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Columna
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‘Incitatus’

Si los animales tienen derechos, ¿por qué un caballo no puede ser senador?

Fernando Savater
Un perro en un Centro de Protección Animal de Madrid.
Un perro en un Centro de Protección Animal de Madrid. SANTI BURGOS

Revela el BOE que uno de los primeros nombramientos de Pablo Iglesias, el vicepresidente del que tantas sorpresas revolucionarias esperamos, es el de director general de los Derechos de los Animales. Ese cargo supone el mayor terremoto zoológico en lo político desde que Calígula nombró senador a su caballo, llamado Incitatus. Pero el gesto de Iglesias es más gubernativa y jurídicamente conmovedor: pese a las dudas sectarias de los reaccionarios, los animales no solo tienen derechos (se supone que humanos, porque no imaginamos otros) sino que a partir de ahora disfrutarán del beneficio de un director general. No hay cuadra, gallinero, establo, palomar o piscifactoría en España donde no caracolee el entusiasmo: ¡ha llegado nuestro salvador! Si los animales tienen derechos, ¿por qué un caballo no puede ser senador? Lo que el Emperador orate hizo como capricho hoy alcanza fundamento progresista...

Los hay que no lo tienen claro. Ayer debía presentarse en el Senado (sin caballos presentes) las actas del simposio internacional Los hombres y los animales, celebrado hace un año y promovido por la asociación Los hombres y los animales en su sitio. Filósofos, psicólogos, antropólogos, periodistas, ganaderos, veterinarios, cazadores, toreros, cocineros, etcétera, intentan señalar ante la vida animal, por decirlo con el filósofo Gómez Pin, los “criterios para un comportamiento acorde con la razón ilustrada”. Esfuerzo sugestivo con resultados dignos de consideración, pero que no convencerá a Calígula ni a Pablo Iglesias. Porque la razón ilustrada se resiste a confundir seres vivos con derechohabientes, a los que sienten dolor con sujetos morales, a los que parlamentan con los que relinchan... Mejor busquemos un patrono para los nuevos animales: ¡San Incitatus! Ora pro nobis...

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