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), sin nuevas condiciones añadidas, son herramientas posiblemente poderosas al servicio del primer objetivo. Pero los líderes europeos deberían aclarar los vencimientos de los préstamos y estar preparados para aumentar la cantidad de dinero asignada a los mismos si fuera necesario.

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Los vencimientos a largo plazo son esenciales para distribuir el coste de la crisis y reducir los tipos de interés: lo adecuado serían al menos 10 años para el sistema SURE y de 20 a 30 años para la nueva línea de crédito del MEDE. En cuanto a la dotación de fondos, la propuesta actual de asignar 100.000 millones de euros al SURE posiblemente sea suficiente para sufragar la dislocación en el mercado laboral durante el actual cierre, pero probablemente no bastará para el periodo posterior.

Un fondo de inversión europeo, gestionado por el BEI, podría complementar esa intervención nacional

Las nuevas líneas de crédito del SURE y del MEDE ayudarán a los Gobiernos a endeudarse en condiciones favorables, pero aumentarán el endeudamiento de los países. De ahí que ahora sea crucial encontrar formas de financiar conjuntamente la acción prioritaria —como la investigación dedicada a posibles tratamientos y vacunas contra la covid, o recursos para garantizar la circulación fluida de mercancías— y proporcionar apoyo a los países más afectados por la crisis.

Si bien la pandemia es una amenaza común, hasta el momento ha golpeado de manera muy desigual a los países miembros. Sin duda las externalidades y las repercusiones económicas serán grandes durante esta fase, y la renivelación del campo de juego es un objetivo fundamental que solo se puede alcanzar mediante una acción a escala europea. Un vehículo de financiación coherente con estas observaciones y dirigido al programa de reconstrucción general se basaría en el endeudamiento directo de la UE respaldado por las aportaciones presupuestarias futuras de los países.

Reconstrucción, recuperación y resiliencia (RRR). Tras varios meses de confinamiento estricto, y posiblemente meses adicionales de restricciones a algunas actividades, el sector empresarial de toda la UE saldrá profundamente debilitado. Muchas empresas se verán incapaces de cumplir con sus compromisos de deuda, incluso con los aplazamientos. Determinados sectores necesitarán invertir para cumplir las nuevas normas de distanciamiento. Algunos, como el turismo o los restaurantes, no se recuperarán en mucho tiempo. Otros, como las aerolíneas, pueden verse afectados de manera permanente. Todos padecerán por el exceso de deuda. Los Gobiernos nacionales ya están haciendo planes para resolver el endeudamiento excesivo. Pero una acción descoordinada corre el riesgo de presentar dos defectos. Uno es caer en una especie de guerra de subvenciones que perpetúe el exceso de capacidad en sectores en apuros y socave el marco de igualdad. El segundo, que el grado de condonación de deudas y aportación de capitales a las empresas dependerá de la capacidad fiscal de cada Gobierno nacional.

El Eurogrupo acordó “trabajar en un Fondo de Recuperación (temporal) para preparar y apoyar la recuperación, proporcionando fondos a través del presupuesto de la UE a programas diseñados para activar la economía en consonancia con las prioridades europeas y garantizar la solidaridad de la UE con los países miembros más afectados”. La idea es poner en marcha alguna forma de endeudamiento conjunto, respaldado parcial o totalmente por las futuras aportaciones al presupuesto de la UE. Hasta ahora, el debate se ha centrado en el aspecto de la financiación (su compatibilidad con el artículo 310 del tratado, o la necesidad de utilizar una entidad con un propósito especial) y en la economía política (el equilibrio entre la solidaridad y el riesgo moral). Sería más productivo partir del propósito de dicho Fondo de Recuperación: con objetivos y modalidades compartidos, será más fácil alcanzar un acuerdo sobre la financiación.

La financiación se basaría en el endeudamiento de la UE respaldado por aportaciones futuras de los países

La finalidad de una Iniciativa de Recuperación debería ser la de reparar y reconstruir la economía de la UE: reparar los balances de situación y las cadenas de valor de las empresas; y reconstruir la economía sobre una base nueva y sostenible, mediante la inversión en bienes públicos comunes como la investigación, los inventarios preventivos y una economía más verde. La tarea es enorme y el Fondo de Recuperación corre el riesgo de acabar siendo secuestrado por determinados Gobiernos o empresas. Es esencial precisar los objetivos y plantear la gobernanza desde el principio.

En cuanto a las inversiones, hay que evitar las tradicionales rigideces de los presupuestos europeos. Una vez que el Consejo decida las prioridades, su puesta en práctica debería llevarla a cabo un organismo específico provisional, con un procedimiento de auditoría adecuado. La asignación de fondos podría decidirla un comité independiente basándose en licitaciones regulares.

La reparación de los balances de situación empresariales exigirá una acción muy distinta. Algunos Gobiernos ya han empezado a proporcionar capital a sus “campeones” nacionales. Estas intervenciones se oponen a los objetivos de competencia. La Comisión debe coordinar urgentemente estas intervenciones sector a sector.

Urge también ayudar a las pequeñas y medianas empresas (pymes) a reparar sus balances de situación. Se han propuesto planes creativos, como instrumentos “similares al capital”: una transferencia directa, o subvención, ligada a la obligación de pagar un recargo en futuros impuestos sobre sociedades, etcétera. Un fondo de inversión europeo podría complementar esa intervención nacional. Cada intervención deberá ser clara también respecto a la manera en que se suspenderá al final, en un plazo, pongamos, de 10 años. Proporcionar financiación en forma de instrumentos de capital o similares al capital dará a todos los miembros de la UE, en cuanto garantes del fondo de recuperación, una participación en el aspecto positivo de sus acciones. El Banco Europeo de Inversiones podría ser un candidato natural; ya sabe cómo llegar a las pymes, en coordinación con los organismos nacionales, y ha demostrado que actúa con independencia de los Gobiernos y de las organizaciones empresariales.

En un futuro podría golpearnos otra crisis profunda y común. Además de reparar la economía y recuperarnos de la pandemia, el objetivo debe ser el de dar a la UE y a todos los ciudadanos europeos resistencia frente a futuras crisis comunes.

Agnès Bénassy-Quéré es catedrática de Economía en la Escuela de Economía de París, Ramón Marimon es catedrático de la Universitat Pompeu Fabra y profesor del European University Institute (Florencia), y Jean Pisani-Ferry es investigador principal de Bruegel. Firman también este artículo Philippe Martin, catedrático de Economía en Sciences Po en París; Lucrezia Reichlin, catedrática de Economía, London Business School; Dirk Schoenmaker, catedrático de Banca y Finanzas, Rotterdam School of Management, Erasmus University Rotterdam, y Beatrice Weder di Mauro, catedrática de Economía Internacional en el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales de Ginebra.

Traducción de News Clips.

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